libros
Gide, escritura y secreto
El placer de un cuerpo desnudo, la furiosa atracción por los adolescentes, la amistad con Wilde, el silencio de su vida matrimonial: todo está en el «Diario» de André Gide, premio Nobel 1947

Llevar un diario es una práctica que viene formando parte sustancial de la vida cotidiana de muchas personas. Una práctica de la que muy poco sabemos, pues nos faltan estudios rigurosos sobre su incidencia y alcance en la cultura hispánica. De modo que nuestra vara de medir sigue siendo impresionista (no hay el menor acuerdo académico sobre los mejores diarios escritos en castellano, por ejemplo) y entregada a aquellos modelos extranjeros que sí gozan del aval canónico que en su día supieron concederles sus contemporáneos.
Uno de esos maravillosos diarios es el de André Gide, escrito entre 1887 y 1950, es decir, entre los 18 y los 81 años y publicado parcialmente por Gallimard entre 1934 y 1939. Se trata de una obra compleja de describir pues fue un texto permanentemente retocadoen vida del escritor, ilustrando la propia ambivalencia del autor francés ante su proyecto: si por una parte deseaba darlo a conocer (y lo hizo tempranamente seleccionando algunas entradas que publicó en revistas o en «plaquettes»), consciente de que el «Diario» podía proporcionar el retrato más veraz de sí mismo, por la otra ese deseo entraba en conflicto con el imperativo de la ocultación que dominó su vida privada.
Pulsiones inconciliables
Pocos textos acogen de forma tan intensa la oscilación entre escritura y secreto, entre lo que puede decirse y lo que debe callarse. Laura Freixas, en su perspicaz introducción a la edición en castellano del «Diario», centra el nudo del conflicto en su carácter contradictorio: fue puritano y hedonista; rentista y trabajador; creyente y agnóstico; tacaño y generoso; se adhirió al comunismo y, sin embargo, fue crítico con la evolución de la URSS; un hombre, en fin, casado y, sin embargo, permanentemente infiel a la dulce y retraída Madeleine Rondeaux, prima suya.
¿Cómo hacer compatible su pederastia con la vida matrimonial? He aquí el verdadero nudo gordiano de su vida privada, escindida entre el placer y el deber: a un lado la furiosa atracción que sentía por los adolescentes de 14 a 16 años, al otro la devota Madeleine, trasunto de su madre fallecida. Ambas pulsiones nunca pudieron conciliarse yla gran perdedora fue Madeleine, a la que Gide no sólo vio desde el principio como una sustituta materna, siéndole imposible el acercamiento sexual, sino que le ocultó, o intentó ocultarle, su intensa vida sentimental: su homosexualidad, sus largas relaciones con otros hombres o el nacimiento de su hija Catherine en 1923.
Gide sabía que el «Diario» podía proporcionar su retrato más veraz
Su defensa fue rechazar el valor moral de la sinceridad, afirmando que los buenos sentimientos de nada servían en literatura. Como réplica al rechazo de Gide, su esposa permaneció secreta para él, enigmática, muda hasta la muerte (abril de 1938) en su impuesta virginidad conyugal.
Los puntos calientes del texto
En 1996 la Bibliothèque de la Pléiade dio una muestra de su amplitud de miras publicando una nueva versión del «Journal» que incorporaba los pasajes expurgados por el propio Gide o publicados en ediciones de circulación restringida, como «Et nunc manet in te», donde el escritor, poco antes de morir, había reunido las entradas relacionadas con Madeleine. No suelen ser referencias explícitas, pues mantienen el velo con que Gide cubrió su matrimonio al tiempo que hacía público el conflicto defendiendo la homosexualidad.
Sobre esta edición del 96 trabajó Laura Freixas , experta en literatura francesa, seleccionando y traduciendo de los miles de páginas aquellos pasajes que podían ofrecer un mayor interés literario, privado o intelectual. Su acertada selección, yendo siempre a los puntos calientes del texto, viene a ser un 20 por ciento de la edición de La Pléiade, así que haciéndonos una idea de la escritura original no podemos percibir su impresionante potencia, la permanente reflexión sobre la vida humana que hace del «Diario» de Gide una cumbre literaria.
Madeleine permaneció enigmática para Gide, muda hasta la muerte
La edición tiene demasiados blancos y las notas a pie de página son desproporcionadamente pequeñas, pero la voz del escritor se abre camino con facilidad y nos permite entrar en su mundo: el insomnio, el placer de un cuerpo desnudo, los juicios sobre otros escritores, la amistad de Wilde, su relación con Dios, los libros que escribe y los que lee, la pasión por el Sur, el silencio que rodea como una burbuja su vida con Madeleine…
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