Belén y Nazaret, bajo la lupa de la arqueología

Hoy una estrella de plata indica el lugar donde la tradición sitúa el nacimiento de Jesús de Nazaret. Los cristianos han venido venerando desde antiguo esa gruta de la Natividad donde se cree que nació el Mesías y donde se construyó una primera basílica en el siglo IV, antecesora de la actual. Santiago Guijarro, catedrático de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, explica que a partir de Constantino (el emperador romano que en el año 313 proclamó la libertad de culto), la ciudad de Belén experimentó un gran impulso, pero ya antes vivían en ella numerosos cristianos. «Hay testimonios de finales del siglo II (Tertuliano) y del siglo III acerca de la presencia de cristianos que guardan memoria de los lugares vinculados al nacimiento de Jesús«, señala.

A mediados del siglo XX, el arqueólogo franciscano Bellarmino Bagatti excavó parte de la gruta de la Natividad y los aledaños de la basílica «confirmando la antigüedad» del lugar, según recuerda Jaime Vázquez Allegue, doctor en Teología Bíblica y profesor en el CESAG ( Universidad Pontificia Comillas). También en las excavaciones en años posteriores en el perímetro de la iglesia «los arqueólogos encontraron restos de mosaicos de épocas diferentes que confirmaban que aquel lugar había sido objeto de veneración desde la época del emperador Constantino«, añade Vázquez.

De la antigüedad de la ciudad de Belén hay constancia porque aparece mencionada en las cartas de Amarna, unas tablillas cuneiformes halladas en Egipto, y por un sello datado en los siglos VIII-VII a.C. hallado en 2012 a las afueras de la Ciudad Vieja de Jerusalén con su nombre. Entre 2015 y 2016 también se excavó cerca de la basílica bajo la dirección de Shimon Gibson y Joan Taylor y, según recuerda Pedro Cabello, autor de 'Arqueología Bíblica' (Almuzara, 2019), «su equipo desenterró una gran cantidad de cerámica y artefactos que datan del siglo I d.C. que demuestran la existencia de un pueblo en la época de Jesús«.

La Universidad de la Sapienza (Roma), bajo la dirección de Lorenzo Nigro, ha realizado en los últimos años diversas campañas arqueológicas en las necrópolis cercanas de la ciudad (Jalet al-Jam'a, Jebel Dhaher, Bardhaa, Hindaza), donde han dado con «hallazgos interesantes, pero no directamente relacionados con el texto bíblico», continúa este doctor en Ciencias Bíblicas por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Los estudios en estos cementerios, que datan de la Edad del Bronce, con algunas tumbas de la Edad del Hierro y de los períodos helenístico y romano, «apuntan a una población de pastores y campesinos«, señala Nigro, en un artículo de 2023 enviado a ABC.

En el siglo I, Belén era una aldea relativamente pequeña de extrarradio de Jerusalén, aunque «conservaba una cierta 'solera' nobiliaria al ser la 'patria chica', el lugar de nacimiento del rey David», según Cabello. A juicio de este profesor de Arqueología Bíblica, «su extensión pudo ser de ocho a diez hectáreas y su población de unos trescientos habitantes cuando nació Jesús«. A apenas 8 kilómetros de la capital israelí, su ubicación geográfica la convirtió en un lugar de paso, »puerta sur de entrada y salida de Jerusalén«, resalta por su parte Vázquez Allegue.

No se ha hallado constancia arqueológica de que estuviera amurallada, como indican las referencias bíblicas, aunque las necrópolis investigadas estaban protegidas por torres de vigilancia. Según Vázquez, «en época de Herodes, la población de Belén vivió su mayor esplendor, las murallas fueron fortalecidas y la ciudad embellecida«. Un indicio de ello es que un desvío del acueducto construido por Poncio Pilato llegaba hasta la ciudad.

