Fallo de seguridad grave en el Prado: ¿cómo no la pararon?
La protesta de la sala de Goya con la firma de una asociación llamada Futuro Vegetal coloca a la gran pinacoteca Española en un presente distópico
Dos activistas se pegan en los marcos de 'Las Majas' de Goya en el Museo del Prado
La protesta de la sala de Goya del Museo del Prado con la firma de una asociación llamada Futuro Vegetal coloca a la gran pinacoteca Española en un presente distópico creado por los «ecoterroristas», en palabras del ministro de Interior francés, Gérald Darmanin, ... en otros países durante las últimas semanas.
No está claro que los dos activistas de Futuro Vegetal se hayan pegado siguiendo sus propios presupuestos orgánicos. Todo parece indicar que al adherirse a los marcos históricos de los cuadros de las majas de Goya lo habrán hecho con una sustancia industrial que seguramente causará algunos daños en la vieja madera. Esta acción está tipificado en nuestros códigos penales como daños al patrimonio, y será la investigación judicial la que determine si deben ser encausadas por poner en riesgo bienes de nuestra cultura.
Una de las primeras conclusiones que uno puede extraer después de ver los vídeos del atentado es que tenemos un problema de seguridad en el Prado.
Desde que la primera activista pega su extremidad superior a 'La maja vestida' pasa más de medio minuto mientras la segunda realiza la pintada en el hueco que existe entre los dos cuadros y finalmente se quita el jersey y se junta con pegamento para adherir su extremidad en el marco de 'La maja desnuda'. Es tiempo más que suficiente para realizar alguna intervención que impida el segundo atentado.
Los vigilantes del Prado, o su sistema de seguridad, deberían hacer una autocrítica sobre los tiempos empleados, así como sobre la atención y el empeño exclusivos que una vigilante muestra en impedir que el público fotografíe a los activistas en lugar de atender a la crisis que tenía desatada en esa sala. Esto no está bien, no da una buena imagen.
A priori, se podría decir que hablamos de un protocolo torpe de reacción y una fatal ejecución del mismo. Evidentemente las culpables del ataque jugaban con el efecto sorpresa, pero es imperdonable que no se parara a la segunda a tiempo.
Claramente, si el tiempo que invirtieron en intentar que no se hicieran fotos lo hubiesen empleado en parar a la segunda extremista, no se hubiese pegado al marco. Logrando que la campaña de imagen para la seguridad de El Prado hubiera sido brutal, justo lo contrario de lo que ha ocurrido.
La sociedad democrática está tardando en señalar a estos activistas que no pueden seguir por este camino. El patrimonio es un valor cultural de todos. El acceso a la cultura que nuestras sociedades aseguran no puede ser empleado por fanáticos para causar daños y jugar a riesgos más que probables con obras irrepetibles. Es hora de responder con el peso de la ley a quienes se han empeñado en crear un juego demagógico de causas importantes. No existe la disyuntiva de clima o patrimonio. La única disyuntiva puesta en juego en estos actos es que el derecho a manifestarse no puede basarse en el daño algún día irreparable sobre algo que nos importa tanto, al menos, como la política climática.
Si hay un clima que ha definido la historia de Europa es el que ha generado sociedades respetuosas y cultas, que cuando han olvidado sus esencias, frecuentemente han terminado enfrentadas y dañadas.
Todos somos Goya. Todos estamos adheridos a los pigmentos que el genial pintor empleó para representar lo mejor y lo peor del ser humano. Es tal su grandeza que no necesita que unos malos activistas y peores actores representen esta farsa de moralinas y máscaras carnavalescas adheridas con pegamento a sus extremidades ideológicas.
En lugar de invocar solidaridad, cada vez causan más rechazo. En lugar de sumar adeptos a la sensibilidad con el cambio climático, deberían ser tratado simplemente como lo que son: delincuentes del patrimonio. Lo más inteligente que podrían hacer es utilizar la imaginación para protestar sin dañar. Se ve que ni imaginación ni inteligencia acompañan a su forma de entender el mundo.