Cuando Vincent se convirtió en Van Gogh
La National Gallery de Londres celebra su bicentenario con la primera exposición del artista en su historia, centrada en sus años en la Provenza francesa, cuando la luz y el color inundaron su pintura
La National Gallery de Londres se reinventa en su bicentenario

«Mi plan es ir al sur por un tiempo tan pronto como pueda, donde hay aún más color y aún más sol», escribe Vincent a su hermana Willemien a finales de octubre de 1887, mientras se alojaba con su hermano Theo ... en París. Agotado de la vida en esta ciudad, donde apenas estuvo dos años, Van Gogh pone rumbo a la Provenza en febrero de 1888. Se dirige a Arlés, atraído por sus paisajes, sus huertos en flor, y en busca de la intensa luz de la zona, que consiguió que los colores vibrantes inundasen su paleta, hasta entonces mucho más sombría: amarillos, verdes, azules... El poder expresivo del color le permitió alcanzar la intensidad, la imaginación y la emoción que quería transmitir en su arte. Buscó su admirado Japón en el sur de Francia... y lo encontró.
Es uno de los pintores más queridos y admirados de la Historia del Arte. Sin duda, su trágica biografía, como ocurre en otros casos (véase Frida Kahlo), ayudó a gestar el mito. Al holandés Vincent van Gogh (1853-1890), un ataque de locura le llevó a cortarse una oreja tras una acalorada discusión con Gauguin y su vida acabó en un trágico final, tras pegarse un tiro. Hordas de visitantes se arremolinan a diario en su museo en Ámsterdam. Es también uno de los artistas más cotizados en el mercado. En 2022, 'Huerto con cipreses' (1888) se vendió en Christie's de Nueva York por 117,2 millones de dólares, récord del artista. Superaba los 82,5 millones pagados en 1990 por el 'Retrato del Dr. Gachet' (fue entonces el precio más alto pagado por una obra de arte). Cuentan que su propietario, el japonés Ryoei Saito, quería que el cuadro fuera incinerado junto a él. Afortunadamente, no fue así cuando murió en 1996. Hoy es propiedad de un multimillonario europeo. Paradójicamente, solo consiguió vender en vida un cuadro y por un precio miserable: cinco francos.
La National Gallery de Londres celebra este año su bicentenario y el plato fuerte es la exposición 'Van Gogh: poetas y amantes', que podrá visitarse del 14 de septiembre al 19 de enero de 2025, en las salas históricas del museo. Será la última exposición temporal en ellas. Dentro de un año volverán al ala Sainsbury, que se está rehabilitando y ampliando. Además, se está reinstalando toda la colección del museo: se reforzarán algunas salas monográficas de artistas, se mostrarán las nuevas adquisiciones y los últimos préstamos... «Habrá sorpresas y cosas nunca vistas», promete Gabriele Finaldi, director del museo.
Se centra esta deslumbrante muestra en los años que el artista pasó en el sur de Francia: concretamente, en Arlés y en Saint-Rémy-de-Provence entre febrero de 1888 y mayo de 1890. Un periodo corto pero muy fértil y fecundo –pintó tres centenares de obras–, decisivo en su carrera y que conocemos muy bien gracias a la abundante correspondencia con su hermano Theo. El título de la muestra alude a cómo la imaginación poética y el amor se convierten en temas centrales de su producción. Imaginó a sus amigos como poetas y amantes.
Admirador de la música de Wagner, del arte japonés, de las novelas de Zola, Pierre Loti y Maupassant, el pintor postimpresionista no tuvo suerte en el amor. Romántico empedernido («no puedo vivir sin amor»), Van Gogh fue un amante decepcionado. Se conocen algunas de sus conquistas: Caroline Haanebeek, Eugénie Loyer, Kee Vos, Clasina Maria Hoornik, 'Sien' (una prostituta con la que tenía planes de casarse), Margot Begemann, Agostina Segatori... Todas fracasaron.
La exposición, comisariada por Cornelia Homburg, especialista en la obra de Van Gogh, y Christophe Riopelle, indaga en el proceso creativo del artista y sus fuentes de inspiración: Rembrandt, Hals, Delacroix, Millet, Daumier... Además, explora «no tanto este intenso periodo de actividad, sino cómo Van Gogh quiso crear una obra expresiva que fuera pionera del arte del futuro». Un estilo propio con el que transmitir una profunda emoción. La muestra desvela sus estrategias y ambiciones artísticas y descubre que Van Gogh fue un pintor reflexivo, lejos del sambenito de pintor espontáneo. Gabriele Finaldi destaca que sus pinturas «son de una originalidad asombrosa y una expresividad única». ¿Por qué celebrar el bicentenario de un museo histórico con Van Gogh, artista al que el museo dedica su primera exposición en 200 años? Explica Finaldi -luce corbata amarilla en honor al artista- que «es la muestra del compromiso que tuvo la National Gallery en 1924 con la entrada del arte moderno. Fue un momento muy importante».
