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Cees Nooteboom: «En España, siempre es Real Madrid o Barcelona»
Ensayista, novelista, poeta y viajero empedernido. Cees Nooteboom ha escrito en nuestro país su último libro, sobre el que es capaz de hablar largo y tendido en un español claro y conciso. Un diálogo que va más allá de la literatura
Cees Nooteboom: «En España, siempre es Real Madrid o Barcelona»
Cees Nooteboom nace en La Haya en 1933. A los doce años, pierde a su padre en uno de los bombardeos de la aviación inglesa durante los ataques emprendidos para liberar a la capital de Holanda de la ocupación nazi. Lo que hoy llamaríamos en ... nuestra sofisticada jerga una víctima colateral. Cinco años antes, en el curso de la contienda –cuenta el anecdotario que rodea la vida de Nooteboom –, su padre se sentaba en el balcón de la casa familiar para contemplar a lo lejos cómo el ejército alemán atacaba Róterdam; los paracaidistas aterrizaban sobre la ciudad como una lluvia de setas.
Nooteboom – escritor exquisito y para exquisitos que lleva acoplada la etiqueta de eterno candidato al Premio Nobel– sabe bien de las consecuencias de la II Guerra Mundial. De los vencedores y vencidos. Sabe bien de cómo se reconstruye una Europa abatida. Cómo se sale del agujero negro, pero también cuán fácil es caer en él de nuevo. Es un amante de Europa, pero, sobre todo, yo me atrevería a decir que de España. Habla un español impecable –en esta conversación, apenas utiliza el inglés o el alemán un par de veces para matizar alguna expresión que no le sale en el momento– y hasta el subconsciente le traiciona cuando, para referirse a Japón en una de sus respuestas, se trabuca y dice jamón. Rápidamente rectifica, pero cualquier tonto se daría cuenta de que es una clara añoranza de sus meses en nuestro país y que Nooteboom sabe lo que es bueno de verdad.
Tiene casa en Menorca pero conoce la piel de toro de cabo a rabo, del Cabo de Gata hasta Finisterre, y sobre ello ha escrito («El desvío a Santiago»). Ha traducido a Machado, a Gil de Biedma, a César Vallejo. Viaja y escribe. Viaja y escribe, y así una y otra vez. Sin descanso. Por eso, resulta normal que la conversación se pierda por mil y un vericuetos, por carreteras secundarias . Tenemos todas las rutas a nuestro alcance: desde la que recorre las tumbas de los grandes escritores de todo el mundo («Tumbas de poetas y pensadores») a los templos de Japón (no jamón, por supuesto). No obstante, ¿a quién no le preocupa la situación de Europa? ¿Y la de España? ¿Cómo no preguntarle por esto? Pero él me dice, entre bromas, que ha venido a hablar de su libro, «Autorretrato de otro», que va publicar en los próximos días con Calambur junto al pintor Max Neumann , pero también los que tiene pendientes con Siruela y con Visor. Tres son muchos para quien goza del beneplácito de la crítica pero no es un escritor de masas, al menos en nuestro país, a pesar de lo mucho que nos quiere y nos conoce. Hablaremos de todo esto, claro. En un impecable español que le sale de corrido, en frases cortas y claras.
«Nooteboom sabe bien de cómo se reconstruye una Europa abatida»
¿Cómo ve la Europa de las primas de riesgo, del euro y de la eterna crisis de la que parece no recuperarse?
Yo soy un europeísta convencido. La política de Alemania y también de Holanda, de los países del norte de Europa, es un poco severa con respecto al resto del continente. Los alemanes mismos tienen una parte de culpa de cómo se ha desarrollado Europa. Conviene recordar que el europeísmo hablaba de la reconciliación y, tal y como se están haciendo las cosas ahora, me temo que no habrá mucha reconciliación con esa otra parte de Europa (Grecia, Italia...), la del sur. Parte de los problemas son consecuencia de la guerra y todo lo que vino después, pero también hay mucha hipocresía.
¿Deduzco que no tiene un gran concepto de Alemania?
Alemania es un país que a mí me gusta. Yo vivo ahora allí, creo que hay buena voluntad, pero si su política va por el buen camino, no lo sé. No estoy demasiado seguro. Sin duda hay que cambiar cosas en el sur, pero... En ocasiones, parece como si hubiera una guerra entre el norte y el sur, y esto habría que evitarlo a toda costa.
¿Qué piensa de España en estos momentos? ¿O cómo la ve?
