Lluís Borrassà: el arte del retablo y los pintores esclavos del gótico catalán
El MNAC explora la figura del pintor catalán a través de sus trabajos para la Catedral de Barcelona
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Iniciar sesiónLluís Borrassà (1360-1425), maestro del retablo y responsable de uno de los talleres más solicitados durante la baja Edad Media, recibió en 1406 el último pago por la realización de un conjunto dedicado a san Antonio Abad para la Catedral de ... Barcelona. 70 libras de la época, 16.800 dineros, por, entre otras cosas, la pintura del sacristía posterior. Del retablo, despiezado y dispersado en siglos posteriores, poco se sabe, pero sí que ha sobrevivido una transcripción del contrato que el pintor firmó y en el que se estipulaban tres pagos distribuidos en las festividades de Navidad, Pascua y Todos los Santos. El último, recuerden, de 70 libras. 16.800 dineros.
Algo menos, 66 libras de nada, pagó Borrassà en 1392 por la compraventa de Lluc, esclavo tártaro que, a diferencia de otros esclavos, también pintaba. Es más: a Lluc, el hombre de las 66 libras, se le atribuyen entre otra cosas, el retablo de Santa María de Copons, el Calvario del museo Episcopal de Solsona, la tabla de San Esteban del Museo Diocesano de Barcelona, el retablo de San Miguel Arcángel de la catedral de Amberes, y el Lamento sobre el cuerpo del Cristo difunto de Pollensa. «Borrassà se lo compró a un carpintero de Mallorca», apunta Cèsar Favà, responsable del área de arte gótico del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y comisario de la exposición «Lluís Borrassà. Los colores reencontrados de la Catedral de Barcelona».
La muestra, que se puede visitar hasta el 2 de julio, se centra en cuatro retablos que el artista catalán realizó para la iglesia barcelonesa, pero también explica el funcionamiento de los talleres de la época y la propia concepción del trabajo a través de historias como la de Lluc. Ahí está, por ejemplo, el contrato de compraventa que da fe de la llegada de un esclavo de «18 años y de la nación de los tártaros» al taller de Borrassà. «Se intentó escapar en dos ocasiones», detalla Favà. Tan buena mano tenía, sin embargo, que se libró de castigos más severos gracias a su manejo de los pinceles.
Artefacto narrativo
El gótico, defiende Pepe Serra, director del MNAC, «no se entiende sin el retablo». «Es un artefacto narrativo de primer orden», añade. Es ahí donde cobra importancia Borrassà, quien durante cuatro décadas dirigió uno de los talleres pictóricos más importantes de la época. Un centro de producción de retablos con colaboradores, aprendices y, claro, también esclavos. «Es uno de los maestros del gótico, pero tenía una representación muy escasa en el museo», apunta Serra.
Una anomalía que empezó a resolverse en 2020, cuando la Generalitat compró para la colección del museo las tablas de la 'Vestición de san Pedro Mártir' y la 'Decapitación de los familiares de san Hipólito'. A partir de ahí, empezó a cobrar forma «Lluís Borrassà. Los colores reencontrados de la Catedral de Barcelona», exposición que se nutre de préstamos tan notables como la tabla central del retablo de Santa Marta, Santo Domingo y San Pedro Mártir, pieza donada al Museo del Prado el año pasado y que se exhibe por primera vez en Barcelona.
Partes del retablo de san Andrés y del de san Lorenzo, san Hipólito y santo Tomás de Aquino completan un recorrido que airea también detalles contractuales, pagos recibidos y curiosidades como la constatación de que la policromía decorativa del púlpito del coro de la Catedral de Barcelona se había realizado con lapislázuli, el pigmento más caro y cotizado de la época. Así, escenas bíblicas como la muerte de san Pedro Mártir, la rotura de los dientes de san Hipólito a golpe de piedra o el milagro de san Andrés y el incendio sofocado comparten protagonismo en el MNAC con contratos de aprendizaje, registros de pagos e indicaciones de las familias que están detrás de los encargos.
La exposición, además, quiere ser el punto de partida de la transformación de la colección de arte gótico del museo barcelonés. Una remodelación que, avanza Serra, mantendrá buena parte de las piezas ahora expuestas de Borrassà de forma permanente. «Hay que divulgas los nombres de estos grandes artistas, muy conocidos en el ámbito académico pero poco conocidos entre el público», desataca Favà.
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