ABCBares, la gran extinción#CancionesDeBar

«Es el mismo desastre de la construcción de hace una década»

«Es el mismo desastre de la construccion de hace una decada» - ABC.es
por Érika Montañés

Con su desaparición, se consumaría el «exterminio» del epicentro de nuestra vida social y socializadora tal y como la conocíamos hasta ahora.

¿Qué es un bar para un español? ¿Ejerce de epicentro de su vida social? ¿Es diferente para nosotros que para, por ejemplo, un finlandés o un inglés? Los sociólogos del consumo y la política social escrutan el rol que desempeñan estos establecimientos para la población y la conclusión respecto a la ciudadanía española es meridiana: nuestro país era, antes de estallar la pandemia del Covid-19, el lugar del mundo con una ratio más elevada de bares por habitantes, y si existían, era porque había demanda. «Es por algo», y ese «algo» ayudan a desgranarlo para ABC dos expertos de la Federación Española de Sociología: Carlos Fernández, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, y Esteban Agulló Tomás, profesor titular de la Universidad de Oviedo. El diagnóstico de Fernández, cuando interrelaciona bar, español y pandemia, raya la crudeza: si se confirman las teorías de la expansión del coronavirus por aerosoles decisivos en los espacios cerrados, «obligaría a limitar al máximo la interacción dentro de espacios cerrados y ello llevaría a prescindir de quedar en el interior de bares y restaurantes, y en general, de reducir la vida social al mínimo posible. Si no se contiene ahora, me temo que el turismo y la vida social tal y como la conocemos ahora será inexistente en los próximos años». ¡Años!

Son espacios de socialización vitales en España, que reúnen a vecinos, amigos, familias, colegas y turistas

Años sin bares. Regiones de España, como La Rioja o Cataluña, ya han bajado las persianas, en principio, por un mes. Prorrogable. La Federación Española de la Hostelería saca la calculadora y estima en 100.000 (más o menos la mitad de los actuales) el rastro del «exterminio» de bares en los rincones de un país acostumbrado a cantar el «cumpleaños feliz» y gritar «gol» en las salas de un bar. Y es que «son espacios de socialización vitales en España, que reúnen a vecinos, amigos, familias, colegas y turistas. La grupalidad característica de nuestra sociedad, frente a un mayor individualismo en otras sociedades, se hace especialmente presente en esos espacios», arguye Fernández. Esteban Agulló agrega que, en esencia, su concepción es la de ser «establecimientos comerciales, cuya finalidad es ofrecer un servicio de comidas y bebidas. Pero en nuestro país cumplen una serie de funciones características de nuestra cultura: son un lugar de encuentro y comunicación, de socialización, de ocio y esparcimiento, un punto de reunión y trabajo, un ecosistema que sirve y propicia interrelaciones entre personas que se conocen y se preocupan entre sí, una comunidad que ofrece apoyo y compañía, un medio que genera una cultura gastronómica y la reproduce, como en el caso del folclore». Es tal la multiplicidad de funcionalidades diversas que les granjean un carácter «diferenciador. En gran medida se trata de un gran patrimonio cultural y social», describe el profesor asturiano, hasta el punto de que revela un dato por pocos conocido: existe una plataforma para que se les declare Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco.

Idiosincrásico

Respecto a que el bar sea un elemento integrador de la idiosincrasia de España, el catedrático de Madrid aduce que no es diferente a otras culturas, como en Inglaterra, con los pubs, o los cafés en Francia, pero «lo cierto es que se hace difícil pensar en un país con tantos negocios de este tipo como España y en el que cuenten con tanto peso en su economía y tanto aprecio social. En Finlandia, la obsesión nacional son las bibliotecas y la española parece que son los bares, creo que lo dice todo». Y es que Carlos Fernández aboga por recordar, en plenas bocanadas de la segunda ola del coronavirus, que «hay vida más allá de los bares», consciente de que «el bar se ha convertido en todo un símbolo nacional». En un país tan aposentado en las sillas de un bar, los efectos de su cierre se dejarían notar, señalan ambos analistas de la sociedad, hasta en la salud mental de las personas.section.modulo.infografia

Gráfico: Laura Albor.

