Carlos Pacheco, el hombre que amaba los superhéroes

El talento de Carlos era tan grande que los gigantes editoriales del cómic se lo rifaban, trabajando para las dos más poderosas, Marvel y DC, hasta que la primera de ellas lo amarró con un contrato de dedicación exclusiva. Los editores le entregaron a sus personajes más populares, dibujando a Batman, Superman, Spiderman, los X-Men o Los Vengadores¸ señal unívoca de que reconocían su inmenso talento. He de puntualizar que en esto de los superhéroes, Pacheco era un erudito. Lo conocía y lo había leído todo, por lo que disfrutaba igualmente dibujando a otros personajes menores (en el sentido de menos conocidos), que siempre que podía incluía en forma de cameos en sus historietas.

Ávido lector de cómics desde niño, descubrió a los superhéroes con las ediciones importadas a nuestro país por la editorial mexicana Novaro, y a través de la española Vértice. Estas lecturas ampliaron su mundo, y desde su San Roque natal soñó con la gran manzana neoyorkina por cuyos rascacielos se columpiaba Spiderman. En ese momento comenzó a fraguar su propio sueño: él sería dibujante de cómics; y si le era posible, de cómics de Superhéroes.

Para Pacheco las lecturas de los cómics de Gulacy, Steranko, Buscema, Byrne y mil autores más que inician o desarrollan sus carreras profesionales en los cómics de superhéroes de los años `70 eran una auténtica fuente de inspiración. Y dicha experiencia marca su carácter y su modo de andar por la vida. Y es que, aunque no luciese un estrambótico y colorido uniforme, Carlos tenía algo de héroe, algo de esos personajes arquetípicos que tanto amaba y que conocía mejor que nadie.

Hombre generoso dentro de la profesión, ayudaba siempre de forma discreta a todo aquello que fuera bueno para el arte de las viñetas. A la hora de hacer el bien, no ocultaba su identidad tras una máscara, pero ejercía esa labor desde la más absoluta discreción. No son pocos los autores a los que Carlos ha aconsejado y apoyado; y lo hacía independientemente del momento en que se encontrase la carrera de quién se le acercaba. Pacheco trataba con la misma cordialidad y mimo al neófito que comenzaba a abrirse paso en el sector que al autor consagrado. Nombres hoy tan conocidos como Mateo Guerrero, El Torres o Gabriel Hernández Walta han contado en algún momento con su apoyo y sabiduría.

Este último, hoy autor señero en el mercado norteamericano para editoriales como Marvel o Dark Horse, y autor galardonado con premios tan notorios como el Eisner, recuerda con cariño cómo le dio uno de los consejos más útiles de toda su carrera cuando estaba comenzando a abrirse camino en el difícil mundo de los superhéroes: «Ahora no pienses en el lector, -le dijo Pacheco-, intenta gustar a tus editores y confía en ellos». Imagino a un joven Walta preocupado ante el reto que afrontaba.

Poseedor de un grafismo y modo de narrar que no era un estándar en el mundo de los superhéroes, le torturaba la idea de que su arte no conectara con el lector; y Carlos, con la sabiduría que da la experiencia, le hizo ver que los editores conocen perfectamente su mercado y que si gustaba a sus editores, ellos sabrían buscarle acomodo a su trabajo, encargándole las colecciones idóneas a su estilo y sensibilidad.

Cuenta Walta que 'Arrowsmith: Behind Enemy Lines', el último trabajo desarrollado por Pacheco antes de que su enfermedad le obligase a dejar los lápices, cuenta con una Variant cover (portada alternativa) realizada por él; y que recuerda perfectamente el momento en que Carlos le telefoneó para proponerle si le apetecía dibujarla: «Él era así- añade-, de algún modo siempre ha estado a lo largo de toda mi carrera, desde que empecé hasta ahora».

En lo personal, he de decir que también me ayudó en diversas ocasiones. Fue el primero en llamarme cuando se enteró que quería rendirle un último homenaje a Luis Gasca. «Asier – me dijo-, antes de Luis no había nada. El fue el primer teórico español y todos le debemos mucho. ¿Cómo puedo ayudarte?». También estuvo junto a otros, promoviendo y apoyando sin fisuras la candidatura del historietista Carlos Giménez al premio Príncipe de Asturias de 2009, y mil cosas más que, en último término, solo revelan su generosidad a la hora de a apoyar desinteresadamente todo aquello que fuese bueno para el mundo del cómic.

Al enterarme de su terrible enfermedad, lo llamé para preocuparme por él, y me dio una respuesta heroica, digna de esos personajes que tanto amaba. «Asier, -me dijo-, yo sólo sé que me voy a ir pronto. Otros no lo saben, y se irán antes que yo. En este sentido, me lo tomo como un privilegio, y voy a seguir activo mientras pueda. Esta tarde participo en un pódcast sobre cómics, estoy hablando con Marvel para ver si, aunque no me da la mano para dibujar, puedo escribir algún guión para otros, y quizá, no sé, elaborar el storytelling […]».

Entre esta conversación y el día de hoy, apenas han pasado unos escasos dos meses… Huelga decir que además de toda la profesión, su legión de fans está igualmente con el corazón roto. Y quiero pensar que entre sus lectores se encuentran futuros talentos del sector; y que entre su obra y la de los que le sigan y que de algún modo han sido inspirados por él, mi amigo no se va del todo.