Sebastião Salgado: Una unidad independiente de producción
Su obra ha marcado a una generación de fotógrafos
Muere Sebastião Salgado

«Cada uno de vosotros tenéis que ser una unidad independiente de producción». Aún resuenan en mis oídos estas palabras de Sebastião pronunciadas hace la friolera de casi treinta y cinco años en uno de aquellos míticos cursos de verano organizados en El Escorial. Pero, ... no conforme con espetarnos semejante definición tan alejada de romanticismos, fruto de su sólida formación no solo como fotógrafo, sino también como economista, se detuvo, como buen profesor, a definir sus términos, que eran los de su propia vida.
Ser una unidad, porque hay que aprender a trabajar solo, a estar solo, a vivir solo en cierto sentido. Eso sí, desde la solidaridad y la capacidad de trabajar en equipo, tan necesarias para salir adelante en este mundo tan complicado. Bien se podría aplicar aquí aquella máxima de Albert Camus: solitarios y solidarios.
Independiente, condición inexcusable para trabajar con libertad y expresar con las imágenes aquello que se quiere o en lo que se cree. Si trabajas a sueldo de una organización, sus límites serán los tuyos, y más pronto que tarde toparás con ellos. En definitiva, ser eso que llamamos freelance.
Y por último, de producción. Aquí sale el economista brasileño que dejó una brillante carrera en la Organización Mundial del Café por la fotografía. Hay que saber producir, lograr financiación, ajustar costes, trabajar con los medios, las editoriales, vender nuestras fotografías… porque si la producción no funciona, todos nuestros sueños se disuelven como un azucarillo.
Aquellas palabras, que me marcaron profundamente, me han guiado hasta hoy. Porque para él no se trataba de una mera definición brillante, sino de un principio rector llevado coherentemente hasta sus últimas consecuencias. Después hemos coincidido en distintas ocasiones a lo largo del tiempo y siempre he encontrado apoyo y generosidad, tanto en él como en Lélia, su mujer y alma de su equipo. Por ello, impresionado y triste, solo puedo dedicarle aquel epitafio romano tan apropiado para un agnóstico que amó tan profundamente la tierra y a todos sus habitantes: «que la tierra te sea leve, Sebastião».
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