Fernando Zóbel, el pintor que deconstruyó el arte antiguo en pura abstracción
El Prado rinde homenaje al artista que pasó horas y horas en la pinacoteca copiando las obras de Velázquez, Goya, El Greco, Zurbarán, Rubens o Ribera
Madrid
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Iniciar sesiónSe ha hablado mucho sobre si el Prado debe o no exhibir arte contemporáneo en sus salas. Por ellas ya han pasado Picasso, Richard Hamilton, Bacon, Cy Twombly, Thomas Struth, Cai Guo-Qiang, Eduardo Arroyo... Unos con más acierto que otros, la ... verdad. Desde que llegó a su puesto, el director del museo, Miguel Falomir, siempre ha defendido que «el Prado no es un museo de arte contemporáneo. Ya los hay, y muy buenos, en España». Pero sí defiende su contemporaneidad: sería «un museo muerto» si no influyera en los creadores de hoy. «La relación del Prado con el arte contemporáneo es muy tímida –apunta–. Mucho más que en museos como el Kunsthistorisches de Viena, la National Gallery de Londres o el Louvre parisino». El Prado no quiere ignorar, sin embargo, a los artistas para los que fue determinante en su forma de pensar y en su arte. Es el caso de Fernando Zóbel (Manila, 1924-Roma, 1984). En 2003 se celebró una antológica en el Reina Sofía. Dos décadas después, su obra cuelga en el Prado. Para él, no había ruptura, sino continuidad, entre tradición y vanguardia. Una propuesta muy original de entender la modernidad: reinventando el pasado. Creía que los maestros del futuro siempre estaban aprendiendo de los maestros del pasado.
¿Por qué Zóbel en el Prado? Ningún artista español del siglo XX mantuvo una conversación tan profunda con la pintura occidental. Amó y coleccionó el arte del pasado, fue la fuerza motriz de su pintura. Pasó horas y horas en este museo, copiando las obras de Velázquez, El Greco, Zurbarán, Rubens, Goya, Ribera... Una fuente de inspiración inagotable. «Se me están acabando los cuadros que tienen asiento delante», se lamentaba en cierta ocasión. Su tarjeta de copista del Prado le daba derecho a silla. Décadas después, donaría a la pinacoteca una parte importante de su colección de dibujos antiguos, de los siglos XVI al XVIII. Y ahora le rinde homenaje con una exposición.
Organizada por el Prado, con la colaboración con la Comunidad de Madrid y el apoyo de la Ayala Foundation de Manila y la Fundación Juan March, 'Zóbel. El futuro del pasado' reúne, hasta el 5 de marzo, 42 pinturas, 51 cuadernos de apuntes y 85 dibujos y obra sobre papel de colecciones europeas, norteamericanas y filipinas. Una exposición «valiente y arriesgada en la programación del Prado, que sale de su zona de confort», advierte Manuel Fontán del Junco, director de museos y exposiciones de la Fundación Juan March y comisario de la exposición junto con Felipe Pereda (Fernando Zóbel de Ayala professor of Spanish Art de la Universidad de Harvard, única cátedra de un artista español en Estados Unidos). En su opinión, se salda con esta muestra una deuda pendiente con Zóbel.
Le gustaba especialmente Velázquez por su sutileza. En 1982 fue invitado al programa 'Mirar un cuadro' de TVE para hablar de 'Las Hilanderas'. Decía que más que hablar había que mirar. Y entonces mostró a cámara un cuaderno con su versión de la pintura. En él anotó: «El estado físico de la obra es penoso, una especie de piel de cocodrilo». Otra sala de la muestra está dedicada a la mirada de Zóbel sobre Goya y 'La carga de los mamelucos' ('El 2 de mayo').
Fernando Zóbel creía que «para saber pintar, primero hay que saber mirar. Y a mirar se aprende». Esta exposición reconstruye el itinerario poético y artístico de un pintor guiado por un doble principio: enseñar a ver y aprender a ver. La espina dorsal de la muestra son sus preciosos cuadernos de trabajo, que siempre llevaba en el bolsillo para dibujar y hacer anotaciones. Una suerte de estudio portátil. Se exhiben en la exposición 51 de los 148 que fueron entregados por sus herederos a la Fundación Juan March en 1984. Destaca su caligrafía, minuciosa, junto a exquisitos dibujos. Ya hacía gala de ello en sus apuntes en la Universidad de Harvard, adonde acudió con 22 años. Se muestra uno de sus libros de apuntes.
En la exposición podemos apreciar el proceso creativo de Zóbel, bucear en su mente: cuelgan tres cuadros de maestros antiguos junto con los estudios y dibujos que hizo Zóbel hasta llegar a sus pinturas abstractas. Préstamo excepcional de la National Gallery de Washington, la 'Alegoría de la Castidad', de Lorenzo Lotto, se exhibe junto a dos versiones que hace Zóbel de ese cuadro: 'El sueño de la doncella I y II'. Lo mismo hace con un bodegón de Juan van der Hamen, 'Cesta y caja con dulces', del Prado; y con 'La Santa Faz', de Zurbarán, del Museo de Bellas Artes de Bilbao, que Zóbel recrea como un icono bizantino moderno que semeja un Pollock.
La exposición aborda también la caligrafía oriental, que tanto obsesionaba a Zóbel. La explora como una forma de arte abstracto, se autorretrata con un sello chino, imparte clases de historia del arte asiático en el Ateneo de Manila... Su 'Serie negra' guarda una deuda con expresionistas abstractos norteamericanos como Kline, Rothko y Pollock. Además, Zóbel aborda otros medios: la fotografía, el fotomontaje, sus trabajos sobre el fútbol... Curiosamente, no le gustaba este deporte.
Nacido en Manila, de padres españoles, formado en la Universidad de Harvard y en la Rhode Island School of Design, Fernando Zóbel fue un hombre cosmopolita, pero profundamente español; culto, gran lector, abierto a todos los saberes. Pintor, profesor, traductor, coleccionista, agitador cultural, caricaturista..., fue uno de los primeros traductores de Lorca al inglés, y fundó dos museos: la Ateneo Art Gallery de Manila (1961) y el Museo de Arte Abstracto Español en las Casas Colgadas de Cuenca (1966). Según los comisarios, «un artista impecable, exquisito en todo lo que hacía, muy generoso y con un gran sentido del humor». A finales de los años 50 se instaló en España. En Sevilla compartió estudio con Carmen Laffón.
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La exposición, concebida como una instalación, se completa, en la sala D del edificio Jerónimos, con 'Zóbel: el ojo cosmopolita', una coda final donde se relata su biografía: sus viajes, su biblioteca..., además de un documental, 'Memoria del instante', dirigido por Sonia Prior. Dice la sobrina de Zóbel que se hubiera caído de la silla si le dicen que su obra acabaría exhibiéndose en el Prado.
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