Siempre paso unos meses al año en España y he visto las consecuencias y también he escrito en alguna parte, aunque haya que remontarse un poco lejos en la Historia, que la herencia del franquismo no ha preparado a España para la Edad Moderna. Yo conozco España después del año 54, tiempos que para la nueva generación suponen un pasado muy remoto. He visto en primera persona cómo España ha alcanzado un desarrollo increíble. Pero hay momentos en que el pasado intenta recuperar una parte de su esencia o del tiempo perdido.
Soy poeta, soy novelista; no soy político. No obstante, puedo observar la escena política y sacar mis conclusiones, como que los políticos tienen siempre demasiada prisa. Son pocos los políticos que piensan. Pero yo tengo gran confianza en la esencia de España. No puedo asegurar que todo se vaya a resolver, porque los problemas son muy grandes y los partidos que se alternan en el poder se han equivocado en algunos momentos. Lo que me preocupa, desde el punto de vista de un extranjero, es que en España el consenso resulta muy difícil. Nosotros, los holandeses, tenemos una política de consenso. En España, siempre es Real Madrid o Barcelona. Y esto también sucede en política. Igual en los diarios. Intento ser un poco objetivo. España es un país al que quiero y por eso me duele tanta animosidad como se percibe de vez en cuando. Mejor sería un poco más de consenso y de acuerdos sobre temas tan importantes para la nueva generación.
«Admiro tanto a España porque mi alma es como el paisaje de la meseta»
¿Precisamente eso es lo que menos le agrada de nosotros?
Sí, del carácter español no me gusta que sean tan partidarios. Son apasionados, pero también tengo buenos amigos españoles que se caracterizan por su carácter reflexivo.
Da gusto –y hasta envidia– escucharle hablar español, cómo domina y trata nuestra lengua.
Después de la guerra, todo era muy triste y gris en Alemania y Holanda. Todo estaba destruido. Viajo por primera vez a Italia y descubro el sur y la luz. Luego viajo a España, que también había pasado por una guerra. No es que no ame a mi país, pero es que el paisaje de España me conquistó. Holanda es pequeña y llana. España es seca y llana, mucho más dramática. Admiro tanto a España porque mi alma es como el paisaje de la meseta. El alma española es muy profunda. En la literatura se puede comprobar. La vida que se transmite a través de la televisión, por ejemplo, parece muy superficial, pero en la literatura, en el pensamiento, hay mucho trasfondo. Conozco bien España y siempre tengo cosas que descubrir. Por ejemplo, últimamente he estado en Asturias, en sitios que aún no conocía. Suelo ir a España en junio, julio, agosto, septiembre y octubre. Todo el tiempo que puedo.
Habla de la luz, pero su escritura no es muy luminosa. ¿Es más bien de claroscuros?
La luz es la salvación. Pero la oscuridad también es parte de la vida humana.
Tal y como cuenta su vinculación con España –casi de andar por casa, si me permite la reflexión–, me la da la sensación de que no se siente muy cómodo cuando le encierran bajo títulos honoríficos como el de hispanista.
No, no me gusta que me llamen hispanista. Es un título de honor pero me parece un poco pretencioso. Yo soy un diletante y un amante de su país. Hispanista es aquel que tiene unos vastos estudios a sus espaldas. Aunque en cincuenta años he aprendido del paisaje, del idioma, de las costumbres españolas. Para que se haga una idea, el alemán, el francés y el inglés los estudié en la escuela, pero el español lo he aprendido en la calle, haciendo autoestop, de los camioneros, de mis amigos, en los periódicos, de la literatura. No tengo la base gramatical. Yo digo que hablo un español de la calle.
«No tengo tiempo para Facebook. De repente, cuatro mil amigos son muchos»
También sabrá que la crisis se está llevando muchas cosas por delante en nuestro país; entre ellas, buena parte de lo relacionado con la cultura. ¿No cree que la cultura es una tabla de salvación en malos momentos como este?
A lo mejor a usted le parece ridículo, pero en Holanda, en mi país de origen, también vivimos la crisis, y la primera víctima siempre es la cultura: orquestas, universidades, educación... España no es una excepción.
Salgamos de España y viajemos a otras culturas, como ha hecho a lo largo de su vida.
