antiutopías

Asger Jorn y el pasado de la izquierda cultural

La exaltación libertaria ha sido reemplazada por la moralización canceladora

El IVAM despliega la creación abierta del artista danés Asger Jorn

«Monstruos de todos los planetas, ¡uníos!». Leo esta frase y tengo que levantar la cabeza para confirmar que me encuentro en el IVAM de Valencia y no en el Congreso de los Diputados. Aquellas palabras, en efecto, no las soltó un político contemporáneo ... tratando de formar una mayoría parlamentaria o un frente amplio para pelear una candidatura, sino un artista, el danés Asger Jorn, a quien el museo le dedica ahora una importante retrospectiva.

Los monstruos que convocaba Jorn eran los artistas que mantuvieron vivo el espíritu revolucionario de la vanguardia en la segunda mitad del siglo XX, cuando ya parecía agotada. Algunos de ellos compartieron filas con él en la Internacional Situacionista, el grupo que desdeñó a los surrealistas y existencialistas por atender a los momentos maravillosos o trascedentes de la vida y descuidar su trascurrir cotidiano. Era allí, en la vida diaria, donde había que producir una gran revolución que librara al joven del mayor mal que lo perseguía en las boyantes sociedades de posguerra: el fatídico aburrimiento.

Jorn y los situacionistas habían detectado que la nueva sociedad del espectáculo estaba convirtiendo al joven en un plácido espectador que desperdiciaba la vida delante de una pantalla, y cuyo destino era la sumisión a la norma y al capitalismo. Su acción revolucionaria fue convertir la vida en una permanente aventura en la que cabían la utopía urbanística, el expresionismo desmañado de Jorn o la intervención de imágenes para subvertir su significado; el famoso détournement que se popularizó en Mayo del 68.

Esta exposición recuerda ese pasado remoto de la izquierda cultural en el que se enfrentaba al paternalismo estatal y buscaba ampliar la autonomía individual. Un pasado que contrasta con nuestro presente en el que la exaltación libertaria de la vida ha sido reemplazada por la abrazoterapia y la moralización canceladora. He ahí una de las paradojas de nuestro tiempo: quienes renegaban del aburrimiento y usaban su imaginación para combatirlo, ahora son sus más conspicuos y orgullosos promotores.

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