El día que un pesquero rescató del mar en Sicilia el 'Sátiro danzante'
Rarísimo ejemplo de la estatuaria antigua en bronce, expertos lo datan en el siglo IV a.C.
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Marina Valcárcel
A 480 metros de profundidad, en aguas del Canal de Sicilia, el 'Sátiro danzante' descansó durante siglos entre la oscuridad y el silencio. Con probabilidad estuvo siempre tumbado boca abajo, con sus ojos de mármol blanco y brillante fijos en el cieno. Sólo Dios sabe ... en qué barco navegaba, adonde iba, si viajaba solo o formaba parte de otro grupo de esculturas y qué sucedió antes de precipitarse al fondo casi para siempre.
Era la noche del 4 al 5 de marzo de 1998 cuando el Capitán Ciccio, un pesquero de Mazara del Vallo (Trapani, Sicilia), hacía su entrada en el puerto navegando lento sobre un mar negro y plano. Desde el muelle podía distinguirse, sobre la popa, algo parecido a la cabeza inerte de una bestia oscura.
La historia del descubrimiento del 'Sátiro danzante' había comenzado un año antes, en la primavera de 1997, cuando en el Museo Cívico de Mazara del Vallo, el mismo barco había depositado una gran pierna de bronce flexionada, envuelta en una tela de saco, que había sido recuperada del mar, sugiriendo inmediatamente que pertenecía a una estatua masculina de gran tamaño.
El tramo de mar del hallazgo se encuentra entre Pantelleria y África, y ya había sido escenario de otros descubrimientos arqueológicos. Era indispensable intentar localizar la estatua a la que pertenecía aquella extremidad. De manera que, en julio de 1997, en colaboración con la capitanía del puerto, se organizó un reconocimiento por sonar en el lugar indicado por el capitán del barco.
Los expertos pasaron dos días y dos noches explorando la zona que en el ordenador de a bordo aparecía muy surcada por redes de arrastre. Se identificaron varios objetivos que no podían definirse de otro modo que como elementos ajenos al propio lecho marino. El Capitán Ciccio siguió surcando el agua hasta que las redes engancharon algo grande y pesado. Las subieron a bordo y la tripulación quedó atónita al distinguir a un ser marino desconocido e inmóvil recubierto por una barba de pequeños moluscos. Sin embargo, el relato se enturbió cuando uno de sus brazos se desprendió y resbaló al mar para siempre.
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Desde el pesquero se informó del tamaño de la estatua y la Soprintendenza de Trapani se equipó para recibirla. Al llegar se comprobó que la pierna encontrada un año antes pertenecía a la estatua. En la madrugada el hallazgo quedó en depósito temporal en el Museo Cívico de Mazara del Vallo hasta el 30 de septiembre de 1998, cuando partió hacia el Instituto Central de la Restauración de Roma. Allí fue tumbado en una cama como un inválido. Por la soberbia naturalidad de su movimiento se comprendió inmediatamente que se trataba de una obra maestra del arte antiguo y, equivocadamente, se le bautizó como Aeolus, dios de los vientos, aunque pronto se identificó como un sátiro danzante del ciclo dionisíaco por sus características orejas puntiagudas y el agujero para la cola.
La interpretación más ajustada de 'sátiro en éxtasis' llegó tiempo después por su comparación con gemas, camafeos y otras piezas mayores como relieves de mármol en su mayoría sarcófagos. Imágenes que permitieron entender el movimiento del sátiro y los atributos que portaría: de su mano izquierda colgarían las asas de un kantharos –copa para beber vino– y, con la derecha, portaría el thyrsus, una vara decorada con lazos y hojas rematada en la parte superior por una piña.
De otras reproducciones se aprendió que la piña era fundamental en su iconografía pues le servía como punto de mira para fijarse en el proceso de autohipnosis al que se sometía el sátiro durante su danza giratoria. Algo parecido a lo que hacen hoy los derviches de Capadocia cuando, por dar vueltas sobre sí mismos, entran en trance.
En el bronce de Mazara no se encontró ninguna soldadura, ningún trazo de molde, confirmando que se trataba de un original
La melena del sátiro, trabajada con un buril en frío y dividida en mechones con forma de llamas que no son producto de la gravedad, sino de la centrifugación, sirvió a los expertos para apuntar hacia un artista de altísimo nivel. Para la intervención de la escultura se creó una mesa de trabajo que rotaba, dentro de la cual se colocó a la figura, de manera que los restauradores pudieron trabajar durante cuatro años y medio sin tener que girarla manualmente. Los numerosos análisis determinaron la precariedad de su condición. Se observó que cuando un bronce se crea en el molde de otra estatua, además de las imperfecciones producidas por las soldaduras, se distinguen trazos de las correcciones hechas al original por los inevitables errores resultado de la primera fundición. En el bronce de Mazara no se encontró ninguna soldadura, ningún trazo de molde, confirmando que se trataba de un original.
