El proyecto Collegium convierte Arévalo en enclave del arte del siglo XXI

Las obras allí expuestas confrontan diferentes concepciones del tiempo en un mismo espacio, en el que se han conservado buena parte de las antiguas pinturas y decoraciones religiosas que añaden capas de significado en un diálogo temporal entre presente y pasado. Precisamente, la muestra es la segunda de la serie 'La colección: diálogos' y aúna 32 piezas de 29 artistas de 13 países distintos, que se relacionan entre sí con gran naturalidad gracias a una pretendida disposición lógica dentro del espacio —a veces laberíntico— de una muestra con una importante apuesta por discursos marginales, muchas veces a través de la búsqueda de la identidad y la diversidad sexual.

Adrastus es el nombre de la colección que cimienta Collegium y que fue galardonada en febrero de este año con uno de los premios 'A' al coleccionismo de ARCO. En esta exposición se ha querido contar con obras de las otras dos colecciones premiadas desde la feria de arte contemporáneo de Madrid: la de Juan y Patricia Verguez, y la de Alejandro Lázaro y Alejandra González, con notable presencia de la primera. No es casual que el objetivo de la fundación sea la «creación, investigación y exposición» de arte emergente del siglo XXI.

La muestra, comisariada por el curador Aldones Nino, habitual de Collegium, cuenta con creaciones de Tomás Saraceno, Monika Sosnowska, Ana Mendieta, Danh Vo, Alicja Kwade, León Ferrari, entre muchos otros. Las obras pertenecen a colecciones públicas y privadas, ya que también cuenta con la participación del Museo Reina Sofía, del MUSAC, del Centro de Arte Dos de Mayo y del MACBA de Barcelona, entre otros. De momento, la cantidad de visitantes ronda las «40 o 50.000 personas al año», señala Javier Lumbreras, dueño de la colección y principal impulsor del proyecto.

La ciudad milenaria de Arévalo es un enclave inteligente para aunar tradición y modernidad, Historia y memoria, conceptos fundamentales en la cita. La iglesia de San Martín sirve como espacio temporal donde ubicar las exposiciones hasta que el Museo Collegium esté completo. Este proyecto pretende adaptar y reconstruir el perímetro que conforma el antiguo colegio de los jesuitas y la antigua iglesia de San Nicolás —de unos 15.000 metros cuadrados—, próximos a la exhibición. Allí se situará la exposición permanente de Adrastus, cuya colección reúne cerca de mil obras de más de 150 artistas y 45 países, así como otras muestras temporales.

«La recuperación de edificios históricos es muy importante», defiende Lumbreras, y añade que sólo en Castilla y León hay «más de 21.000 construcciones abandonadas», lo que le inspira a replicar el proyecto de Arévalo en otros lugares como visión de futuro. La elección de la ciudad medieval no es casual, ya que el coleccionista nació allí y desde joven tenía la inquietud de acercar el arte a un entorno rural, sacarlo de sus circuitos clásicos y buscar una experiencia distinta para el usuario: «El verdadero objetivo es que sea útil desde el punto de vista social, cultural e intelectual», explica el abulense, que menciona que desde que empezó a coleccionar hace 37 años, se ha guiado por la filosofía de Ralph Waldo Emerson: «El propósito de la vida no es ser feliz, es ser útil».

«Una de las funciones que tiene y tendrá Collegium es no dificultar esa capacidad de entablar una relación cognitiva con el arte, sino fomentarla a través de la intuición. Ya de por sí una iglesia es un entorno familiar, no es como llegar a un cubo blanco. No es un museo totémico, aquí hay otra materialidad», expresa el coleccionista, a quien también interesa recoger las impresiones de los usuarios que visitan sus exposiciones, y pone en valor el «conocimiento intuitivo» que tienen aquellos que viven en entorno rural. «Es una desconsideración pensar que el público rural no es capaz de llegar a ver una exposición y generar unas emociones», esgrime. Estas emociones forman parte del material para la investigación de la fundación.

Al contrario que en la anterior exposición —en la que, bajo la batuta de Chus Martínez, se convocó a varios artistas españoles para que crearan obras 'ad hoc'—, esta adolece de cierta escasez de arte nacional. Lumbreras admite que hasta hace poco tiempo, en su colección «no había creaciones de artistas españoles, con casi mil obras». La explicación es que «en las ferias y galerías internacionales los artistas españoles tienen muy mala presencia».

 No es que haya poca costumbre de coleccionismo, ni por falta de tradición en las artes, según valora. En su opinión, hay una problemática respecto al fomento del «coleccionismo del arte, porque no hay coleccionistas españoles comprando en los eventos internacionales», lo que les resta cierta cotización en el mercado del arte global. «Comparado con lo que venden sus homónimos ingleses, alemanes o estadounidenses, no valen prácticamente nada», se lamenta Lumbreras.