Chet Baker. Largo viaje hacia la noche

A los 23 años, ya había llegado a la cumbre. Había fichado por el Gerry Mulligan Quartet, había tocado con Stan Getz y con Charlie Parker, que le ensalzó por su dominio técnico de la trompeta. Era un ídolo y una estrella de la naciente televisión. Fue en esa época cuando la Policía le detuvo por tráfico de drogas en Los Ángeles cuando estaba sentado con otros dos músicos en el capó de un vehículo. Como no tenía antecedentes, fue liberado al día siguiente. El trompetista decidió crear su propia banda y grabó su primer disco con la Pacific Jazz en 1953. Fue el protagonista de una película y cosechó un éxito espectacular con el disco 'Chet Baker Sings' en el que, además de tocar la trompeta, cantaba con su aterciopelada y seductora voz. Poseía un excepcional sentido de la interpretación que conectaba con el público como ningún otro músico de su época.

Baker, hijo de un guitarrista, había nacido en un pueblo de Oklahoma en 1929. Abandonó sus estudios de música para entrar en el Ejército, donde ingresó en una banda militar. Tras destacar por su talento, decidió enrolarse profesionalmente en grupos locales de California. Hasta que los grandes del género descubrieron su talento y comenzaron a ofrecerle contratos para tocar en los grandes clubes de Los Ángeles y San Francisco.

Sin haber cumplido los 30 años, Baker ya era adicto a los estupefacientes y la heroína. Fumaba de forma compulsiva, tomaba drogas antes de subir a los escenarios y había sido arrestado en varias ocasiones. Ello le empezaba a afectar a la voz. Pero aguantaba por su extraordinaria fortaleza física.

La suerte se le acabó en 1960 cuando estaba de gira en Italia, en el máximo esplendor de su carrera. Fue detenido por tráfico de drogas y condenado a un año y medio de cárcel. Volvió a Estados Unidos para grabar un disco con la RCA y luego inició una desastrosa gira por Europa. Fue expulsado de Alemania y se refugió en París, donde gozaba de un gran número de seguidores.

Sus espantadas, su mal carácter y sus antecedentes penales le llevaron a un ocaso imparable. Había fracasado en varios matrimonios y dilapidado toda su fortuna en drogas. Merodeaba por los rincones más oscuros de San Francisco para conseguir heroína cuando en 1966 le dieron brutal paliza que le dejo sin dentadura.

A principios de los 70. Baker decidió rehabilitarse con un tratamiento de metadona gracias a la ayuda de su amigo Dizzy Gillespie. Comenzó una gira por Estados Unidos y tocó con Mulligan en Nueva York. Luego fue aclamado en las grandes capitales europeas. Parecía emerger, pero todo fue un espejismo.

En su última década de existencia, Baker era un guiñapo humano. Se inyectaba heroína y tomaba peligrosos cocteles de droga sintética. Tenía accesos de cólera y pegaba a Diana Vavra, su pareja. Sus amigos le rehuían y, aunque todavía le contrataban algunos clubes europeos, acudía en lamentables condiciones.