Paco Roca: viaje al Edén de las viejas fotografías familiares
El autor de «Arrugas» indaga ahora en «Retorno al Edén» en el peso de su propia historia a través del color sepia y del tesoro sentimental, recuerdo de un día feliz que guardaba su madre
por Asier MensuroFotos y vídeo: Mikel PonceLa última novela gráfica del valenciano Paco Roca es «Retorno a Edén» (Astiberri), y su lectura nos despierta sensaciones aparentemente opuestas. Por un lado, es una obra personal y de vanguardia, muy alejada de los planteamientos narrativos que habitualmente realiza en sus cómics; y por otro, me recuerda, por su temática, a otras obras precedentes.
«El germen de esta historia y “La casa” están relacionados», afirma el historietista. «Cuando murió mi padre y afronté la realización de “La casa” me di cuenta de que más allá de las vivencias que habíamos tenido juntos, no sabía nada de su vida, de su infancia […]; Y pensé que no quería que me pasase eso con Antonia, mi madre. Así que decidí grabarla. No solo a ella, sino también recoger los testimonios del resto de mi familia: sus cuñadas, mis tíos… Y así empecé a comprender muchas cosas y a quitarme esa “espinita” que me había quedado con mi padre».
En un primer momento, Roca no pretende construir una historieta con estas grabaciones, pero Antonia le habla de una vieja fotografía familiar que posee un gran valor sentimental, ya que es la única en la que ella aparece junto a su madre Carmen y a algunos de sus hermanos. Emocionada, le cuenta que esta imagen le ha acompañado durante toda su vida, y que siempre la ha mantenido muy cerca de ella; justo debajo del cristal de su mesilla de noche.
«Recordé que así era, y de ahí surge la chispa, la idea de hacer una historieta en torno a esa foto. No se trataba tanto de un ejercicio de estilo, sino que era más bien como un reto», comenta Roca, que con su peculiar sensibilidad comprende con rapidez el potencial de la historia.
En las páginas de esta novela gráfica reflexiona sobre la naturaleza y utilidad de este tipo de piezas. Una de las viñetas posee un texto revelador sobre las conclusiones del historietista: «La fotografía cumplía su función. El mágico efecto de evocar instantes perdidos. Durante la posguerra, las pocas fotografías que una persona poseía retenían momentos especiales de sus vidas. Y se convertían en sí mismas en objetos venerados».
Paco Roca otorga a esta imagen un papel análogo al de la magdalena de Proust; y lo expresa con gran eficacia al dibujar a una Carmen sin rostro; una cabeza sin cara que convierte a la madre que Antonia adoraba en un ser anónimo.
El ágil trazo del autor consigue expresar a la perfección el hondo pesar que se apoderaba de ella cuando, con el paso de los años, no consigue recordar con nitidez los rasgos de su propia madre, a la que perdió siendo muy joven. Y es en este preciso instante cuando, esa fotografía aparentemente banal, se revela como una suerte de bálsamo o remedio casi “mágico”, ya que obra el milagro de volver a traer al presente aquella parte del pasado que ha sido olvidado.
Como bien nos recuerda el autor «el tema de Retorno al Edén, no es otro que el de la memoria» como sucedía en “Arrugas”; pero en “Retorno al Edén”, realiza una reflexión mucho más rica, trazando un panorama bien completo de todo lo que atañe al caprichoso mundo de los recuerdos. Entre otras cosas, el autor nombra: «la invención o las “traiciones” de la memoria que, con el paso del tiempo, confunde y funde diversos recuerdos en una sola historia; y la manipulación de la memoria, que altera aquello que ha sucedido en realidad, con los más diversos fines».
Una vieja foto
Así las cosas, la vieja imagen que vertebra todo el relato se convierte en un misterio apasionante sobre el que Paco se interroga: «Hay un juego fascinante al que todos hemos jugado alguna vez frente a una fotografía. ¡Quién no ha deseado que le den un minuto para entrar en ella y averiguarlo todo? Cosas como: ¿Qué pasó antes y después de que el fotógrafo disparase la cámara?, ¿qué es lo que había fuera de plano, más allá de lo que la imagen muestra?, y tantas otras preguntas más que, con ayuda de la imaginación, te permiten construir y ficcionar una historia».
Y hay que decir que Paco Roca consigue implicarnos en un relato que teje con maestría. Nos invita a un viaje a la infancia de su madre, y a la Valencia de la época; pero según avanzan la lectura de las 184 apasionantes páginas que componen esta novela gráfica, uno cae en la cuenta de que las vivencias intimas y familiares que describe son análogas a las de toda una generación de niños, los de la posguerra.
El relato está tan bien hilado que es imposible evitar la identificación entre lo que Roca cuenta y muchas de las historias sobre nuestras propias familias que hemos oído una y mil veces de boca de nuestros padres o abuelos. Y como bien dice el historietista: «Es una generación importantísima. Son nuestras raíces. Conocerla me ha permitido conocer y entender muchas cosas de mi madre, y consecuentemente, también de mi mismo».
Volver la vista a nuestro pasado es algo que Roca ha hecho en multitud de ocasiones, en obras como “Los surcos del azar”, o “El invierno del dibujante”; pero esto no debe hacernos olvidar que, ante todo, “Retorno al Edén” es un experimento narrativo en el que el historietista recorre caminos que nunca ha transitado antes.
Voz en off visual
Por primera vez en su carrera, Paco Roca utiliza la voz en off como un elemento constante en el relato que construye. Con ella, el lector sigue el hilo que le ata a la historia, y permite que, en cierto modo, el autor se libere y utilice el dibujo de manera distinta. Muchas de las páginas de “Retorno al Edén” contienen viñetas o series de viñetas que son ante todo poderosas metáforas visuales.
Así por ejemplo, a lo largo de la novela gráfica se muestran diversos avatares de la vida que frustran las ilusiones de Antonia; pero ninguno de estos ejemplos consigue transmitir con tanta intensidad este poderoso sentimiento, como cuando Paco Roca dibuja sobre el torso de su madre un volcán en erupción que es apagado por un repentino aguacero.
Paco Roca consigue dibujar pensamientos y emociones que dotan a su obra de una singular poesía. El dibujo es ante todo un código, que el historietista utiliza con maestría. Como bien nos explica: «En “Regreso al Edén” es la vez que más consciente he sido de que estaba haciendo un cómic. Quiero decir, de que no intentaba recrear una realidad en viñetas, sino de que era una historieta. Cuando eres consciente de eso, la viñeta se convierte en un mundo, un espacio maravilloso con el que jugar, en el que todo cabe».