«El bombardeo carlista a Bilbao de 1874 se centró en áreas de población civil»
En el 150º aniversario del sitio a la «invicta villa», el arqueólogo Gorka Martín recoge en un libro las últimas investigaciones sobre el asedio y alerta sobre el ruinoso estado de las fortificaciones de las guerras carlistas
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Iniciar sesiónEn una casa particular de la calle Santa María de Portugalete se aprecian casi una veintena de marcas de impacto de la segunda guerra carlista (1872-1876), probablemente causadas por los cañones de avancarga de las tropas del pretendiente don Carlos en su avance hacia ... Bilbao. En la calle Coscojales de la misma localidad vizcaína se recuperó una bala de este tipo de artillería, deformada por el impacto, así como otros proyectiles y casquillos Remington.
También en el bilbaíno Paseo del Arenal se encontró una bala rasa de artillería, durante la construcción de un párking en el lugar donde estuvo la batería de la Muerte. Y en el cercano monte Avril se han desenterrado gran cantidad de balas, granadas y cartuchos de la carlistada. Este año se cumplen 150 años del asedio de Bilbao de 1874 y pese al tiempo transcurrido, son muchas las cicatrices y vestigios que quedan de aquella terrible guerra civil. Algunos de ellos tan evidentes como los restos de las fortificaciones que carlistas y liberales levantaron para atacar o defender la capital vizcaína.
«Son ruinas que quedan hoy en día. Hay impactos de bombas y de fusiles en edificios por donde pasamos todos los días y es un patrimonio no sé si amnesiado, olvidado o invisibilizado, pero que representa unos hechos centrales en la historia reciente de la ciudad y de España», sostiene el arqueólogo bilbaíno Gorka Martín, que ha excavado en los últimos años en escenarios de las guerras carlistas en el País Vasco, Burgos y Cataluña. Este especialista en arqueología del conflicto vive cerca de uno de esos fuertes erigidos en el cordal de Archanda que rodea Bilbao: el de las Banderas. Apenas se observan en él restos del muro perimetral y parte del foso y hoy se utiliza como estación de antenas, como otras estructuras militares de la línea de Bilbao.
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Martín se preguntaba por el papel que desempeñó este fuerte cuando subía al monte de las Banderas y «ese interés por algo tan cotidiano, pero a la vez tan olvidado como es el patrimonio de las guerras carlistas en el entorno de Bilbao» fue uno de los detonantes de su libro 'Bilbao 1874. El asedio carlista a la invicta villa' (La Esfera de los libros), una completa obra sobre este episodio bélico en la que recoge los más recientes aportes arqueológicos. En su relato, de 362 páginas, incorpora además documentos históricos que se conservan en el Archivo Histórico Foral de Vizcaya, como la tasación oficial de los desperfectos, e incluye fotografías del 'Álbum del sitio de Bilbao'' tomadas por el francés Charles Monney Millet, que regentaba un estudio fotográfico en la capital vizcaína.
«Es un material de primera calidad y muy valioso desde el punto de vista histórico, que no se había explotado hasta el momento. Se habían publicado fotos de forma puntual, para ilustrar algún asunto en concreto, pero no se había hecho un análisis histórico detallado de las imágenes», explica el arqueólogo en conversación telefónica. Estas fotografías «han servido para conocer cómo eran las estructuras defensivas de Bilbao (los fuertes, las baterías…) y para poner rostro humano a lo que se cuenta porque se ven militares, milicias civiles, niños, mujeres… Hay fotos de soldados que son unos chavales», continúa Martín.
Apoyado por estas imágenes, por ilustraciones y por mapas antiguos y de elaboración propia, como la reconstrucción del plano de Bilbao en 1874 realizada por Rafael Guinart, Martín narra el asedio desde su gestación, «en un momento en el que los carlistas controlaban todo el interior de las tres provincias vascas y Navarra, salvo las capitales».
