Los cuadernos de la faraona de Heracleópolis Magna
La conservadora emérita del Museo Arqueológico Nacional Carmen Pérez Die cumple 40 años al frente de la primera excavación española en Egipto, que está recuperando el pasado de la antigua capital de las dinastías IX y X
Un comité presidido por Zahi Zawass revisará el proyecto para revestir la pirámide de Micerinos en Giza

En un gesto inconsciente, la mano de Carmen Pérez Die recorre con mimo la tapa del cuaderno que acaba de tomar entre sus manos. De tamaño algo mayor que un folio y envuelto en piel marrón, se parece más a un libro, ajado por ... el uso y engordado por fotografías y anotaciones añadidas. Es uno de los ejemplares que la egiptóloga ha ido rellenando a lo largo de los 40 años que cumple al mando de la misión española en Heracleópolis Magna. En los últimos, todo se ha digitalizado, pero durante campañas y campañas de excavaciones, la exdirectora del Museo Arqueológico Nacional (MAN) y hoy conservadora emérita ha ido anotando en cuadernos como éste cada hallazgo, describiendo con detalle el tamaño, color o material de las piezas que han ido arrebatando al olvido de los siglos y reproduciendo los jeroglíficos y su significado. No resulta extraño que, sin querer, los acaricie con cuidado antes de abrirlos. Encierran el trabajo de toda una vida.
Pérez-Die era una joven conservadora del MAN cuando el entonces director del museo, Martín Almagro, le propuso hacerse cargo del proyecto de investigación español más antiguo en Egipto. En agradecimiento a la ayuda prestada en el salvamento de los monumentos de Nubia por la construcción de la presa de Asuán, el gobierno egipcio donó a España el templo de Debod y concedió permiso a los arqueólogos españoles para excavar en el país. El lugar elegido fue la antigua Heracleópolis Magna, en la actual Ehnasya el Medina, capital de Egipto durante las dinastías IX y X (entre el 2160 y el 2000 a.C.). Primero bajo la dirección del profesor Almagro y desde 1984 con el empuje de Pérez Die, sucesivos equipos de arqueólogos españoles han ido recuperando el pasado de esta importante ciudad del Egipto Medio, la Nen-nesu de los antiguos egipcios situada al sur del oasis de El Fayum.
En una conferencia reciente en el MAN y ante más de 200 asistentes que llenaban la sala, la veterana historiadora recordó los principales hitos arqueológicos de estas cuatro décadas en Ehnasya, con los hallazgos en dos necrópolis y sus más de 35 falsas puertas que separaban el mundo de los vivos y los muertos, sus tumbas decoradas y sus momias de distintas épocas, sus 'ushebtis', esas figuritas que servirían a los difuntos en el más allá, y los vasos canopos, donde se guardaban los órganos de los embalsamados. No faltaron en su relato los trabajos que están sacando a la luz cómo fue el templo del dios Heryshef, al que los griegos identificaron con Heracles, renombrando la ciudad como Heracleópolis Magna. Tampoco faltó su agradecimiento a todos los profesionales que, durante 40 años y siempre con el respaldo institucional del MAN, han partido «a la búsqueda del tiempo perdido» en este yacimiento con el objetivo de «llegar a la meta del tiempo recobrado», como ella misma subrayó.
«Alcaldesa» de Ehnasya
Detrás de los equipos que de forma casi ininterrumpida se han adentrado en las últimas décadas en la historia de Heracleópolis Magna siempre ha estado esta mujer menuda, tan coqueta como decidida. «Carmen se ha convertido en una referencia (...) es la faraona de Ehnasya», aseguró en el mismo acto Hamdy Zaki, exconsejero de Turismo de la Embajada de Egipto en España, quien llevó hasta la sala del museo un emotivo mensaje del famoso egiptólogo Zahi Hawass para Pérez Die. En un encuentro informal con ABC en el MAN días después, la conservadora emérita relata que siempre se ha llevado bien con el exministro de Antigüedades. «Yo soy muy de Zahi Hawass», dice mientras recuerda agradecida la medalla de oro que le impuso en 2010 como reconocimiento a su trabajo en Egipto.



Hamdy Zaki también contó que cuando Pérez Die viaja a Ehnasya, un enjambre de niños la rodea y todo el mundo la invita a una taza de té en su casa. «Es más conocida que los alcaldes», dijo provocando su risa. Ahora una valla protege el yacimiento, pero cuando llegó en los 80 no había separación alguna con las casas de la localidad y el trato con los lugareños era directo y constante. La arqueóloga recuerda que «salían de una, otra y otra puerta y cuando ya llevaba siete puertas y siete tés, decía: «mañana sigo el recorrido porque ya no puedo tomar más». Ese trato humano con los egipcios, asegura, ha sido muy enriquecedor. Algunos de los operarios llevan años trabajando con el equipo español, aunque la directora de la misión siempre intenta contratar también a gente nueva, para ayudar a todo el mundo. Y conoce «a tres generaciones» de una misma familia. «Hasta llegamos a asistir a un parto», comenta.
Su llegada en 1984, sin embargo, no fue fácil. Recuerda que tuvo que hacerse cargo de 50 operarios, todos hombres. «Me quedé muerta, pero más muertos se quedaron ellos» al saber que iba a dirigirlos una mujer, relata antes de confesar que «el primer año nos costó un poco a todos adaptarnos unos a otros». Y adaptarse al lugar. Se alojaron en una casa muy antigua de la cercana localidad de Beni Suef, que solamente tenía un baño. Además, no hubo suerte en la excavación. «Continuamos en una necrópolis que habían empezado nuestros antecesores y encontramos muy pocas cosas. Yo me fui un poco triste, pero al año siguiente ampliamos por los alrededores y empezaron a salir tantas tumbas que no dábamos abasto».



