El arte moderno se instala en el corazón del Museo de Bellas Artes de Amberes
Tras once años cerrada al público, la mayor pinacoteca de Flandes vuelve a abrir sus puertas mañana después de acometer un ambicioso proyecto de renovación del edificio histórico y de ampliación de sus espacios: cuatro patios se han convertido en diez galerías para exhibir arte moderno
Enviada especial a Amberes
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Iniciar sesiónMañana repicarán las campanas en todas las iglesias de Amberes. Lo hacen en muy contadas ocasiones: visitas reales o cuando, tras la batalla de Waterloo, regresaron a la ciudad en 1815 las obras de arte confiscadas años antes por el Ejército francés en conventos, iglesias ... y organismos estatales. En esta ocasión, el motivo es que el Museo Real de Bellas Artes de Amberes (KMSKA), uno de los más señeros de Europa y el mayor de Flandes, reabre sus puertas tras once años cerrado por obras de renovación y ampliación, que ha llevado a cabo el estudio KAAN Architecten, de Róterdam. Erigido sobre los restos de la ciudadela española que mandó construir el duque de Alba, se halla en el barrio Het Zuid. En la plaza que hay ante la gran escalinata que da entrada al museo, se halla la ‘Fuente profunda’, de Cristina Iglesias, creada en 2006.
El camino no ha sido fácil. Algunos espacios de almacenaje de obras fueron refugio antiaéreo y búnker antinuclear en la Guerra Fría. La demolición supuso un auténtico ‘tour de force’: hubo que eliminar 1.350 toneladas de hormigón y 81 de acero. A ello se sumó la retirada de amianto. Antes de su apertura, se escogió a cien personas para examinar los textos de sala, la web, las audioguías, etc. Los trabajos han devuelto al centenario edificio, diseñado por Jean-Jacques Winders y Frans van Dijk e inaugurado en 1890, su esplendor original: estucos, molduras, mosaicos, color de las paredes de las salas (rojo pompeyano, verde oliva)... Se han restaurado los medallones, frisos, bustos, capiteles y esculturas de su imponente fachada, incluidos los carros tirados por caballos, obra de Thomas Vinçotte (‘El triunfo de las Bellas Artes’), que coronan el museo. Debido a su deterioro, no se pudo rescatar el mosaico situado en la logia de entrada. Se ha creado en su lugar uno nuevo, el más grande de Bélgica, de 76 metros cuadrados, compuesto por 480.000 teselas. Pesa tres toneladas. Es un diseño de Marie Zolamian.
En las salas históricas la colección no se muestra por épocas ni por escuelas, sino temáticamente. Bajo rótulos como ‘Redención’, ‘Cielos’, ‘Poder’, ‘Sufrimiento’, ‘Impotencia’ o ‘Felicidad’, se exhiben pinturas religiosas, bodegones, paisajes y retratos. El núcleo central lo forman los monumentales retablos de Rubens y Van Dyck. Además, convive el arte antiguo con el moderno. Así, Van Eyck, Van der Weyden, Antonello da Messina o los propios Rubens y Van Dyck se codean con Marlene Dumas, Luc Tuymans, Basquiat o Bill Viola. También, con las instalaciones del artista Christophe Coppens, inspiradas en detalles de diez obras del museo. En la sala donde cuelga ‘La Adoración de los Magos’, de Rubens, se halla un sofá-dromedario muy kitsch. El jardín se rescata no solo como lugar de encuentro para los ciudadanos de Amberes; también como una sala más del museo, donde se exhiben esculturas.
Pero, sin duda, lo más ingenioso del proyecto es la ampliación. Se ha creado un nuevo museo vertical, distribuido en diez salas de un blanco impoluto (el contemporáneo cubo blanco), invisibles desde el exterior. Destinado a exhibir arte moderno, utilizando cuatro patios originales, situados en el corazón del edificio histórico. Hubo que levantar un volumen de acero de un millón de kilos. En realidad, son dos museos en un único edificio: encajan como piezas de Lego. Al entrar, el visitante podrá elegir si visitar a los viejos maestros o a los modernos iconoclastas.
