ABCBares, la gran extinción#CancionesDeBar
La calle Malasaña, en Madrid. Foto: De San Bernardo
La calle Malasaña, en Madrid De San Bernardo

Malasaña: nos van a desinfectar

Malasana: nos van a desinfectar, por Jesus Lillo - ABC.es
por Jesús Lillo

Si a La Banda sin Futuro le debemos «Nos van a desinfectar» –vagido del pop viral y retroviral, compuesto cuando no había redes sociales, ni siquiera pandemias– al sector de la hostelería malasañera, ahora agrupado y movilizado en la iniciativa Madrid sin Futuro, le tenemos que agradecer la actualización del No Future situacionista y punk, eslogan y declaración de principios que del anarquismo de salón y de los estudios en los que Poch grababa la maqueta de sus delirios pasa ahora, muy aseadito, a las oficinas en las que se planifican las estrategias empresariales, en este caso de supervivencia y fomento del negocio. Vamos avanzando, y también abreviando. No Future es ahora No Money.

En los primeros días del pasado mayo, el Ayuntamiento de Madrid proyectó en sus marquesinas, entonces sin otra campaña de publicidad que la sanitaria, una animosa cuenta atrás para marcar la reapertura de los bares y las terrazas, meta volante de una libertad dosificada, administrada desde arriba. El mismo consistorio, en un prodigio de adaptación al medio y al tiempo, abre el último número de su revista gráfica y gratuita, disponible en bares cerrados, valga el contradiós, con una ilustración en la que once jóvenes -casi el doble de los permitidos- celebran un guateque en un piso de la zona de Conde Duque. Si el medio es el mensaje, el mensaje es el medio para montar fiestas domésticas, permitidas por el alcalde si son tan cívicas y aburridas como la que refleja el dibujo de la publicación municipal.

La turismofobia que el carmenismo dejó prendido de los balcones –«SOS Malasaña»– es hoy el fósil de un disparate, como esas luces de Navidad, ya colgadas, que este año no van a iluminar a nadie

Malasaña hiberna, y el señor Eusebio, el último tabernero del barrio, el único que conoce las lindes que separan Maravillas de San Ildefonso, pasea ojo avizor por sus calles mientras hace recados y recala en los últimos establecimientos que quedan abiertos. La turismofobia que el carmenismo dejó prendido de los balcones –«SOS Malasaña»– es hoy el fósil de un disparate, como esas luces de Navidad, ya colgadas, que este año no van a iluminar a nadie cuando se haga de noche.

Los hosteleros de Malasaña, como los propietarios de las tiendas de macanas, abiertas en su día para mitigar el aburrimiento de los turistas que tanto molestaban a los vecinos y votantes de Carmena, confiaron en la veracidad de aquellas fases de la desescalada que Salvador Illa iba cantando como el que se echa un mus en La Fragua, mirando de reojo la persiana echada de El Pico. También se creyeron lo de la nueva normalidad. «Vuelven los bares», gritaban en el tráiler, volvía a ser por mayo, que anunciaba su frustrado regreso. Ahí están ahora, cerrados o entreabiertos, como expresión del fin de una apretura aglomerativa que fue su santo y seña, hoy disuelta por la distancia antisocial.

Dice la historiografía oficial que la Movida malasañera surgió como reacción, nada más falso y extemporáneo, a las restricciones impuestas durante décadas por un régimen autoritario, léase Franco. A ver qué inventan ahora que de verdad tenemos restricciones. La ilustración de la revista del Ayuntamiento no es muy prometedora, pero seguro que a alguien se le ocurre algo y podemos organizar, en el Nueva Visión o en La Vía Láctea, cruzando la calle, a ver qué dice el señor Eusebio, una buena movida. De momento, cualquier antro abierto después de las doce es ya un after.