A solo cinco kilómetros de Belén, el monarca ordenó edificar una residencia fortificada sobre la cima de una montaña, que la arqueología está sacando a la luz. Aunque en los tradicionales nacimientos también se suele colocar un castillo en alto, Guijarro no cree que evoque el Herodion, «dado que los belenes son muy tardíos y se inspiran en paisajes medievales».

De perímetro circular, la fortaleza de Herodes excavada en la roca era fastuosa. Tenía unos treinta metros de altura y contaba con tres grandes torres semicirculares y una cuarta redonda con varios pisos superiores que albergaban lujosas estancias. En su interior había un jardín con peristilo, un triclinio o comedor que conducía a unas termas... y al pie del castillo se construyó un complejo de edificios, jardines, piscinas y hasta un hipódromo. En este palacio, cuyas excavaciones dirige actualmente el arqueólogo israelí Roi Porat, Ehud Netzer encontró en 2007 la tumba y el sarcófago de Herodes.

La matanza de los inocentes atribuida a este monarca no está documentada históricamente, pero no es un episodio descabellado, a juicio de Guijarro o Cabello, sobre todo en el final del reinado de Herodes, marcado por el miedo a que le arrebataran el trono. «La lista de asesinatos, solo en su familia, es la de un asesino en serie», sostiene el autor de 'Arqueología bíblica', convencido de que la matanza de los niños de Belén y alrededores sería «una mera anécdota a la luz de todo lo que hizo a lo largo de su vida». «La imagen del Nuevo Testamento de Herodes como suspicaz y sanguinario contra todo aquel que intentara debilitar su hegemonía es concorde a lo que conocemos de él en las fuentes de la época», añade Cabello.

Enclavada en la actual Cisjordania, las excavaciones en Belén, dependientes de la Autoridad Nacional Palestina, se hallan suspendidas por la guerra. A más de cien kilómetros de distancia, en el norte de Israel, se encuentra Nazaret, donde la arqueóloga Yardenna Alexandre lleva años investigando. Hoy es una ciudad «completamente diferente« al »pequeño pueblo agrícola« en que Jesús pasó su infancia y juventud, según relata Alexandre a ABC.

Por entonces, la población vivía «en la zona de la actual Iglesia de la Anunciación, a cinco minutos a pie del manantial«, indica la arqueóloga. Estaba apartada de las vías principales que pasaban al sur, desde Megido hasta el Mar de Galilea y al norte, desde Acre hasta el mismo destino también llamado lago de Tiberíades o de Genesaret. »Su relevancia fue mínima, por no decir nula, tanto desde el punto de vista político como económico ya que nunca aparece en las fuentes antiguas«, señala Cabello. A solo cinco kilómetros al sureste de Séforis, capital de la región, el arqueólogo Berlamino Bagatti estimaba que pudo tener cuatro hectáreas y entre 200 y 400 habitantes, aunque Rainer Reisner amplió la superficie hasta las 24 hectáreas.

Las investigaciones arqueológicas han dado con «restos de diferentes periodos expuestos en el sitio de la Iglesia de la Anunciación, excavado por Bagatti, el pozo de María y muchos más«, resume por su parte la arqueóloga israelí. Los trabajos del franciscano en 1955 dieron con restos de una iglesia cruzada, vestigios bizantinos, así como de las casas-gruta del antiguo pueblo, que contaban con silos para el almacenamiento.

Bajo el convento de las Hermanas de Nazaret, el equipo de Alexandre descubrió «una casa (solo excavamos una parte) con un patio. Un pozo subterráneo, que puede haber sido originalmente para almacenamiento, pero que en la época de la Primera Revuelta Judía contra los romanos se amplió para esconder materiales y personas».

Para Cabello, «afirmar, como hizo el británico Ken Dark, que aquella vivienda precisamente es la casa donde vivió Jesús es difícil de demostrar arqueológicamente, pero tampoco es descabellado ya que sobre aquel lugar hubo una iglesia bizantina (...) y el hecho de que se convirtiera, tempranamente, en lugar religioso y de culto podría apuntar a algún tipo de relación con Jesús«.