«Aunque el mundo se hunda, hay que quedar a tomar una caña –ironiza Fernández-, pero es que a una parte importante de la población le resulta prioritario juntarse con un grupo de pares o con sus familias en estos lugares, en vez de optar por una actividad más personal o introspectiva. La razón por la que España ha vivido tan volcada hacia el bar, fuera del hogar, puede deberse incluso a que las viviendas son pequeñas y no son confortables, sobre todo en las grandes ciudades, así que la gente no invita en casa; también por la gratificación del encuentro en un espacio neutro donde uno puede dar rienda suelta a sus impulsos y deseos dentro de un límite, y sin tener que limpiar lo ensuciado; el gusto por una sociedad ruidosa y grupal característica de una cultura mediterránea donde a la gente la gusta estar en la calle». En síntesis, «el bar es el espacio donde los individuos se liberan del estrés, donde la gente se desinhibe, donde se comparten rituales y experiencias colectivas». Queremos estar pegados, en lugar de marcar distancias. Cosa abyecta en esta pandemia.

Consecuencias de su cierre

La telaraña de bares diseminados por el país forman parte de nuestra esencia socioeconómica, dicen los especialistas, así que las consecuencias de su cierre serán totales en ambos ámbitos, el social y el económico.

«Negocios quebrados, situaciones familiares difíciles, desempleo en un colectivo con personas con muchas personas con poca cualificación y con dificultades de insertarse laboralmente, en el terreno económico es la caída temporal de un símbolo de la economía española –recoge Fernández, que invita a reflexionar estableciendo un parangón-. El bar ha sido una salida profesional digna ante el desmantelamiento de la industria nacional y mucha gente ha podido salir a flote gracias a estos negocios. Su cierre es un desastre como el de la construcción de hace una década».

En Finlandia, la obsesión nacional son las bibliotecas y la española parece que son los bares, creo que lo dice todo

La economía va a sufrir porque España es un país desindustrializado –«no es Alemania», compara de nuevo el sociólogo de la Autónoma-. «Muchas personas abrieron un negocio que se convirtió, además, en espacio de socialización del barrio o del bloque. Y dio empleo a otras personas. Con el boom turístico, se ha convertido en un nicho importante de negocio y ha sido fundamental para la construcción de la imagen turística más característica: la España de la fiesta perpetua. Con 80 millones de turistas y una cultura de fiesta, los bares no parecían sobrar. Con una pandemia mundial, sin turistas ni fiesta, no hay negocio para todos», analiza Fernández.

En palabras de Agulló, «somos seres sociales y la vida desfila y fluye en los bares y cafeterías como tal. Porque en los bares desayunamos o merendamos, pero también se agenda una entrevista de trabajo, se juega una partida de cartas, se liga y se reúne la comunidad de vecinos para desarrollar una asamblea. Así que el cierre de estos negocios es un duro golpe para la vida normalizada alrededor de ellos. Si bajan las persianas, los problemas y disfunciones psicológicos en las personas pueden agravarse también, sus índices de ansiedad, apatía, etcétera». Se conceptualizan daños hasta en la salud mental de la gente.

Queremos estar pegados, en lugar de marcar distancias. Cosa abyecta en esta pandemia

En cuanto a la devastación económica más que evidente, Agulló acepta que «entra en la lógica mercantil». «No hay muchos ni pocos bares, si existen es que pueden pervivir –asevera-. De lo contrario, cierran. Pero si en España sobresalía su número es porque somos una población muy social, comunitaria, celebrativa. Desde tiempos remotos y propiciados también por nuestro clima, nos caracterizamos por ser una cultura de vivir «hacia afuera», de disfrutar la calle, las terrazas y el barrio, y todo ello pasa por la versatilidad de los establecimientos hosteleros. Tenemos tabernas, cantinas, cafés, ateneos, restaurantes, discobares, chiringuitos y pubs adaptados a esas funciones. Nuestra estructura productiva depende de estos negocios, pero es necesario su cierre por la evolución tan alarmante de la pandemia. Somos comunidad y vivimos en comunidad. Ahora hay que cuidar a la comunidad y la ciudadanía acabará respondiendo adecuadamente a lo que se le pida si entiende que es necesario». Pese al perjuicio, con bares o sin ellos, seremos resilientes y responsables, infieren los dos profesores.