Cualquier otra ciudad
Dry Martini, y esto se lo reconocen hasta sus detractores, es el bar de calle más bonito de Europa. Y es un centro de la vida social de Barcelona, y el centro de la vida nocturna de los turistas de un cierto nivel que vienen a visitarnos. En Dry Martini, Barcelona mira al mundo, y por unas horas abandona el tristísimo ombliguismo. Es uno de los pocos espacios que aún quedan en Cataluña en que los catalanes no estamos «entre nosotros» ni hablando sólo de lo mismo. No hay mayorías aplastantes y cada persona cuenta y es propietaria de sus horas sin que nadie se las discuta.
Vida urbana, ordenada, respetuosa, muchas noches entras en el bar y no conoces a nadie y tienes por fin la sensación de estar en una gran ciudad. Barmans jóvenes que conocen las recetas tradicionales, formalidad en el trato, complicidad de fondo si eres cliente de muchos años, y esta paz con que tú quieres resbalar hacia el fin de la noche cuando el día está ya ganado o perdido, y el cuidado con que tu bar te acompaña con su caricia anestesiante. Nada es local ni provinciano en Dry Martini, y si remite a alguna historia es a la de la coctelería, y está en Aribau pero podría estar en cualquier otra ciudad y sería exactamente el mismo bar y funcionaría exactamente igual.
Es uno de los pocos espacios que aún quedan en Cataluña en que los catalanes no estamos «entre nosotros»
La gran higiene de Dry Martini es que no tiene señas de identidad nacional, y que todo el mundo está en casa y todos partimos de viaje sin que ningún aldeanismo nos obligue inmediatamente a regresar. Así fue Barcelona hace muchos, muchos años, cuando no queríamos dar lecciones sino más bien demostrar que las habíamos aprendido, cuando leñadores y campesinos se ocupaban del bosque y del arado en lugar de conducir al suicidio a mi ciudad.
Persiste pese a todo en su singularidad el bar que fundó Pere Carbonell y ahora posee y dirige Javier de las Muelas, a la vez íntimo e impersonal, a la vez el bar de todos y mi bar, con la calidad que te permite sentirte único y la escala que te impide que un exceso de pedantería cantonal te convierta en un ridículo personaje de éxtasis provinciano. Hay un rigor en los barmans más jóvenes, un rigor y una capacidad, que elevan la esperanza en el futuro de esta ciudad. Junto con Dry Martini, esto sucede en Gresca, Coure, Nairod y muy pocos casos más. Dry Martini es una trinchera contra el atraso autorreferencial.
La gran higiene de Dry Martini es que no tiene señas de identidad nacional, y que todo el mundo está en casa y todos partimos de viaje sin que ningún aldeanismo nos obligue inmediatamente a regresar
Es de los pocos establecimientos que tienen garantizada su continuidad aunque los peores estragos de la pandemia estén aún por llegar. Quedará destruida Barcelona, quedará destruida Cataluña por la torpeza de sus gobernantes, superior en mala fe e ignorancia a la del Gobierno -para que se hagan ustedes una idea del tipo de gravedad-, y cuando ya todo sean ruinas, las ruinas de nuestra fatuidad y de nuestra falta de agallas, estará aún Dry Martini abierto como la promesa cuimplida de un futuro mejor que tarde o temprano llegará.