ARCO 2023: arte en transición y adiós a la política
Fíjense cómo estará la cosa en España para que ni en ARCO, ni en los Goya ni en Sálvame -los tres escenarios más importantes de propaganda de la izquierda tontita- nadie suelte ya el catecismo progre
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Iniciar sesiónEn ARCO ya no hay política. Esa es la principal conclusión de la edición. Y no les parezca poco. Por supuesto, cuando digo que ya no hay política quiero decir que ya no hay propaganda de izquierda, claro, porque pocas cosas hay ... ontológicamente más de derechas que el arte, los mecenas, las galerías, los coleccionistas. Me refiero a que han desaparecido definitivamente de la Feria ese arte-pancarta de sonajero y biberón, esas reivindicaciones manidas y chorras, esos gritos desgarrados y ventajistas de un artista ante un toro moribundo y que se rehúyen esas referencias continuas al compromiso profundísimo y afectadísimo por todas y cada una de las causas que ya están ganadas. Esa izquierda que cuando llega al arte no sabe que hacer y lo solventa con un grafiti que critica a la Corona, a Israel o a Estados Unidos y que pasa por el garrote vil a una estatua de Franco.
Y cosas de ese estilo, performances que levantarían aplausos en la vigilia vegana y que harían llorar a los asistentes al curso de nuevas masculinidades. Fíjense cómo estará la cosa en España para que ni en ARCO, ni en los Goya ni en Sálvame -los tres escenarios más importantes de propaganda de la izquierda tontita- nadie suelte ya el catecismo progre porque son conscientes de que la gente simplemente se va, cambia de canal y lo rechaza de plano. La saturación de tonterías es de tal tamaño y el desprestigio de la izquierda tan profundo que parece claro que la batalla está ganada por goleada. Y como ya no nos dan la turra a nosotros, no tiene sentido que se la demos nosotros a ellos. 'Consumatum est' y a otra cosa.
Podemos centrarnos solo en lo importante: en el arte. Por fin. Y, en este sentido, hay que apuntar que la 42 edición deja un sabor de boca extraño, una sensación de transición, como si algo estuviera a punto de suceder, pero no sucede. Hay algo en ebullición dentro del mundo del arte, pero no terminar de explotar. Se está recorriendo un camino que no sé dónde lleva, pero que sé de dónde viene: de una época de conflicto, de un mundo revuelto, de la resaca de los populismos y del frentismo y de una Europa en guerra y en crisis económica. Todo ello hace que lo que teníamos claro ya no lo esté tanto. Y el telón de fondo es uno de acero que asoma tras esta nueva guerra fría y que traerá algo interesante: el mal estará localizado en un punto concreto y, los de este lado, no solo estaremos en el lado bueno, sino que, por fin, además lo sabremos. Y eso nos hará generar un orgullo y una responsabilidad: hemos de hacer todo lo que podamos con nuestra libertad. Y aprovechar el tiempo.
En cualquier caso, aunque las certezas se caen, lo nuevo no ha llegado. Y el arte, como termómetro de pulsiones en latencia, es su espejo. Porque el arte contemporáneo -no lo duden- es la élite de la creatividad, la sensibilidad y el talento de una sociedad. Pese al desprestigio que tiene en la calle, ellos son el ariete de nuestro tiempo y solo hace falta aprender a mirar sin juzgar como si fuera Eurovisión y entender que uno no va por las galerías buscando cuadros para el salón al igual que no ve la Fórmula 1 para comprar un coche a la niña o no va a una pasarela de alta costura para comprarse un blazer azul para trabajar.
Esto es otra cosa. Criticar el arte contemporáneo es ya el nuevo lugar común y, en este sentido, ARCO es su cúspide, la apoteosis, el mayor detector de 'cuñados' junto, quizá, el desprecio a la cocina creativa. Queda bien meterse con el arte contemporáneo, qué le vamos a hacer, está bien visto decir que eso que hay ahí colgado lo hace igual tu hijo. O que tu madre cocina mejor que Dabiz Muñoz. Pero, de verdad: no. Eso que hay ahí no lo hace su hijo, señora. Y su madre tampoco cocina mejor que Dabiz Muñoz, caballero. Ya sabemos que el mejor pescado está en Madrid y todas esas cosas, pero hay que pasar pantalla y avanzar. Sí, es cierto que en ARCO hay mucho gilipollas, pero ¿dónde no los hay?
Por lo demás, no sé si es debilidad, autosugestión o simplemente que, por algún modo, el criterio y la sensibilidad de 'Espacio Mínimo' conecta bien con mi manera de entender el arte, pero me he emocionado especialmente con el proyecto de Diana Larrea 'Los inventarios reales', que encuentro fascinante. Su apuesta se basa en una investigación en los almacenes del Prado, intentando encontrar pinturas atribuidas a mujeres cuya autoría hoy en día está asignada a autores masculinos. A través de reflectografía infrarroja escanea la obra clásica para descubrir lo que hay debajo de los pigmentos de pintura y descubre, así, lo oculto, hace visible lo invisible y de algún modo resucita a los muertos. Por eso hay algo de trascendente su revisión y en ese submundo de negro y rojo que une lo metafísico con lo estrictamente narrativo. Y, sobre todo, que reivindica que es posible un feminismo serio, con sentido y conceptualmente brillante.
Destacable también la propuesta de Espacio Valverde con Pepa Prieto y sus abstracciones de ventanas abiertas y Bárbara Pérez Marina y su 'Proyecto para ladrillos con agua', donde muestra la sensibilidad extrema de saber encontrar arte en el milagro de la vida en la aridez y de saber unir la ciencia con la poesía sin una sola estridencia. 'Arts and Crafts' en su mayor expresión.
Interesante el arañazo de Jaromir Novotny en la galería Hunt Kastner de Praga, una ruptura del plano que nos lleva a la metafísica de un Giacometti abstraído. Los poemas visuales de Adrien Missika en 'Francisco Pino' que nos recordaban a Joan Brossa. Una genial instalación sonora de Diana Lelonek en Set Espai D'Art -cada vez más presentes los sonidos en las propuestas, como en Alarcón Criado-, un recuerdo a la portada de 'OK Computer' de Radiohead en la obra de Marcin Dudek en la galería Harlan Levey Projects de Bruselas.
Y entonces pasaron los Reyes por delante de mí. Y me tuve que meter en Luis Adelantado, donde toda su propuesta me pareció deslumbrante, el videoarte de Ana Esteve, el personalísimo 'Koré' de Pereñíguez, la fotografía de Darío Villalba o la interesantísima técnica mixta a medio camino entre el collage y la foto de Carmen Calvo. Fascinante Eftihis Patsourakis en 'Rodeo', con algo que podríamos llamar post-hiperrealismo, donde el virtuosismo técnico por fin se supera para llegar a otros lugares mucho más interesantes y Yolanda Ceballos en Pequod (Mexico DF) con su apasionante proyecto que une la modernidad con el mundo antiguo y que nos sugiere una ecografía del universo naciendo y muriendo en un día concreto. Y un Juan Muñoz en Elvira González y algo que me resultó una vulgar copia de ello en otro lugar que no comentaré.
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Muy interesante todo lo de Vera Cortês, de Portugal y lo conceptual de El apartamento, de La Habana. Y, en definitiva, que el tiempo se nos queda corto para interiorizar unas propuestas tan deslumbrantes. Que sí, que también hay mucho fantasma. Y mucho cretino. Y mucho estafador. Pero, qué quieren que les diga, yo salgo de allí creyendo en el ser humano mucho más que cuando entré. Siempre me pasa lo mismo.
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