Doble exposición para celebrar el 70 aniversario de Juan Muñoz, el gran ilusionista

La sala Alcalá 31 de Madrid inaugura la primera de las dos muestras del artista madrileño, que murió prematuramente, a los 48 años, en la cima de su carrera

En primer plano, 'Con la corda alla bocca'. Abajo, 'Plaza', instalación compuesta por 27 de sus célebres 'chinos' Guillermo navarro

En el apartamento de Londres donde vivía Juan Muñoz mientras preparaba 'Double Bind' para la Sala de Turbinas de la Tate Modern, tenía colgado en la pared un cartel de la película 'Scarface', en el que aparece Al Pacino ensangrentado, pistola en ... mano, con cara de pocos amigos. Juan Muñoz intervino la imagen colocando en la cara del actor un pósit con una cita de la poeta rusa Anna Ajmátova: 'Everything I See Will Outlive Me' (Todo lo que veo me sobrevivirá). Paradójico, pues Pacino no deja títere con cabeza en el filme. Aquella muestra en la Tate se convirtió en una obra maestra, su testamento artístico, pues poco después de la inauguración fallecía en Ibiza a los 48 años a causa de un aneurisma. Murió prematuramente en la cima de su carrera, cuando el mundo del arte se rendía a su talento. Fue un shock.

'Sara con vestido azul' (1996). Colección Juan Várez Guillermo Navarro

Queda ya muy lejano aquel 1984, cuando un joven Juan Muñoz realizaba su primera exposición individual en la galería Fernando Vijande de Madrid. Diecisiete años le sobraron y bastaron para desarrollar una sólida y coherente carrera. Como le suele ocurrir a todos los mitos (y Juan Muñoz lleva camino de serlo), su vida se apagó cuando más brillaba. El 17 de junio de este año, el artista madrileño habría cumplido 70 años. Para conmemorar la efeméride se ha organizado una doble exposición, comisariada por Manuel Segade, director del Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles. La primera, inaugurada ayer, en la sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid, reúne, hasta el 11 de junio, la producción de su última década, la más reconocida. La segunda se abrirá el mismo día de su 70 cumpleaños en el museo de Móstoles, con sus primeros trabajos.

Segade, que no desvela si se presentará o no al concurso para elegir al nuevo director del Reina Sofía, aunque aparece en todas las quinielas, ha montado la muestra como una instalación de instalaciones, donde aparecen todas las obsesiones de Juan Muñoz, que siempre tenía un as en la manga: la magia, la ilusión y el engaño, las trampas y trucos de trileros, el teatro, el circo, el Barroco, el trampantojo, los ventrílocuos, los naipes y juegos de azar, los espejos, balcones, suelos ópticos... Le interesaban todos los límites entre realidad y ficción.

'Dos centinelas sobre suelo óptico' (1990). Colección Meana Larrucea Guillermo Navarro

La sala Alcalá 31 le va como anillo al dedo a la obra de Juan Muñoz (Madrid, 1953-Ibiza, 2001). La arquitectura de Antonio Palacios (se ha recuperado el gran ventanal) como un moderno teatro barroco, su doble altura, los dos pisos... Bien podría ser una obra más del escultor, que iba para arquitecto, pero le acabó tirando más el arte. Aunque la arquitectura juega un papel central en sus esculturas figurativas, que recupera en los 80. Curiosamente, coincide estos días en Madrid con la retrospectiva en el Museo Thyssen de otro maestro de la figuración, en este caso en pintura: el británico Lucian Freud.

La exposición recibe al visitante con una pieza que se ha visto poco, 'Dos centinelas sobre suelo óptico' (1990), de la Colección Meana Larrucea. Cultísimo y gran lector de Borges, Juan Muñoz recrea con ansiedad espacial un teatro de sombras y recupera los suelos de los palacios barrocos romanos en una historia basada en uno de sus libros favoritos: 'El desierto de los tártaros', de Dino Buzzati. El recorrido nos lleva hasta una de sus primeras piezas icónicas de nanas, 'Sara con vestido azul', de la Colección Juan Várez. Sara y George, presente en otra obra en la muestra, son enanos, reminiscencias de los bufones velazqueños. Son personajes con una gran dignidad. Contaba el artista que un día se encontró con un enano en un semáforo, esperando para cruzar la calle. Tuvo una irreprimible sensación de sentirse culpable.

'Pieza de alfombra III'. Detalle. Colección particular Guillermo navarro

Segade destaca el carácter lúdico, teatral, mágico y poético de la obra de Juan Muñoz, que ejerce como maestro de ceremonias de excepción en este maravilloso circo de tres pistas. Muñoz incluye a los espectadores como parte del espectáculo. Un circo en el que hay 'chinos', enanos... Hoy no sería políticamente correcto (habría quien pidiera su cancelación), pero Juan Muñoz nunca quiso serlo. Siempre anheló la libertad creativa por encima de todo.

En su trabajo juegan un papel importante los accidentes. Siempre tiene una parte siniestra, pero también otra que emociona. Cuelga de la pared un barco varado cuyo motor no funciona. En la sala de arriba, un coche accidentado, cuyo interior encierra los laberintos arquitectónicos de Piranesi, que formó parte de una instalación en Santa Fe. El universo de Juan Muñoz está poblado de tentetiesos vigilantes, tambores silenciados, personajes enrollados en alfombras orientales (no sabemos si quieren esconderse o están atrapados), balcones interiores a los que nadie puede asomarse, columnas torsionadas de terracota creadas para una casa de Mies van der Rohe, personajes metamorfoseados en persianas o sentados en sillas colgadas de la pared y a punto de caerse, vitrinas que semejan gabinetes de curiosidades decimonónicos que encierran objetos para el baño, pero también fetiches para el placer... Sus figuras de resina son de una escala un 20% menor que la real. Juan era daltónico, de ahí que el color de las mismas sea grisáceo.

'Dos sentados en el muro' (2001). Colección particular Guillermo Navarro

La pieza más destacada, que ocupa el espacio central de la muestra, es 'Plaza', restaurada para la ocasión por la Comunidad de Madrid. Fue creada para la exposición que le dedicó al artista el Reina Sofía en el Palacio de Velázquez del Retiro en 1996. Hoy es propiedad de un museo de Düsseldorf. Es una instalación de 27 de sus célebres 'chinos', personajes con rasgos asiáticos. Siempre ríen. No sabemos por qué ni de qué. Todos tienen el mismo rostro (están sacados de un mismo molde que descubrió el artista en una tienda de antigüedades), pero sus cuerpos tienen posturas y expresiones distintas. Originalmente eran 30, pero Juan Muñoz donó tres al museo. Esta es la segunda vez que se exhibe en Madrid. Si alzamos la cabeza, cuelga del techo de la sala 'Con la corda alla bocca' (1997). A priori es una figura inquietante, pero se trata de Miss La La, una célebre trapecista del siglo XIX, que sujetaba su cuerpo a una anilla con la boca. Fue pintada por Degas.

Ha colaborado estrechamente en la exposición el Estate de Juan Muñoz, que dirige Lucía, hija del artista y la escultora Cristina Iglesias. La galería David Zwirner, una de las más poderosas del mundo del arte, representa el legado del artista. Este año estará presente en ARCO, donde habrá obra de Juan Muñoz. Será, sin duda, uno de los nombres propios de la feria.

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