La National Gallery adquirió hace cien años, gracias al mecenazgo de Samuel Courtauld, dos obras maestras de esta etapa: uno de sus 'Girasoles' (1888) –un año después de pintarlo, envió el cuadro a Theo y permaneció en la familia hasta 1924– y 'La silla de Van Gogh' (1888). Una compra visionaria que marcó el compromiso de la pinacoteca londinense con la pintura moderna. En una sala contigua se confronta en estos momentos a David Hockney con Piero della Francesca. Además, el museo cuenta en su colección con otros dos importantes lienzos de Van Gogh de esta etapa: 'Hierba larga con mariposas' y 'Campo de trigo con cipreses'. Cuatro de los seis Van Gogh de su colección están en la exposición.



Arlés, 1888. Tras una breve estancia en varias pensiones, Van Gogh alquila cuatro habitaciones en la Casa Amarilla, situada en una esquina de la Place Lamartine, al norte de la ciudad, donde vive e instala su estudio. Van Gogh convierte el parque público frente a ella en 'El jardín del poeta', por donde imagina paseando a Dante, Petrarca o Boccaccio. Con este cuadro, flanqueado por 'El amante' y 'El poeta', arranca la muestra. Pinta en Arlés vistas de la localidad y sus alrededores, que convierte en espacios idealizados; también, la Casa Amarilla (que vemos en un cuadro cedido por el Museo Van Gogh de Ámsterdam), su dormitorio (cuelga la versión del Art Institute de Chicago), su silla... Estas pinturas cuelgan en otra sala, en el centro del recorrido, cuyas paredes se han pintado de amarillo. El resto luce de un azul verdoso, color muy usado también por el artista en sus cuadros.
No resulta fácil, ni mucho menos barato, reunir un grupo tan nutrido de obras maestras de Van Gogh (medio centenar, entre lienzos y dibujos), especialmente de sus años en el sur de Francia, el periodo más codiciado por los coleccionistas. Los seguros y transportes de las obras de arte se han disparado. El 'loco del pelo rojo' pintaría en Arlés siete versiones de sus audaces girasoles (cuatro en una semana a finales de agosto de 1888 y tres entre noviembre y diciembre de 1888 y enero de 1889), hoy en los principales museos del mundo y reproducidos hasta la saciedad en postales, pósteres y todo tipo de 'merchandising', que copan las tiendas del museo. Uno fue destruido en la II Guerra Mundial. La exposición reúne dos de ellos, que flanquean a 'La Berceuse' ('La nana'). Se recrea así un espléndido 'tríptico', que Van Gogh imaginó para su casa, como aparece en un boceto incluido en una carta a Theo.
Los 'Girasoles' supusieron un punto de inflexión en su desarrollo artístico (un enfoque novedoso, desinhibido, libre) y se hallan entre sus composiciones más populares: junto al lienzo del museo londinense, otro cedido por el Philadelphia Museum of Art, de 1889, que sale por vez primera de Estados Unidos desde que fue adquirido en 1935 por Carroll Tyson. El museo norteamericano lo compró años después, en 1963. En ambos estampa su firma ('Vincent') en los jarrones.
Experimentos de color, estas sinfonías en azul y amarillo («¡Qué hermoso es el amarillo!», decía) con las que revoluciona la pintura (son algo profundo, distintivo y radical) están cargadas de significado. En la literatura holandesa, los girasoles son símbolo de devoción y lealtad. Van Gogh identificaba los girasoles con Gauguin. En 1887 ya había pintado algunos en Montmartre. En la Provenza pintará además adelfas, rosas, lirios...



