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Vanguardias rusas

El arte que intentó silenciar el comunismo

La Fundación Mapfre relata en una exposición esta fascinante aventura de sueños y utopías

«Círculo negro», «Cruz negra» y «Cuadrado negro», tres obras de Malévich, cuelgan en la Fundación Mapfre FUNDACIÓN MAPFRE

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En 1934 André Malraux asistió a la reunión de escritores soviéticos en Moscú. Durante un debate con Maxim Gorki, el escritor francés sentenció: «El arte no es una sumisión, sino una conquista» . Máxima que le encaja como un guante a las vanguardias rusas: siempre llevaron la libertad por bandera y no se doblegaron ni ante el zar ni ante los bolcheviques. Hace dos años, con motivo del centenario de la Revolución Rusa, se multiplicaron las muestras conmemorativas por todo el mundo: las hubo en la Royal Academy de Londres, el MoMA de Nueva York, el Stedelijk Museum de Ámsterdam...

«Deportistas», de Kazimir Malévich, 1930-1931 MUSEO ESTATAL RUSO, SAN PETERSBURGO

Ahora es la Fundación Mapfre , en colaboración con el Grimaldi Forum de Mónaco, la que toma el testigo de esta fascinante aventura de sueños y utopías, que arranca en 1905 –un año clave en la historia de Rusia, pues la rebelión que estalla en San Petersburgo y que Nicolás II ataja con una represión brutal supuso el principio del fin de una época– y acaba en 1930.

En julio de aquel año Mayakovski se suicida en Moscú . Sus últimos versos fueron:«Como suele decirse, cuestión zanjada/. La barca del amor se ha roto contra la vida corriente». En su sede de Madrid, la Fundación Mapfre ha reunido, bajo el título «De Chagall a Malévich: el arte en revolución» , un centenar de obras de 29 artistas, cedidas por instituciones como la Galería Tretiakov y el Museo Pushkin de Moscú o el Museo Estatal Ruso de San Petersbugo.

«El hombre nuevo», de El Lisitski. Diseño tridimensional del espectáculo electromecánico «Victoria sobre el sol», 1923 GALERÍA ESTATAL TRETIAKOV, MOSCÚ

Revolucionarios antes de la revolución

Jean-Louis Prat, comisario de la exposición y gran conocedor de este periodo, advierte que «no fue la revolución la que forjó las vanguardias y la modernidad. Cabe preguntarse, incluso, si pensaba en ellas. ¿Pero acaso lo hacían esos hombres y mujeres cuyo deseo era ante todo cambiar de régimen y soñar con la libertad? Los artistas se erigieron en revolucionarios antes de la revolución ». Fue un periodo vibrante, febril, plagado de creatividad en todas las disciplinas: música, teatro, danza, arte...

Los protagonistas de esta historia son dos creadores rusos universales, pero cuya visión artística difiere completamente la una de la otra. La pintura de Marc Chagall , siempre con un pie hundido en las raíces judías y el otro en el mundo onírico, es más poética y narrativa. Están presentes varios autorretratos y obras tan célebres como «El paseo», en la que se autorretrata con su esposa, Bella, a la que coge de la mano evitando que eche a volar. La obra de Kazimir Malévich , por su parte, es mucho más radical, llegando incluso a la abstracción total. Es el caso de su célebre «Cuadrado negro», convertido hoy en icono . Fundador en 1913 del suprematismo (abogaba por la supremacía del sentimiento puro en la creación), puso patas arriba el arte con aquel cuadrado negro que sorprendió a propios y extraños. «La pintura en su grado cero, en estado minimal: el mínimo de color (solo negro), el mínimo de elementos figurativos (un cuadrado inscrito en otro cuadrado) y el mínimo de perspectiva (de hecho, la elimina)». En una pared de la sala cuelga junto con la «Cruz negra» y el «Círculo negro», formando el tríptico abstracto más célebre de la Historia del Arte.

De Malévich se exhiben también sus arquitectones y estatuillas de finales de los 20 y sus creaciones más coloristas de los 30, como «Deportistas», «Presentimiento complejo» o «Cabeza de campesino», en las que los personajes tienen caras sin rostro. Y, si hablamos de abstracción, no podemos olvidar a Kandinsky, uno de los fundadores en 1911 del grupo El Jinete Azul , cuya musical pintura alcanza altas cotas de espiritualidad a través de las formas y el color. Es el caso de lienzos como «Dos jinetes y figura reposando», «Murnau. Jardín II» y «Nublado».

«Nublado», 1917, de Vassily Kandinsky. Galería Estatal Tretiakov, Moscú VASSILY KANDINSKY, VEGAP, MADRID, 2019

Cubismos y otros ismos

A comienzos del siglo pasado un buen grupo de artistas rusos viajaron a Berlín y a París, donde descubrieron a Cézanne . El cubismo de Braque, Picasso y Gris lo hallaron en las colecciones de dos mecenas patrios: Shchukin y Morózov . Pero, además del cubismo, fueron muchos los ismos que absorbieron las vanguardias rusas (el neoprimitivismo, el futurismo de Marinetti, el fauvismo, el constructivismo...), amén de otros que ellos pusieron en marcha, como el rayonismo.

Las mujeres no jugaron un papel secundario en las vanguardias rusas. Todo lo contrario: fueron tan protagonistas como sus compañeros y trabajaron en igualdad de condiciones que ellos. Las arquitecturas pictóricas de Liubov Popova , el constructivismo de Alexandra Exter y Varvara Stepánova ... Esta y Alexandre Ródchenko abanderaron una generación de artistas rusos que declararon la muerte de la pintura. Se dedicaron a crear muebles, vestidos, diseños para teatro... Junto a aquéllas, también destacaron otros nombres de mujeres artistas como Natalia Goncharova, Olga Rozánova, Nadiezhda Udaltsova, Yelena Guró y María Ender .

«Autorretrato delante de la casa», 1914, de Marc Chagall. Detalle. Colección particular VEGAP, Madrid, 2019. Archivos Marc e Ida Chagall, París

Censura

En una sala de la exposición cuelgan algunos de los preciosos diseños tridimensionales que El Lisitski concibió para el espectáculo experimental «Victoria sobre el sol». En los 20 retomó la ópera futurista creada años antes por el poeta Alexéi Kruchónij , con música de Matiushin y decorados y figurines firmados por Malévich. Los actores eran sustituidos por marionetas. Nunca llegó a estrenarse.

Pero las vanguardias se convirtieron en elementos subversivos para el Partido Comunista: no las veía con buenos ojos, pues las consideraba elitistas. Apostaron fuerte por el realismo socialista. Artistas como Malévich y Filónov estuvieron en el punto de mira y sufrieron la censura del régimen totalitario. « El comunismo trató de silenciar estas obras , pero sobrevivieron», apunta el comisario. Tanto Jean-Louis Prat como Nadia Arroyo, directora del área de Cultura de la Fundación Mapfre, agradecieron la labor de Pablo Jiménez, antecesor de Arroyo en el cargo, quien puso en marcha este proyecto.

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