Los diarios de aquellos primeros años «no están accesibles», dice, pero la egiptóloga recorre las páginas de un cuaderno y muestra las fotos Polaroid de una de las falsas puertas descubiertas posteriormente en otra necrópolis, con los dibujos de las inscripciones que copió a su lado y la traducción que después traslada a los libros de registro egipcios. «Ya tengo dos libros de registro así de grandes», gesticula mientras subraya que para los egipcios «son como joyas, porque ahí está documentado todo lo que se ha encontrado» y que se conserva en museos egipcios.
Sus anotaciones son concisas, científicas, sin rastro de literatura. Nada que ver con los emotivos diarios de Howard Carter sobre el descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Al contrario del egiptólogo británico, Pérez Die se reserva ese tipo de escritos, si es que los tiene. A cambio, salpica su conversación con mil y una anécdotas. Como la de la serpiente que paralizó la excavación o la del «impactante» hallazgo de la tumba del alto funcionario Hotep-Uadyet, «con la cámara llena de pinturas del 2000 a.C.», que dejó a los arqueólogos sin habla. «Fue muy curioso porque ese mismo día cayó una tromba de agua en el yacimiento como nunca habíamos visto. Fue como si, de repente, se desatara un cataclismo en el mismo momento de encontrar la tumba y la gente empezó a decir que estaba maldita», relata sin miedo alguno. Después de abrir con emoción tantas tumbas, está convencida de que, de existir alguna maldición, hace tiempo que ella estaría muerta. Afortunadamente, «no nos ha pasado nunca nada grave a nadie», dice. Y eso que a lo largo de los años han trabajado en el yacimiento unos doscientos investigadores.
Las tumbas más buscadas
Aún se le resisten las tumbas más buscadas de Heracleópolis Magna, que sueña encontrar algún día: los sepulcros reales de las dinastías heracleopolitanas. «Es posible que fuesen pirámides pequeñas y que se hayan destruido las superestructuras y solo pervivan las cámaras funerarias, pero aquello es tan grande…», comenta la egiptóloga, que fantasea con un imposible encuentro con el faraón Merikare, el rey heracleopolitano por excelencia que recibió de su padre Jety unas famosas enseñanzas sobre cómo gobernar con justicia. «Me hubiera encantado conocer a estos personajes, poder hablar con ellos. ¿Que si me dan miedo las momias? ¡Qué va! Hay que tratarlas como personas, hay que tener mucho respeto con ellas, pero ojalá se levantaran y pudiéramos discutir, porque fíjate tú la cantidad de cosas que les iba a preguntar. Les iba a hacer un tercer grado», asegura divertida.
Su memoria se detiene en otros momentos inolvidables, como la visita de los bomberos madrileños que les ayudaron en sus investigaciones o la noche en que el arqueoastrónomo Juan Antonio Belmonte les mostró cómo todos los edificios de la ciudad antigua estaban orientados en función del templo, hacia la estrella Canopo. En la conversación salen a relucir continuamente los nombres de Antonio Gómez, Antonio Guio, María Antonia Moreno, Bettina Bader o José Javier Martínez. En Heracleópolis Magna han participado numerosos arqueólogos y egiptólogos españoles, muchos de los cuales hoy dirigen sus propias misiones en Egipto, como Myriam Seco, Esther Pons, Miguel Ángel Molinero o José Ramón Pérez-Accino, con quien la conservadora emérita del MAN trabaja en el proyecto hermanado del C2 en Luxor. Pero este puñado de profesionales a los que llama sus «clásicos» lleva más de 20 años a su lado.
Junto a ellos pasa jornadas de doce horas en el yacimiento y horas de reuniones, recopilando los diferentes puntos de vista sobre sus hallazgos. Para Pérez Die, al «temblor» ante un descubrimiento le sigue el momento más interesante, cuando tras estudiar los descubrimientos desde los diversos ángulos «el puzle encaja». «La interpretación de después es lo que más me emociona», dice esta veterana egiptóloga que se confiesa «historiadora más que arqueóloga». Y «reina de Ehnasya» si hace falta, según cuenta entre risas. Así le respondió a una funcionaria egipcia cuando rechazó su asistencia a la inauguración del Gran Museo Egipcio porque solo irán monarcas y presidentes. «Pero yo soy la reina de Ehnasya», le dijo. Y la funcionaria replicó: «Entonces estarás invitada».
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