Los Museos Vaticanos sacan a la luz detalles inéditos de sus obras maestras recién descubiertos
Viajamos al Taller de restauración de los Museos Vaticanos, donde aparecen desde una huella dactilar de Leonardo da Vinci hasta el reflejo del cielo en los ojos de una Madonna pintada por Rafael
Corresponsal en el Vaticano
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Iniciar sesiónUna huella dactilar de Leonardo da Vinci en su única obra expuesta en los Museos Vaticanos; una pincelada azul que hizo Rafael en los ojos de una 'Madonna' para imitar el reflejo del cielo; una extraña moneda del ducado de Castro encastrada ... en las decoraciones de una sala de los Palacios Apostólicos. Son detalles que pasan desapercibidos a quienes visitan cada día los Museos Vaticanos, pero no a los 36 restauradores que trabajan en sus sótanos, dos pisos bajo el nivel de las salas.
Podría decirse que llevan cien años trabajando, pues en 1923 se inauguró este pionero 'Taller de restauración de pinturas y material policromado'. Desde entonces, por sus manos han pasado tablas de Giotto de la antigua basílica de San Pedro, los frescos de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina, o un lienzo de Caravaggio de los museos vaticanos; pero también momias del antiguo Egipto, piezas de las necrópolis romanas o pinturas de arte contemporáneo. Para celebrarlo, han abierto sus puertas a medios de comunicación. Una curiosa visita durante la que los conservadores apoyaron pinceles y esponjas en sus tableros para explicar los entresijos de su trabajo.
El taller consiste en dos grandes salas que suman 350 metros cuadrados. Ahí, sin orden aparente, algunas obras esperan su turno pacientemente apoyadas en caballetes, mientras otras están ya casi listas para regresar al museo. Entre frascos con líquidos de colores, lupas, focos y grúas hay iconos dorados, estatuas de santos, lienzos del Barroco, y un óleo de la primera mitad del siglo XX.
Los únicos autorizados a 'cuidarlos' son los modernos sucesores del 'mundator', oficio instituido en 1543 por el Papa Pablo III para el responsable de desempolvar periódicamente la Capilla Sixtina. Se les distingue por sus batas blancas, como médicos que velan por la salud de los tesoros artísticos de este lugar. «Es cierto, somos como un cirujano que debe comprender lo que ocurre al paciente, pero también prevenirlo. No se trata sólo de reparar una obra sino de descubrir por qué se estropea, evitar lo que la daña y, si es necesario arreglarla, decidir cómo intervenir sobre la pieza del modo menos invasivo posible», explica la responsable de este taller, Francesca Persegati.
Desde Pablo III hasta hoy, para definir las tareas del 'restaurador' tuvieron que pasar varios siglos. «Al principio las reparaciones se encargaban a artistas, escultores restauraban esculturas, pintores restauraban pinturas», explica una de las restauradoras, Alessandra Zarelli, mientras trabaja sobre un lienzo del siglo XVI, 'La Virgen de la Pera', de Moretto de Brescia. Como limitarse a reparar no resolvía los problemas, en 1923 el Vaticano abrió el actual taller, poco después de que en 1919 lo hicieran el British Museum y el Museo Arqueológico del Cairo, y antes del Louvre de París (1925) o del Metropolitan de Nueva York (1930).
«Lo que capacita para descubrir detalles maravillosos es la primera fase de la restauración, que consiste en estudiar profundamente la obra y familiarizarte completamente con la técnica que usaron para realizarla», apunta Zarelli. «A veces se restaura una obra para investigarla, más que para conservarla, para revisar su datación, su atribución o su procedencia», explica su compañera, Rossana Giardina, mientras trabaja en un icono ruso del siglo XIV. «Cuando removemos las sustancias no pertinentes, salen a la luz los detalles», asegura. Ella es también una de las responsables de retirar cada año el polvo acumulado en los frescos de la Capilla Sixtina y la Capilla Paulina. «Allí, de cerca, puedes notar las pinceladas veloces e incisivas que trazaba Miguel Ángel. Te encuentras cara a cara con personajes de miradas vivas que te interrogan, que parece que te preguntan qué haces ahí y cómo lo estás haciendo», reconoce.
Una de las principales satisfacciones para este equipo fue la restauración del 'San Jerónimo', obra inacabada de Leonardo da Vinci, en la que descubrieron un crucifijo de perfil que el artista dejó solo esbozado. «Ver la obra de cerca te revela cómo trabajaba este genio», explica el restaurador Paolo Violini. «Te das cuenta de que a un cierto punto Leonardo decidió abandonar el pincel, mezclar tonos directamente en las manos y extender el color con los dedos. Se nota que modeló el cielo con las manos porque dejó marcadas sus huellas dactilares», asegura.
Sólo en 2023 han restaurado treinta piezas y cinco salas del Vaticano. Pero también han tenido que intervenir de urgencia para resolver daños en las obras provocados por personas o por la temperatura.
Restaurar una obra de arte es un trabajo no exento de riesgos. «Cuando tienes en tus manos una obra maestra, tener un poco de miedo a estropearla o dar un paso atrás es un modo de manifestarle respeto», explica la conservadora Angela Cerada, que lleva 30 años en este lugar. «La grandeza de un restaurador es saber cuándo debes detenerte y reconocer que no tienes los medios para afrontar un problema», confirma la responsable, Francesca Persegati. De hecho, en estos cien años, han dado un paso atrás en dos ocasiones. Primero, con la restauración de la Capilla Sixtina, que no pudo hacerse hasta 1980, y después, con la de las estancias de Rafael, que aún no se ha completado.
«En 1970, el director de este taller reconoció que no tenía los medios para restaurar las estancias de Rafael. Ahora, después de cincuenta años, pudimos intervenir», asegura Persegati. El año que viene esperan concluir la 'Sala de Constantin'», en la que trabajan desde 2015. Es la última sala en la que trabajó el genio renacentista, y ha arrojado algunos datos sobre el carisma de Rafael.
«Además de gran artista, Rafael fue un gran 'director de orquesta', tenía gran capacidad para dirigir el trabajo de sus colaboradores», explica Angela Cerreta. «Rafael hizo los dibujos preparatorios de las dos primeras paredes de esta sala y pintó personalmente dos alegorías de virtudes. Luego, falleció. Y aunque sus colaboradores eran buenos artistas y siguieron trabajando en ella para completarla, lo que hicieron a partir de entonces no fue tan refinado como cuando él les coordinaba», asegura.
La cantidad de obras pictóricas de los Museos Vaticanos, unas 5.300 obras de arte y decenas de miles de metros cuadrados de frescos, son la garantía de que no faltará trabajo a su equipo de restauradores. Para celebrar sus primeros cien años, han preparado contenidos especiales para quienes visiten el museo de los Papas. Durante unos meses, junto a treinta y cinco de sus obras maestras habrá un QR-code que permitirá ver en los móviles y en la web del museo estos y otros detalles inéditos que han descubierto: desde una mosca a tamaño natural en la 'Galería de los Mapas', hasta el color original que Rafael dio al manto de la Virgen del 'Retablo Oddi'.
Lo hacen recordando la frase del primer director de este taller: «Somos guardianes de los Poemas pictóricos más sublimes del mundo».
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