Viajar como lo hacía antes ya no es posible. Ahora hay más compromisos, conferencias. Por ejemplo, ahora me han invitado a Colombia para presentar un libro y para las Ferias del Libro de Bogotá y Buenos Aires. También voy a ir a Chile. Una vez termine todos estos compromisos, aprovecharé para escaparme y preparar mis libros. A mí me gustan estos territorios que he citado antes, porque conozco el idioma, el español.
¿Cuántos meses al año pasa fuera de casa, de viaje?
Ahora me encuentro en Alemania, donde estaré dos o tres meses trabajando, aislado. En estos momentos preparo con mi mujer, que es fotógrafa, un libro sobre el peregrinaje a los treinta y tres principales templos de Japón. Será el segundo que haga sobre este asunto.
La imagen ha ido muchas veces unida a sus palabras. ¿Una imagen vale más que mil palabras?
Digamos que la fotografía siempre me ha ayudado a escribir. Viajando, yo escribo mis notas, y luego, cuando vuelvo a casa, rememoro los lugares que he visitado con ellas en la mano. También me he inspirado en fotos para escribir poesía. En Alemania, me han llegado a llamar algo así como «el hombre de ojos». En español suena muy raro, pero en Alemania se entendería como alguien que es muy observador y que utiliza sus observaciones para escribir.
«Estudié otros idiomas en la escuela; el español lo aprendí en la calle»
Paul Theroux, otro viajero empedernido como usted, ha declarado en numerosas entrevistas que prefiere el tren a cualquier otro medio de transporte. ¿Y usted?
En los trenes hay algo que me disturba, y son los teléfonos móviles. Las conversaciones que uno puede oír. Menos mal que no se permite todavía en los aviones. Imagine por un momento un viaje a Nueva York con el móvil sonando continuamente. Yo no puedo leer cuando la gente habla continuamente. Theroux me ha confesado que su último viaje ha sido en coche por el sur de Estados Unidos y que, curiosamente, toda esta gente a él le ha parecido más pobre que la del Tercer Mundo. Muy dramático. Los viajes que he hecho por España, por caminos muy secundarios, no podrían haber sido en tren. Siempre han sido en coche. En jamón, quiero decir Japón [se ríe ante el gazapo], he viajado muchísimo en tren porque allí no hablan. Son diferentes. Tienen mucha más cortesía los unos con los otros.
Antes hablaba de sus viajes por Iberoamérica. He visto en YouTube vídeos suyos de lecturas poéticas donde una corte de gente muy joven le escucha obnubilada. ¿No le sorprende?
Es cierto, pero el poeta siempre espera que alguien se retire con su libro en soledad, en su casa.
Vargas Llosa dedicaba su última obra, de ensayo, a la cultura espectáculo. ¿Qué piensa de todo ello?
He visto en Alemania y Holanda que los periódicos son cada vez más gordos, tienen más páginas, pero para atender asuntos que tienen que ver con el estilo de vida. Cosas que no son esenciales. Y al mismo tiempo, dan menos espacio a los libros, al arte, a la poesía. Curiosamente, a la par que esto sucede, ha surgido un mundo subterráneo donde la gente habla de sus lecturas; un mundo que es muy interesante.
«Conviene recordar que el europeísmo hablaba de la reconciliación»
¿Se refiere a internet? ¿A los blogs? ¿A Twitter?
Sí, a todo ello. Los blogs, por ejemplo. Ayer leí uno de ellos. Es casi un mundo clandestino. Pero yo no tengo blog, tengo una «website» que, cuando hay algo nuevo que contar, la actualiza mi editorial. No tengo tiempo para estas cosas: Facebook, Twitter. Creo que es bueno, pero yo no puedo... De repente, cuatro mil amigos son muchos amigos. Leo lo que se pone en los «tuits». Para mí, treinta «emails» en un día ya son demasiados.
Regresemos a la literatura, a los libros. ¿Qué está leyendo ahora mismo?
Leo a escritores de América Latina. Mi último descubrimiento es una joven autora mexicana, de la que me han pedido escribir un prólogo, Valeria Luiselli. Es muy joven. Muy intelectual, pero muy original. También me interesa un joven argentino, Alejandro Zambra. Leo a Vila-Matas y a Ricardo Piglia...
A punto de acabar la conversación, me comenta: «Yo me acuerdo de ABC, de los dibujos que publicaba».
¿Sabe que el periódico tiene un Museo donde guarda todos estos fondos? En el diario colaboró como ilustrador Juan Gris, por ejemplo. La próxima vez que venga a España, le invito a hacer una visita.
Perfecto.
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