La cuarta embestida
Bilbao no sólo convenía a los carlistas desde el punto de vista económico, por ser un importante puerto comercial y por sus minas de hierro. Era una de las capitales más comprometidas con el liberalismo y, sobre todo, una espina clavada para los tradicionalistas. En tres ocasiones anteriores la habían sitiado y en las tres fracasaron. Tomar la capital vizcaína «era la ocasión de resarcirse y de ganar rédito internacional para que alguna potencia extranjera les considerase», explica el historiador. Sin embargo, y a pesar de que la ciudad «es extremadamente difícil de proteger», la 'invicta villa' tampoco sucumbió a la cuarta embestida carlista durante la Primera República.
Al estar asentada en el fondo de un valle profundo, entre montes, el único medio de evitar el bloqueo a Bilbao era mantener abierta la navegación por la ría y ese fue el primer objetivo de las tropas carlistas: cerrar su acceso marítimo. Para lograrlo, asediaron Portugalete y los fortines de Luchana y el Desierto, que cayeron al cabo de tres semanas de bombardeos, duelos de artillería y combates. La artillería carlista tomó entonces posiciones en los montes cercanos para bombardear la ciudad, aunque también tuvo que hacer frente en Somorrostro al ejército liberal que marchó hacia la capital vizcaína para tratar de romper el sitio.
De febrero a mayo de 1874, la contienda se desarrolló en los dos escenarios: en el cinturón de asedio de Bilbao y en el campo de batalla de Somorrostro, que tras el primer choque de fuerzas devino en un contexto de trincheras, «uno de los primeros y más sofisticados ejemplos de arquitectura de trincheras de la historia militar española», según este investigador. Finalmente, en un movimiento envolvente, las tropas liberales rodearon a las defensas carlistas y éstas acabaron por retirarse.
Salpicando su narración con testimonios de la época, Martín cuenta casi minuto a minuto los movimientos de uno y otro bando hasta ese 2 de mayo que quedó grabado a fuego en la memoria de Bilbao. Aquel día, el Ejército Real del Norte abandonó al completo sus posiciones y la ciudad se vio liberada del más prolongado asedio que ha vivido: tres meses que se hicieron interminables para sus defensores.
El arqueólogo ha cruzado los datos de daños sufridos con diferentes planos de la época y sostiene que «se confirma aquello de lo que las fuentes liberales se quejaban: que la estrategia carlista no fue la anulación de las defensas militares enemigas, sino que el bombardeo se centró en las áreas donde se concentraba la población civil con el objetivo de romper la moral de los habitantes y obligarles a solicitar la rendición».
Un patrimonio en ruinas
En este punto suelen finalizar los libros que abordan este episodio histórico, pero Martín continúa su relato hasta el fin de la guerra. «Navarra va a centrar las grandes operaciones militares y Vizcaya queda como una especie de teatro secundario en el que los liberales establecen un cinturón de defensas externas más desarrolladas para evitar que se vuelva a repetir un asedio», resume. En este contexto de «guerra estática», aún los carlistas dieron un golpe de mano tomando por sorpresa uno de los fuertes, pero una vez los liberales pacificaron Cataluña y el Maestrazgo, movieron sus tropas hacia el norte y les empujaron hacia Francia. «Los carlistas resistieron en algunos puntos, pero al final se vieron copados. De hecho, le llamaron 'la desecha', porque no había nada que hacer», comenta el historiador.
En el País Vasco han catalogado casi 150 fuertes de este periodo, una veintena de ellos construidos por liberales y carlistas en el entorno de Bilbao. Pero de estos últimos, solo se conservan una decena y en diferente grado. «No hay ninguno consolidado ni restaurado y con el paso del tiempo se están arruinando y desapareciendo», alerta este investigador postdoctoral de la Universidad del País Vasco, que aboga por proteger y poner en valor los escenarios bélicos decimonónicos, como ya se ha hecho con el cinturón de hierro de la Guerra Civil. «En muchas ocasiones son los mismos lugares», remarca esperanzado en que este patrimonio «sea comprendido, valorado y la ciudadanía se apropie de él y lo disfrute».
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SuscribeteRedactora especializada en arqueología y patrimonio. Autora de 'España, la historia imaginada' (Espasa) y coautora, junto con Federico Ayala, de 'La Gaceta olvidada' (Libros.com).
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