Van Dyck, el niño prodigio del arte
El Museo del Prado celebra su 193 aniversario con una gran exposición del periodo juvenil del artista
NATIVIDAD PULIDO
«Juventud, divino tesoro» . Seguramente no estaría pensando Rubén Darío en Van Dyck al crear este hermoso y célebre verso, pero bien podría haberlo hecho. Estamos ante uno de los talentos más precoces de la Historia del Arte. Nació ... en 1599, el mismo año que Velázquez . Pero, mientras el maestro español pintó unas 125 obras a lo largo de toda su carrera, el artista flamenco realizó en torno a 160 tan solo en seis años .
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Y no solo eso, sino que lo hizo entre los 16 y los 22 años , aproximadamente. Seis años -desde 1615 hasta 1621- en los que logró lo que muchos no consiguen a lo largo de una extensa y fructífera carrera. Su producción no solo fue ingente, también extraordinaria, de una altísima calidad . Un portento de la naturaleza. ¿Adónde hubiera llegado de no haber muerto con 42 años?
Febril artista adolescente
El Museo del Prado traza, emulando a James Joyce, el retrato de este febril artista adolescente en una ambiciosa exposición , patrocinada por la Fundación BBVA , que reúne casi un centenar de obras juveniles de Anton Van Dyck (52 pinturas y 40 dibujos) en dos salas de la ampliación. Una muestra con la que se conmemora el 193 aniversario del museo .
El Prado atesora la mejor colección de pintura temprana de Van Dyck. Como recuerda Miguel Zugaza , director del museo, fue gracias a Felipe IV , quien adquirió estas obras en l a Almoneda de Rubens , tras la muerte del maestro. Se exhiben cinco grandes ejemplos: «La serpiente de metal», «La Coronación de espinas», «Aquiles descubierto por Ulises y Diomedes», «La Lamentación» y «El Prendimiento». Junto a ellos, cuelgan excepcionales préstamos de los mejores museos y colecciones privadas del mundo.
Primer autorretrato conocido
El grueso de estas pinturas las hizo en su Amberes natal , antes de partir en 1621 a Italia. Tan solo siete están fechadas (cuatro son retratos). Desde muy niño, Van Dyck tuvo muy clara su vocación: quería dibujar y pintar. A los 10 años ya era discípulo de Van Balen, su primer maestro. Tras su paso por el taller de Rubens , en 1618 se registra como maestro en el gremio de San Lucas de Amberes. Se independiza y abre su propio taller , aunque posiblemente mantuviera unos años más su relación con Rubens. Con 20 años tiene ya tres ayudantes .
«Es un pintor valiente, arriesgado, muy poderoso», dice Alejandro Vergara
Han llevado a cabo un espléndido y exhaustivo trabajo de investigación los dos comisarios de la muestra : Alejandro Vergara , jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Prado, y Friso Lammertse , conservador del Boijmans Museum de Rotterdam . Abre la exposición el primer autorretrato conocido de Van Dyck (hacia 1615), procedente de Viena. Tendría en torno a 16 años. Nos mira, muy resuelto, con descaro. En sus primeras composiciones, advierte Vergara, «pinta sorprendentemente bien pese a ser tan joven. Tiene mucha calidad y talento; es un pintor valiente, experimental, arriesgado, muy poderoso ». Pero también, añade, se muestra titubeante, vacilante , por ejemplo en el tratamiento de las anatomías. Entre estos trabajos más tempranos, obras como «La entrada de Cristo en Jerusalén», «La Lamentación» o «Sileno ebrio».
Continuos cambios de estilo
Fruto de su constante experimentación son frecuentes sus cambios de estilo , su marcada y fuerte personalidad . En el centenar de obras que cuelgan en el Prado se condensan géneros, temas y estilos bien distintos: retratos, cuadros religiosos y mitológicos de gran formato, junto a sus bocetos. Van Dyck anduvo siempre en busca de un estilo propio , que le distinguiera de Rubens. Y es que en muchos momentos tuvo que renunciar a su personalidad como creador para adaptarse al maestro y su taller. Si en cuadros como «La Coronación de espinas» se acerca más a Rubens, en otras como «El Prendimiento» o «San Jerónimo en el desierto» se aleja de él.
Una hermana de Van Dyck era monja, dos eran beguinas y un hermano sacerdote
Volveremos a ver a San Jerónimo por partida triple en el recorrido: dos variaciones de «San Jerónimo con el Ángel» (una de Estocolmo; otra de Rotterdam, que en su día estuvo en España) y un «San Jerónimo en el desierto», de Dresde. Hizo mucha pintura religiosa . Quizá debido a la vocación familiar: una hermana era monja; otras dos, beguinas, y uno de sus hermanos se ordenó sacerdote. Sus obras maestras de este periodo juvenil datan de 1618-21.
Contemplamos cuadros que Van Dyck pintó con Rubens («La Virgen y el Niño con pecadores penitentes») y con Snyders («La caza del jabalí»), una buena selección de sus «Apostolados» y algunos de esos espléndidos retratos que, más adelante, le darían fama mundial, muy estilizados, refinados y de una sofisticada elegancia. Van Dyck fue un niño prodigio del arte que manejaba el pincel como el resto de los mortales solo podemos llegar a soñar.
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