El ala Ensor (el museo atesora la mayor colección del mundo del artista belga, con obras maestras como ‘La comedora de ostras’ y ‘La intriga’) actúa como bisagra entre ambos universos, muy distintos: la simetría del edificio del XIX contrasta con la asimetría de las nuevas salas en altura, volumen e iluminación. Se han instalado 198 tragaluces o lucernarios. Una espectacular escalera al cielo, de 98 escalones y 40 metros de longitud, conecta las nuevas galerías del primer piso con las del último. En las plantas intermedias, unos oscuros gabinetes, de un azul intenso, para exhibir dibujos, grabados y pequeña escultura.
El año 1880 se ha tomado como fecha para dividir ambas colecciones: la histórica y la moderna. Y es que el Museo Real de Bellas Artes de Amberes renace con un pie en el pasado y otro en el futuro. Se ha ganado un 40% de espacio expositivo (tiene 21.000 metros cuadrados en total). De las 8.400 piezas que atesora en su colección, 650 se exhibirán en la colección permanente. El resto se conservan en el nuevo depósito de obras, de 3.660 metros cuadrados, distribuidos en dos plantas. Cuenta el museo con un taller de restauración, donde se trabaja a vista del público, por el que ya han pasado más de 133 pinturas y esculturas para su puesta a punto. El presupuesto del proyecto ha sido de unos 100 millones de euros. «Modesto», según los responsables, pues lo comparan con lo que han costado las ampliaciones de otros museos: 375 millones el Rijksmuseum de Ámsterdam o 230 millones el Kunstmuseum de Zúrich. El museo cuenta con proyectos de investigación sobre Rubens y Ensor y un programa de artistas en residencia.
La directora general del KMSKA, Carmen Willems, advierte que se han abordado, y se seguirá haciendo, asuntos como inclusión, diversidad, feminismos, esclavitud y colonialismo, y expolio nazi. Se ocupa de ello un comité. En la cartela de un cuadro de Ferdinand Bol, ‘Jan van der Voort y su hermana Catharina con su sirvienta’ (1661), se incluye ahora una cita sobre la sirvienta negra. Reza así: «La joven sirvienta sigue siendo anónima. La esclavitud ya estaba prohibida en el siglo XVII en la República holandesa, pero esta pintura revela que aún permanece». Durante su cierre, el museo ha estudiado con varios expertos su pasado colonial: cómo se financió el edificio, su colección y la oscura historia del zoo humano de la Exposición Universal de 1894. El KMSKA no se construyó con fondos coloniales, pero varios donantes de obras eran activos en el comercio de las colonias. De las 1.742 obras donadas al museo, 57 (un 3,3%) probablemente fueron financiadas con dinero generado en las colonias. En el punto de mira, una escultura de marfil de Josuë Dupon o un busto de Leopoldo II, de Thomas Vinçotte.
La colección del museo atesora siete siglos de arte (del XIV al XX, de los primitivos flamencos a los expresionistas). Con permiso de Rubens, de quien cuenta con 27 pinturas y 600 grabados, la estrella es la enigmática y sensual ‘Virgen con el Niño y ángeles’, de Jean Fouquet, que hace unos años visitó el Prado. Más que moderna, es futurista: piel blanquísima, luce un corpiño muy ajustado, tiene un pecho al aire y está rodeada de querubines rojos y azules. Se cree que el artista tomó como modelo para el rostro de la Virgen a Agnes Sorel, amante de Carlos VII. Si el Louvre tiene su ‘Gioconda’ italiana, el KMSKA tiene su ‘Gioconda’ francesa. Esta obra da nombre al restaurante del museo: Madonna. Además, cuenta con obras de Simone Martini, Hals, Massijs, Antonello da Messina, Patinir, Van Eyck, Clara Peeters, Cranach, Van der Weyden, Memling, Van Dyck, Tiziano, Rodin, Chagall, Modigliani, Magritte, Broodthaers... y la mayor colección del mundo de Rik Wouters.
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