JUGUETES ROTOS
Bernard Madoff, el mayor estafador de la historia que nunca pidió perdón
Fue condenado a cadena perpetua y murió en prisión en 2021 tras engañar con un fraude piramidal a bancos e inversores privados

La magnitud de la caída suele ser proporcional al ascenso social que un individuo puede alcanzar. Bernard Madoff, paradigma del éxito en los negocios de Wall Street, pasó del todo a la nada en tan sólo una noche. Fue el 10 de diciembre ... de 2008 cuando Madoff reveló en una cena en su casa de Nueva York a su mujer y sus dos hijos que su empresa estaba en quiebra y que había engañado a decenas de miles de inversores.
Al día siguiente, dos agentes del FBI se lo llevaron detenido. Todo indica que fueron sus dos hijos los que le denunciaron, aunque era cuestión de tiempo que el fraude se hiciera público.
El juez Stanon cuantificó su estafa en 64.000 millones de dólares, la mayor de la historia
La crisis financiera de ese año provocó la quiebra de muchos bancos de inversión estadounidenses como Lehman Brothers. Madoff había llegado al final de su huida hacia adelante, ya que carecía de activos para reembolsar a los clientes que querían recuperar su dinero. El juez Stanton, que abrió una investigación penal, cuantificó la estafa en 64.000 millones de dólares, la mayor de la historia.
Tras el juicio, Madoff fue trasladado a una cárcel de Carolina del Norte, donde falleció por causas naturales en abril de 2021 tras once años de reclusión en un severo régimen penitenciario. La condena impuesta fue de cadena perpetua, ya que el tribunal dictó que debía permanecer en prisión durante 150 años.
Madoff había creado la empresa que llevaba su nombre a comienzos de los años 60. Empezó con unos ahorros de 5.000 dólares y la ayuda de su suegro. Hijo de una familia de clase media judía, había abandonado sus estudios universitarios y se ganaba la vida con oficios como la instalación de aspersores de riego. Gracias a su talento para las relaciones sociales, logró captar los fondos de miles de pequeños inversores que canalizaba a otros intermediarios financieros tras cobrar una comisión.
Al cabo de una década, ya era una de las grandes firmas de Wall Street. Su crecimiento fue meteórico al ofrecer rentabilidades anuales superiores al 10%, muy por encima de la competencia. Se fue creando la fama de mago de las finanzas y grandes bancos como el gigante japonés Nomura colocaban sus productos. Los millonarios estadounidenses hacían cola para ser recibidos por el genio.
Fue uno de los fundadores del índice Nasdaq, era el presidente de la asociación nacional de sociedades de Bolsa, estaba en los consejos de administración de grandes compañías y era una de las personas que asesoraba al Gobierno en la regulación de los mercados. En realidad, Madoff Securities era una carcasa vacía, pura fachada que le permitía estafar a sus clientes con un esquema piramidal, por el que pagaba los intereses mediante las aportaciones de sus nuevos inversores. Al llegar la crisis, todo se vino abajo.
Lo más increíble del caso es que un analista financiero llamado Harry Markopolos había llegado a la conclusión en 1999 de que la empresa era un fraude. Era imposible que ofreciera esas rentabilidades. Markopolos presentó sus estimaciones a la Comisión de Valores, que las desechó. Tardaría nueve años en darse cuenta de que tenía razón. Ya en la cárcel, el propio Madoff reconoció que, si la autoridad bursátil hubiera hecho su trabajo, podría haber detectado fácilmente el fraude.
«Que se jodan mis víctimas. Mis clientes eran avaros y estúpidos, se merecían lo que les pasó», aseguró en una entrevista en la cárcel
Nunca pidió perdón ni se arrepintió de sus trampas. «Que se jodan mis víctimas. Mis clientes eran avaros y estúpidos, se merecían lo que les pasó», aseguró en una entrevista en la cárcel. Como sabía que moriría en prisión, hasta el último momento mantuvo su actitud desafiante.
Pero los últimos años de su vida estuvieron llenos de adversidades. Todos sus bienes fueron embargados, empezando por su lujoso apartamento en Manhattan y la sede de la empresa. Uno de sus hijos se suicidó al ahorcarse con la correa de su perro. Y el otro murió de un cáncer. Nunca perdonaron a su padre, ya que también ellos fueron acusados de cómplices y corresponsables de la estafa.
El balance final del fraude fue demoledor, ya que los bancos y los intermediarios financieros que confiaron en él sufrieron pérdidas enormes. Casi 40.000 inversores privados vieron reducida a cero su inversión en productos que eran puro papel. Una caída que arrastró a quienes se dejaron seducir por su don de gentes.
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