Con la serie de los 'Girasoles' Van Gogh quería no solo decorar la Casa Amarilla, sino también exhibirlas en la Exposición Universal de París en 1889. La decoración estaba destinada a un huésped muy especial: su admirado Paul Gauguin, al que esperaba entusiasmado y ansioso, aunque se hizo de rogar. No llegó hasta octubre y se marchó en diciembre. «Tengo la ambición de impresionar a Gauguin con mis trabajos», confiesa a Theo. Van Gogh soñaba con crear en Arlés una comunidad de artistas, un 'estudio del sur', con Gauguin como mentor. Pero ese sueño nunca se cumplió. Compañeros incompatibles, la relación entre ambos fue muy tensa y acabó como el rosario de la aurora (continuas discusiones, demasiado alcohol) y Van Gogh, con una oreja menos (dicen que se la entregó a una prostituta), en vísperas de Navidad, tras sufrir un colapso nervioso. Van Gogh y Gauguin nunca más se vieron. «No soy un enfermo mental», escribe a Theo.
En Arlés, Van Gogh pinta paisajes, jardines, flores, autorretratos (la National Gallery de Washington ha cedido uno de 1889) y excelentes retratos simbólicos, como 'El poeta' (retrato de su amigo el pintor impresionista belga Eugène Boch)', préstamo del Orsay. Cuenta Vincent a Theo en una carta: «Por fin tengo un primer boceto de esa pintura con la que he estado soñando durante mucho tiempo». Deseaba pintar a un amigo artista que sueñe grandes sueños. «Lo he pintado como una especie de poeta; su cabeza, refinada y nerviosa, contra un fondo ultramar profundo».
Posaron para él Madame Ginoux, a la que retrata vestida de arlesiana (hay dos versiones en la exposición); el apuesto teniente zuavo Paul-Eugène Milliet (lo retrata en 'El amante'), el campesino Patience Escalier, el cartero Joseph Roulin y su esposa. Cuelga en la muestra 'Madame Augustine Roulin meciendo la cuna', conocido como 'La Berceuse', del Museum of Fine Arts de Boston. Hizo varias versiones de ella. La que se incluye en la muestra tiene colores llamativos y flores en el fondo. Sostiene en sus manos la cuerda que mece la cuna, aunque ésta no se ve. Van Gogh imaginaba este cuadro en un barco para que los pescadores al verlo recordaran cuando los acunaban.



Préstamo del Orsay parisino, otra joya de la muestra, 'Noche estrellada sobre el Ródano', que en junio regresó a Arlés, muy cerca de donde fue pintado en septiembre de 1888 este cuadro, antecedente de su celebérrima 'Noche estrellada', pintada en 1889 en Saint-Rémy-de-Provence, hoy en las colecciones del MoMA. Comentaba Vincent a su hermana Willemien en una carta: «Ahora mismo quiero pintar un cielo estrellado. A menudo me parece que la noche es todavía más rica y colorida que el día, con tonos violeta, azules y verdes más intensos. Si prestas atención, puedes ver que algunas estrellas son amarillas, otras rosas, verdes...» Posiblemente, lo esbozara junto al río, pero lo acabó en su estudio. Tomó la vista desde el pequeño puerto al norte de Arlés, pinta las farolas encendidas a orillas del Ródano y, en el cielo, las brillantes estrellas que componen la Osa Mayor. Hay dos veleros varados en un banco de arena y, en primer plano, una pareja de amantes pasea del brazo.
Aparte de Arlés, la exposición también se centra en Saint-Paul-de-Mausole, un monasterio románico convertido en hospital psiquiátrico, a las afueras de Saint-Rémy-de-Provence, donde Van Gogh ingresó voluntariamente el 8 de mayo de 1889 a causa de sus crisis nerviosas y donde permaneció un año. «La vida sucede... en el jardín, no es tan triste», escribe a Theo. Pinta árboles azules que parecen bailar (pinos, cipreses, olivos), troncos que se abrazan cubiertos de hiedra... De nuevo, un jardín idealizado para los amantes. Aunque meses después, ese edén se tornaría en un lugar amenazante de ansiedad y sufrimiento.
En mayo de 1890, Van Gogh abandona la Provenza. Tras pasar unos días con Theo en París, se marcha a Auvers-sur-Oise, a unos 30 kilómetros al norte de la capital, donde el 29 de julio, a los 37 años, murió en la pensión Ravoux, donde vivía, a causa de las heridas tras pegarse un tiro en un campo de la zona. Hace unos años surgieron nuevas tesis que apuntaban a que no se suicidó, sino que un joven le disparó accidentalmente. Tesis que hoy parece descartada. En el cementerio de la localidad se hallan juntas las tumbas de Vincent y Theo, hoy lugar de peregrinación para las legiones de fans del pintor. Desde el día 14, también lo será, a buen seguro, la National Gallery de Londres.
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