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La comedia humana de Luis Mateo Díez
Las «Fábulas del sentimiento» de Luis Mateo Díez son, junto a «El reino de Celama», la cima de su literatura. Historias a la sombra de Cervantes que despliegan el más completo retrato de la comedia humana
josé maría pozuelo yvancos
Cuando se cumplen cuatrocientos años de la aparición de las «Novelas ejemplares» de Cervantes, Luis Mateo Díez reúne bajo el título de «Fábulas del sentimiento» las doce novelas cortas que, agrupadas de tres en tres, había venido publicando en los últimos años, desde «El ... diablo meridiano» (2001) hasta «Los frutos de la niebla» (2008). Ahora las tiene el lector configurando un conjunto distinto, porque cada obra sale del libro que la albergaba y entra en diálogo con la totalidad del proyecto, lo que implica variaciones notables. Por poner un ejemplo, la primera de ellas, «El diablo meridiano», será ahora la última que el lector lea; eso prueba que Luis Mateo ha tenido en cuenta al lector en las conexiones de cada historia con las demás y lo que cada fábula aporta al recorrido de los territorios del alma, que reciben aquí una densidad inédita en la literatura española.
Nunca nadie había explorado en español los límites de la novela corta como se hace en este libro. No puede decir Luis Mateo lo que dijera Cervantes sobre ser el primero en la «novella», pero sí conviene decir que, más allá del homenaje implícito, es muy distinto al de Alcalá. Lo que le separa es, nada menos, la impronta que toda la gran literatura europea de los siglos XIX y XX –la rusa en primer lugar, pero también la de Kafka o la austriaca– ha ido dejando en el imaginario colectivo, que se ha nutrido de las posibilidades de hacer una exploración del alma no en el sentido de las acciones (que era el que todavía se prendía al concepto de fábula de la tradición aristotélica y cervantina), sino en el de las emociones.
Todo gran escritor ha sentido el reto al que Mateo Díez ha ido en esta obra
Deseos, culpas, memoria
Hay, claro, un acervo cervantino en la realización del concepto clásico de ejemplaridad, tanto en la dimensión moral, positiva y negativa, como en lo que venía a ser el «exemplum», vía inductiva que canalizaba una verdad universal a partir de una historia particular que albergaba su almendra.
En las historias de Luis Mateo hay siempre unos personajes que alcanzan cierta dimensión de arquetipos por esa vía que acuna lo simbólico, capaz de extraer de un singular caso la verdad más profunda que esconde su destino. De manera que si las miramos en su conjunto, estas doce novelas ofrecen, en abanico desplegado, todas las posibilidades de la comedia humana: desde los misterios de la adolescencia en «Los príncipes del olvido» hasta la vejez generosa y el arquetipo de la bondad que es doña Dega, protagonista de «La viuda feliz», contrapunto de la desdicha de Abisinia, personaje de «La escoba de la bruja».
Los amantes que ingresan en el peligroso círculo matrimonial, los amigos del colegio que nutren rivalidades y odios no dichos, el viejo epulón que de repente se da a la vida miserable y lo deja todo. Hay en este abanico de situaciones un mapa que dibuja el territorio del alma no ofrecido en los términos de la psicología, sino en esos que únicamente la gran literatura puede recorrer, puesto que se alimenta de fantasías, sueños, deseos, culpas, memoria y olvidos.
En Luis Mateo Díez se trata también de cifrar la densidad de un sentimiento
La mordedura de una obsesión
Cervantes habló para sus novelas ejemplares de «mesa de trucos», porque el artificio de la composición era entonces una propiedad suma. En el caso de Luis Mateo ese concepto de truco podría llevarse a la múltiple experimentación narrativa que el conjunto supone, puesto que hay de todo: narraciones en primera persona, en tercera, perspectivismo de la memoria junto a ejecución en presente, la insólita eficacia del discurso interior en el estilo indirecto libre, diálogos, etc.
Pero sobre todo hay en estas novelas la realización de la poética que he sugerido cuando me referí a la impronta rusa. Para entender lo que Luis Mateo Díez ha hecho en varias de las novelas cortas reunidas en «Fábulas del sentimiento», habría que referirse a «La muerte de Iván Ilich» , de Tolstói, que podría figurar como la perfección del género «nouvelle».
También en Luis Mateo se trata de cifrar la densidad de un sentimiento, de ir hacia la capacidad simbólica de un destino con un estilo que propende más hacia la espesura del alma que hacia los ingredientes de la anécdota, como si la novela corta fuese el género donde mejor pueda desarrollarse la geografía de una pasión, la felicidad de un amor, la mordedura de una obsesión o la podredumbre del odio.
El escritor explora como nadie antes en español los límites de la novela corta
Lo que en el cuento es contención y en la novela larga avatar desarrollado, en la novela corta es un cifrado de los relieves y dibujo de los límites. Por eso todo gran escritor (Kafka, Conrad, Camus) ha sentido alguna vez el reto al que Luis Mateo ha ido en esta obra, que se sitúa, junto a «El reino de Celama», en la cima de su literatura.
La comedia humana de Luis Mateo Díez
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