La figura está cubierta por una fina capa adiposa que crea un efecto femenino. No es un cuerpo de constitución atlética con la musculatura clásica de la plástica griega. Resulta particular que una escultura así pueda compararse con la Afrodita de Knidos de Praxíteles, conocida por sus muchas réplicas.
La datación del Sátiro en el siglo IV a.C., como obra del arte helenístico temprano, ha sido propuesta por Paolo Moreno (Universidad de Roma Tre), que la identifica con el 'sátiro periboetos' citado por Plinio como obra de Praxíteles. Al término periboetos, normalmente interpretado como «muy comentado», es decir, famoso, célebre, se le atribuye en cambio el significado de «el que grita frenéticamente», basándose en un pasaje de Platón en el que lo encontramos como epíteto referido al dios Ares. Esta datación quedaría confirmada por la comparación con un sátiro bailando ante un Dioniso sentado en un vaso ático del siglo IV a.C.
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La descripción del placer extremo en Platón es muy significativa en este caso ya que el sátiro está en el culmen del éxtasis debido al vino y acentuado por la rotación. Además, y como señaló Platón, los gritos salían de una boca semiabierta, en la que se reconoce el tránsito de una respiración intensa.
Desde el 12 de julio de 2003, el 'Sátiro danzante' vive en Mazara del Vallo, colonia de Selinunte. Por su posición estratégica en el centro del Mediterráneo, entre el continente europeo y el africano, Mazara ha sido siempre meta de conquistas. En las Hoces del Río Mazaro, que atraviesa la ciudad, surge el Puerto Canal, sobre el que gira la actividad de la flota pesquera. La ciudadela fue un cruce de caminos, un punto privilegiado de intercambios culturales y comerciales. Sus reminiscencias árabes se perciben en el nombre de la ciudad, en el de muchas de sus calles, en la topografía de su urbanismo cuyos barrios recuerdan a un zoco, en los olores de su gastronomía y también en muchos elementos arquitectónicos.
Una de las más de treinta iglesias antiguas que sobreviven fue edificada en 1424 por la Cofradía de Sant Egidio en la piedra tostada de la región. Allí, bajo su cúpula, como un trapecista de bronce atrapado en su salto eterno, quedó suspendido el sátiro. La escultura se apoyaría de puntillas sobre el pie derecho, mientras su pierna izquierda está doblada hacia atrás, como si brincara hacia una ménade. Una muy marcada torsión del pecho y la posición de la cabeza, girada hacia arriba y doblada sobre el lado izquierdo y hacia atrás, casi hasta los hombros, acentúan la sensación del delirio. Los brazos, desaparecidos, debieron de estar ligeramente extendidos acompañando el movimiento de la danza.
El 'Sátiro de Mazara' es un rarísimo ejemplo de la estatuaria antigua en bronce
Hoy, carente de ellos, presenta, además, un gran agujero en la parte superior de la cabeza, de manera que la belleza del sátiro está tullida. El rostro, con los labios entreabiertos, está realzado por unos ojos que conservan aún el alabastro marcado por una hendidura que albergaría los iris en alguna otra piedra semipreciosa o de pasta de vidrio coloreado. La cronología del 'Sátiro danzante' oscila entre mediados del siglo IV a.C, como obra de Praxiteles o alguno de sus alumnos, hasta un periodo posterior, entre finales del siglo III y el siglo I a.C. La datación es compleja, tanto la de su realización, como la del naufragio. Entre las hipótesis formuladas a partir del análisis estilístico e iconográfico, Sebastiano Tusa (primer superintendente del mar), cree que formaba parte de la carga de un barco naufragado entre los siglos III y II a.C.
El 'Sátiro de Mazara' es un rarísimo ejemplo de la estatuaria antigua en bronce. La excepcionalidad de las obras de arte en metal en las civilizaciones griega y romana se debe al hecho de que a menudo eran fundidas para hacer de ellas armas o nuevas esculturas. Sus 2,40 metros de alto y 108 kilogramos, de los cuales 96 pertenecen al cuerpo y 12 a la pierna separada, fueron creados con la técnica de la fundición a la cera perdida. Algo que queda demostrado por las huellas dejadas por las cerdas del pincel utilizado para distribuir uniformemente la cera en la matriz y las de las yemas de los dedos y las uñas del fundidor en el torso. Como ocurrió a los 'Bronces de Riace', el Sátiro fue rescatado en un día de pesca. Las historias del mar y de los grandes descubrimientos submarinos siempre han ejercido una fascinación poderosa sobre quienes las viven y las escuchan. Es difícil dejar de pensar en aquel escultor anónimo que hace miles de años envolvió su escultura en un saco cuya trama los restauradores descubrieron marcada en el talón del Sátiro danzante.
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