Wifredo Lam, la mirada mestiza de un nómada
El Museo Reina Sofía dedica una completa retrospectiva con más de 250 obras al artista cubano, una de las figuras más fascinantes del siglo XX
NATIVIDAD PULIDO
Hizo, a la inversa, el viaje pictórico, vital e iniciático de Gauguin : si éste abandonó Francia buscando el paraíso, que lo halló en Martinica y la Polinesia francesa, Wifredo Lam dejó atrás su Cuba natal y puso rumbo a Europa. Concretamente, ... a España, adonde llegó con una beca para estudiar en la Academia de Bellas Artes de Madrid, siendo discípulo de Álvarez de Sotomayor. Se quedaría en nuestro país quince años ( de 1923 a 1938 ), tiempo que vivió intensamente. Residió en Madrid, Cuenca, León, Barcelona... Visitaba en el Prado a los grandes maestros (El Bosco, El Greco, Velázquez, Goya...) buscando inspiración. Se casó con una joven extremeña, Sebastiana Píriz , con quien tuvo un hijo. Ambos murieron en 1931 a causa de la tuberculosis. Durante la Guerra Civil se alistó en el bando republicano , donde estuvo combatiendo (también pintando carteles y trabajando en una fábrica de explosivos) hasta 1938, año en que se exilió en Francia .
Fue el primero de los muchos exilios (tanto exteriores como interiores) que sufrió Wifredo Lam durante toda su vida. Ahora regresa a España gracias a una completa retrospectiva , organizada conjuntamente por los tres grandes museos europeos de arte contemporáneo: el Pompidou de París (estuvo abierta hasta el 15 de febrero); el Reina Sofía , donde permanecerá hasta el 15 de agosto , y la Tate Modern de Londres, adonde llegará el 14 de septiembre. Han viajado a Madrid obras maestras como «La boda» (Galería Nacional de Berlín) y «El rumor de la tierra» (Guggenheim de Nueva York), que cuelgan en una espléndida sala de pinturas casi monocromas (marrones, grises y ocres). Además, se ha reunido un buen conjunto de piezas de su etapa española : bodegones, paisajes, retratos y algunos lienzos centrados en la Guerra Civil.
Reduccionismo simplista
De su prolífica carrera y su viajera vida dan buena fe las 250 piezas de que consta esta muestra, patrocinada por Abertis y uno de los platos fuertes del Reina Sofía este año: a través de una minuciosa labor de investigación y una exhaustiva selección de pinturas, dibujos, cerámicas, grabados, fotografías y documentos , llevada a cabo por los comisarios, Catherine David y Manuel Borja-Villel , descubrimos a una de las figuras más fascinantes del siglo XX y uno de los artistas latinoamericanos más reconocidos y cotizados en el mercado. Pero se lamenta Catherine David de que su complejo trabajo se ha falseado habitualmente con reducciones demasiado simplistas que lo consideran un cóctel de cubismo mezclado con surrealismo, agitado con realismo mágico, una pizca de Picasso , otra de Breton , otra de Matisse ...
Pero Wifredo Lam es mucho más que un combinado exótico o una copia barata de estos artistas. Fue un nómada que vivió en muchos lugares y no perteneció a ninguno («¿En qué hemisferio se encuentra su jungla natal ?», se pregunta su amigo el escritor Michel Leiris ); una voz con una personalidad propia, cuya obra híbrida y mestiza (plagada de seres mitad humanos, mitad vegetales y animales) escribió otra narración de la modernidad, no desde el canon, sino desde la periferia , con una mirada nueva y descolonizada .
A través de Manolo Hugué logró cumplir su sueño de conocer a Picasso y mostrarle sus obras. Descubrió el arte primitivo en el taller de la rue des Grands Augustines donde Picasso gestaba el «Guernica» : los rostros de sus figuras, al igual que los que pintó el malagueño, se tornaron máscaras. Cuentan que, cuando vio Picasso por primera vez los cuadros de Lam, espetó: « Está en su derecho. ¡Es negro! ». Pero más allá de las boutades picassianas, Lam contó con la amistad y el apoyo del maestro, que le presentó al marchante Pierre Loeb , uno de quienes más difundió su trabajo. Su lienzo «La jungla» acabó, no exento de polémica, en la sala del MoMA donde cuelgan las mismísimas «Señoritas de Aviñón» . Para algunos, un sacrilegio. Junto a Picasso, otra de las personas fundamentales que se cruzó en su camino, concretamente en Martinica, fue Aimé Césaire, el poeta de la negritud .
Sofisticada imagen
Estudió milimétricamente Wifredo Lam en autorretratos y en numerosas fotografías de época (se exhiben en vitrinas a lo largo de toda la exposición) su cuidada y sofisticada imagen : era guapo, alto, delgado, elegante . Vestía como un dandi . Debía su exótico físico a sus explosivos genes : su padre era un chino culto de Cantón y su madre, una mulata hija de africana y un español descendiente lejano de Núñez Cabeza de Vaca . Stephan, uno de sus cuatro hijos, es un calco del artista. Ayer asistió, con su hermano Ejkil, a la presentación de la muestra. Ambos quedaron impresionados con la exposición: « Es muy emocionante ver sus obras en este museo presentadas de una forma tan majestuosa». Recuerdan a « un padre ausente, nada estricto », para el que la familia «no fue su prioridad. Fue un nómada, nunca se sintió de un lugar».
Tras la ocupación alemana de París, se exilió en Marsella con el grupo surrealista , con Breton a la cabeza. Vivieron en la villa Air-Bel, donde se estableció el Comité de Ayuda a los Intelectuales. Colaboraría en «El Juego de Marsella», un tarot surrealista presente en la exposición para el que Lam pintó las figuras de Alicia y Lautréamont. Después de 18 años en Europa y dos exilios, regresó a su Cuba natal , la Cuba de Hemingway, un país mísero, corrupto, donde el racismo, el juego y la prostitución campaban a sus anchas. «Traficar con la dignidad de un pueblo es, para mí, el infierno. ¡Abajo el chachachá! », gritaba el artista, que contaba entre sus amistades con Alejo Carpentier, Lezama Lima y Lydia Cabrera , quien le inició en los rituales afrocubanos y la santería. Viajó errante por todo el mundo y acabó sus días en Italia, haciendo cerámicas en Albissola, que conoció gracias a Asger Jorn . Sus cenizas reposan en La Habana.
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