ABCBares, la gran extinción#CancionesDeBar
 Parroquianos del Horno, el bar de El Cubo de la Solana (Soria). Foto: ABC/ Miguel Muñiz
Parroquianos del Horno, el bar de El Cubo de la Solana (Soria) ABC/ Miguel Muñiz

Bar de pueblo. Tres estaciones

Bar de pueblo. Tres estaciones, por Enrique Delgado Sanz - ABC.es
por Enrique Delgado Sanz

Los bares de los pueblos pequeños tienen tres estaciones: el almuerzo, el vermú y la hora de la cerveza. Cada momento tiene sus protagonistas y sus conversaciones, pero que gente tan distinta acuda al mismo sitio deja claro que si las localidades más pequeñas del mundo rural se quedan sin el bar, de lo poco que todavía les queda, perderán mucho más que ese lugar donde se bebe café o cerveza.

El almuerzo

El Cubo de la Solana (Soria). 48 habitantes. 11 de la mañana.

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Miguel Ángel Ramírez y Amalia Escuín, del HornoABC/ Miguel Muñiz

Amalia Escuín y Miguel Ángel Ramírez cogieron las riendas del Horno, el bar de la localidad, hace dos años. Tiempo suficiente para que sus arroces hayan ganado fama. Es normal, llegaron a Soria desde Alicante. «Se ha portado muy bien el pueblo», explica Ramírez, que hace mención tanto al gasto que han hecho en paellas y menús este verano, como a la responsabilidad de cada uno al calarse la mascarilla entre trago y trago. En lo que llegan los primeros parroquianos, el hostelero reconoce que hay algo de miedo en la gente. Esta primera estación es la de los trabajadores y la de aquellos que se acercan al pueblo para hacer algún recado.

El primero que abre la puerta es Alberto Flores, el auxiliar del ayuntamiento. Un par de cafecitos rápidos y vuelta al trabajo. Antes de irse deja la frase que lo resume todo: «Si cierra el bar, se acaba el pueblo». También con la mascarilla por delante llegan José Luis Pérez y Miguel Ángel Sanz, ya jubilados, que lo tienen igual de claro: «Este bar tiene misma importancia que un tres estrellas Michelín en la capital, y no hay más». Ramírez sale de la barra y se sienta con ellos. Dos cafés y una cerveza en la mesa, también un poco de ventresca para que el trago pase mejor. Con el cuerpo caliente, la tertulia empieza por lo económico y termina con pinceladas de neurociencia. «Ya hemos arreglado el país», zanja Pérez antes de dejar paso a los siguientes.

«Se ha portado muy bien el pueblo», explica Ramírez, que hace mención tanto al gasto que han hecho en paellas y menús este verano, como a la responsabilidad de cada uno

Turno para el panadero, que deja la hogaza, se toma un café y vuelve a la furgoneta. Después, la cartera hace lo propio y, cuando Amalia y Miguel Ángel se quieren dar cuenta, ya es hora de pensar en las comidas. «Que aquí también cocinamos muy bien», presume ella, que sugiere alargar un poco el toque de queda los fines de semana, los días en los que el bar da cobijo a más gente: «No sólo vienen los de aquí, también los de los pueblos de al lado, que allí no tienen nada y se acercan a tomar una cervecita o a cenar". Ahora, con el toque de queda, les toca bregar, como a todos, pero su responsabilidad es algo mayor. Además de sostener el negocio, que tengan éxito ayudará a mantener vivo al pueblo.

El vermú

Renieblas (Soria). 68 habitantes. Dos menos cuarto de la tarde.

Bar de pueblo. Tres estaciones, por Enrique Delgado Sanz - ABC.es
Isidoro Gallardo, exalcalde, y Andra LazarABC/ Miguel Muñiz

En el local hay dos personas que, a primera vista, no parecen tener mucho en común. Dentro del bar calienta la lumbre y la estación de mediodía en los bares del pueblo es, con permiso de los trabajadores que buscan un plato caliente, la de la gente más veterana. Isidoro Gallardo fue hace años el alcalde y a esta hora es el único cliente. Andra Lazar, detrás de la barra, se preocupa por que todo esté perfecto ahora que el coronavirus obliga a extremar las precauciones.

Él gestionó ese bar 32 años junto a su esposa; ella cogió el testigo y, de momento, lleva dos haciendo lo mismo con su marido. Ambos, aunque distintos, saben perfectamente que este modesto pero acogedor establecimiento debe seguir abierto para quien quiera tomar una cerveza antes de comer, por mal que vengan dadas.

«Tiene que seguir abierto a toda costa, lo tenía claro cuando lo llevábamos nosotros, cuando era alcalde y ahora pienso igual», manifiesta Gallardo. Y parece que su sucesor en la Casa Consistorial también comparte el mensaje. «Este año, para poder mantenerlo abierto, el ayuntamiento nos ha quitado el alquiler. Entre eso y que vivimos arriba y no tenemos muchos gastos, podemos ir tirando», comenta Lazar.

«Tiene que seguir abierto a toda costa, lo tenía claro cuando lo llevábamos nosotros, cuando era alcalde y ahora pienso igual»

El antiguo alcalde, mientras apura su cerveza, confiesa que una de sus motivaciones para seguir yendo cada día a ese bar, donde estudió cuando era la escuela de chicos, es contribuir, aunque sea con un puñado de euros al día, a que la persiana no se baje para siempre. Como indica Lazar, el bar es un gran aliciente para la pequeña sociedad de Renieblas: «Tenemos grupos de Whatsapp y siempre hay alguien que pregunta que quién hay en el bar. Mucha gente viene para estar un rato y hablar».

A veces, y aunque parezca mentira, que un anciano salga de su casa para ir al bar del pueblo es un gesto que esconde algo más que el simple hecho de ir a disfrutar de un par de cervezas.

La hora de la cerveza

Almarza (Soria). 183 habitantes. Siete y diez de la tarde.

Bar de pueblo. Tres estaciones, por Enrique Delgado Sanz - ABC.es
Bar Cuatro VientosABC/ Miguel Muñiz

Ya es de noche y cambia el paisaje. En la tele echan la Champions y en el bar Cuatro Vientos hay empate entre pensionistas y cotizantes. «Ha bajado mucho el negocio», se queja Borja Martínez, el propietario, quien lamenta que los fijos no puedan ahora jugar a las cartas por la tarde: «Antes tomaban su café, su chupito, echaban su partida, pero ahora no pueden. Por ejemplo, un hombre que siempre venía, desde que ha pasado todo esto, no ha vuelto. La gente tiene miedo».

Esa gente a la que se refiere Martínez, en estos pueblos, es bastante mayor. No debe de ser fácil salir de casa con la incertidumbre en el bolsillo y patologías previas en la cartilla médica. Como para tentar a la suerte por echar un chato. Y menos con el hospital más cercano a 25 kilómetros.

Un hombre que siempre venía, desde que ha pasado todo esto, no ha vuelto. La gente tiene miedo

Mientras tanto, los más jóvenes, que rondan los 40, discuten sobre el partido. A estas horas el personal ya está más relajado, arreglar el mundo da igual y tampoco es momento de cavilar sobre si el bar donde se reúnen podrá seguir abierto después de esta crisis. Basta con pasar un buen rato y comentar la jugada con el compañero que haya ese día en la mesa. El fútbol es buena excusa para tomar una cerveza. Además, en un rato, sobre las 9, juega el Real Madrid, pero sólo podrán ver el primer tiempo. Las cosas del toque de queda.

«Saldremos adelante, pero…», suspira Borja detrás de la barra. Mañana será otro día.