LOS PECADOS CAPITALES DE...
Cayetana Guillén Cuervo: «Creo que la bondad es revolucionaria»
La actriz, ahora al frente de la Academia de las Artes Escénicas de España, confiesa todos los pecados que no comete
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Iniciar sesiónCayetana Guillén Cuervo, guapa a rabiar, es digna (y orgullosa) continuadora de la brillante saga de artistas a la que pertenece. Inmensa en el escenario, radiante en la pantalla, incansable en su labor al frente de la Academia de las Artes Escénicas de España ... , de la que es presidenta, habla hoy con nosotros de sus pecados capitales.
- Cayetana, le perdono un pecado, aquel del que no me quiera hablar.
- Yo te hablo de cualquier cosa, porque no tengo nada que ocultar. Pero uno que no quisiera tener cerca… la envidia no me gusta nada. Y la soberbia creo que hace mucho daño. Porque te hace daño a ti y hace daño a los demás.
- ¿Sería ese el que más le costaría perdonar en los demás?
- Yo tengo un problema y es que tengo como varios genes de empatía de más y eso me va a costar la vida, porque me pongo siempre en el lugar del otro y siempre encuentro una justificación: pues no habrá dormido, tendrá un problema, un desamor. Soy cero enfadica.
- La ira no es su pecado, desde luego.
- No, no, la ira no es mi pecado. Me cuesta mucho enfadarme.
- Dígame uno que sea capaz de cometer.
- Pues no lo sé, porque los pecados me son bastante ajenos.
- ¿No peca usted nada?
- En el concepto pecado, tal como lo conocemos, no. Yo tengo errores, tengo fallos, los cometo, pero todos estos pecados de los que hablamos, tengo poco.
- ¿Ninguno?
- A lo mejor hay quien me tilda de soberbia, pero no me reconozco ahí.
- ¿La envidia?
- Yo es que me alegro del éxito del otro. Me puede dar envidia la gente que se organiza para tener más tiempo para ella. Echo mucho de menos poder ver más a mis amigas, a mi madre, a mi hijo, a mi pareja.
- Es una envidia muy sana, no es ni envidia.
- Fíjate en los programas que yo hago, me paso la vida hablando bien de los demás. Yo, como Pessoa, creo que la opinión es horrible incluso cuando no es sincera. Opinar de los demás es una cosa muy osada, que hay que pensarse mucho, incluso si te piden opinión.
- Nada, que no me peca nada.
- A lo mejor peco de hablar mucho a veces, de ser muy intensa, de ser demasiado hiperactiva, que a lo mejor puedo llegar a agobiar al que está al lado.
- Pues terminamos sin pecar.
- Puedo intentarlo. Perdóname.
- Déjelo, me gusta así de perfecta.
- No, no soy nada perfecta. Soy cero perfecta. Pero a lo mejor dentro de un mundo diverso y ecléctico, inclusivo, podemos hablar de errores, pero de pecados es como los dos rombos. Es una etiqueta que yo creo que ya se ha fundido.
- Es usted todo lo contrario a un pecado capital.
- Pero no es una impostura. Yo soy completamente imperfecta. Pero a lo mejor no hay que hablar de pecados y hay que hacerlo de respeto, de integración, de abrazar la diferencia, de entender al otro. Porque todo el mundo lleva su guerra y como no sabes de la guerra del de enfrente, es mejor ser amable.
- Está defendiendo usted la generosidad.
- Yo creo que la bondad es revolucionaria.
- ¿Sería esa la revolución pendiente?
- Está pendiente pero también está presente. Hay mucha gente estupenda y hay que intentar rodearse de ella. Hay que tener el compromiso de dar tu mejor versión como ser humano. Porque lo fácil es que te da igual todo. Y no da igual todo. Ni siquiera la palabra que utilizas dan igual, las palabras tienen un peso específico muy grande y tienes que elegirlas muy bien. Hay que intentar buscar buena gente, gente que apuesta por el amor y por el respeto.
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