Fallece, a los 80 años, la artista multidisciplinar alemana Rebecca Horn
Pionera del arte performativo, mantuvo una especial relación con Mallorca. Tenía un taller en Pollença
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Corresponsal en Berlín
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Iniciar sesión'Breath Bodies as a Life Cycle' (Cuerpos respirados como ciclo de vida) fue el título de una de las últimas exposiciones de Rebecca Horn. Una de las obras resulta particularmente conmovedora en retrospectiva, ahora que Peter Raue, presidente de la Fundación Moontower, ha ... anuciado su muerte, a los 80 años de edad. Se trata de una impresión en bronce de sus zapatos. Dos varillas de bronce de un metro de altura se tambalean sin moverse del lugar y sugieren una despedida callada. Después de un derrame cerebral en 2015, Horn ha vivido en silla de ruedas y desde esa perspectiva había continuado su obra poética, enigmática y polifacética.
La artista, nacida en Hesse, ha trazado una trayectoria imprescindible para la historia del arte de su tiempo, desde aquellas primeras batas de plumas y vestidos con corsé, hasta las máquinas de ruido o las instalaciones de habitaciones cargadas de política. "En mis exposiciones o películas, las personas se convierten en parte de mis imágenes", definía ella misma en una entrevista con motivo de su 70 cumpleaños, "de repente se encuentran en un espejo giratorio y se convierten en parte de este proceso artístico".
Rebecca Horn comenzó a pensar en clave artística a raíz de una convalecencia de dos años. Con el fin de romper el aislamiento, después de un grave ataque de neumonía y la muerte de sus padres, comenzó a escribir y dibujar. El cuerpo humano, Eros y la muerte, la violencia y el dolor fueron las constantes de su obra. Sus primeras esculturas fueron largos dedos de guante hechos de madera, una prótesis de brazo de color rojo brillante que llegaba amenazadoramente al suelo, y el 'Unicornio' (1970), una de sus obras más famosas: una mujer desnuda, envuelta solo en vendas, camina a través de un campo de maíz ondulante con un palo blanco de un metro de largo en la cabeza.
En 1972, Horn se convirtió en la participante más joven de la Documenta de Kassel y pasó a las máquinas animadas de arte mágico, en las que ponía objetos como maletas, violines o tubos en misterioso movimiento. Una de las más conocidas es el 'Árbol Suspirador de la Tortuga', de cuyas campanas emergen sonidos lastimeros en muchos idiomas. Cuando la inteligencia artificial todavía era analógica, los dispositivos mecánicos de Rebecca Horn ya sometían la realidad a la dictadura de la programación, hasta forzar incluso la experiencia del tiempo, como el engranaje que hacía abrir y cerrar las alas de una mariposa expuesto en la Haus der Kunst de Múnich.
El Museo Guggenheim de Nueva York mostró una retrospectiva de su obra ya en 1993, que más tarde realizó una gira por Europa. En 2010, Horn fue honrada por el trabajo de su vida con el Praemium Imperiale japonés, uno de los premios de arte más prestigiosos del mundo. A esto le siguió en 2012 la creación de la Fundación Moontower, con sede en Bad König, en Odenwald, que pretende mantener su legado y promover a los artistas y músicos más jóvenes. Pero enumerar todos los premios y distinciones resultaría inabarcable. Destaquemos a modo de ejemplo que el jurado del premio Wilhelm Lehmbruck la ha distinguido como "una de las artistas más idiosincrásicas, innovadoras y experimentales de Alemania".
Horn mantuvo una estrecha relación con Mallorca. Tenía un taller en Pollença donde mantenía contacto con jóvenes artistas emergentes. La galería Pelaires de Palma comunicó en redes sociales el fallecimiento de la artista, que forma parte de su colección y ha calificado la pérdida como «insustituible»: “Su partida deja un vacío irreemplazable en el mundo del arte contemporáneo, donde su trabajo multidisciplinario dejó una huella imborrable”.
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