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El Prado presenta en sociedad al joven Ribera

La pinacoteca reúne en una gran exposición una veintena de obras atribuidas al maestro recientemente

VÍDEO: MUSEO DEL PRADO / FOTO: EFE

NATIVIDAD PULIDO

En 1992, el Museo del Prado dedicó a José de Ribera la mayor antológica jamás realizada del artista valenciano. Quién iba a pensar que dos décadas después se expondrían en este mismo museo 22 obras que no estuvieron entonces, bien porque no se conocían o porque no se consideraban del maestro de Játiva. Varias decenas de obras, pues, se han incorporado recientemente a su catálogo, que sigue abierto.

Y es que en la última década ha habido, en palabras de Miguel Zugaza , director de la pinacoteca, el juicio más apasionante en torno a las atribuciones a un artista de la historia reciente. Fue en 2002 Gianni Papi quien abrió la caja de pandora identificando al Maestro del Juicio de Salomón como el mismísimo José de Ribera, el Españoleto. El Maestro del Juicio de Salomón fue el sobrenombre que otro insigne historiador, Roberto Longhi, dio al pintor anónimo que realizó «El Juicio de Salomón», propiedad de la galería Borghese. Con el tiempo se le atribuyeron a este mismo artista otro conjunto de notables pinturas.

Desde el feliz hallazgo de Papi no se había reconstruido en una exposición toda la etapa de juventud de Ribera (los primeros 12-14 años de su carrera), tanto su estancia en Roma (1610-1916 aproximadamente), como sus primera etapa napolitana, desde 1616 hasta final de los años 20. Había muchísima confusión, debido en gran parte a que no firmaba las pinturas (solo dos de ellas lo están y, a pesar de ello, había dudas de su autoría), pero también a la evolución estilística de sus composiciones en tan pocos años.

El logro del Prado

El Prado lo ha logrado. Comisariada por José Milicua y Javier Portús, «El joven Ribera» reúne, del 5 de abril al 31 de julio , 32 obras, entre ellas los principales hallazgos de esta apasionante labor de investigación, llevada a cabo por los grandes especialistas en el pintor: Spinosa, Papi, Milicua, Finaldi... La muestra arranca con el cuadro que dio origen a la confusión de autoría, «El Juicio de Salomón», y le acompañan grandes obras de las dos series principales que hizo Ribera en su etapa romana : un Apostolado que perteneció al propio Longhi y tres de las pinturas de la serie «Los cinco sentidos» (maravilloso, «El Olfato», de la colección Abelló). En la misma sala, un «San Jerónimo» —primer cuadro que firma Ribera—. Curiosamente, el Prado exhibe en su colección permanente otro «San Jerónimo» de este artista, última obra que firma, en 1652, año de su muerte.

Destaca especialmente el espectacular «Calvario», obra maestra absoluta de Ribera.

Una segunda sala la copan cinco grandes composiciones, encargadas por sofisticados coleccionistas romanos y creadas por Ribera como cuadros de historia y no devocionales, pese a su temática religiosa: «Jesús entre los doctores», «La negación de Pedro» —también atribuida durante años al Maestro del Juicio de Salomón— o «La resurrección de Lázaro», única obra de juventud de Ribera que atesora el Prado. Fue adquirida en una subasta en Nueva York en 2001. La compra no estuvo exenta de polémica, pues surgieron dudas sobre su autoría, pero el profesor Milucia siempre la defendió y se siente muy orgulloso de que ese cuadro esté hoy en el Prado. Ribera demuestra con estas grandes composiciones que la pintura naturalista sí es adecuada para pintar este tipo de historias. Junto a ellas, un «Martirio de San Lorenzo», procedente de la Basílica del Pilar de Zaragoza, que es una de las novedades en este nuevo catálogo del Ribera joven. La tercera sala comparte obras realizadas en Roma y en sus primeros años napolitanos. Es muy interesante comparar dos «San Pedro y San Pablo» con estilos bien distintos pintados con tan pocos años de diferencia. Uno de ellos está también firmado.

La exposición se cierra con una sala íntegramente napolitana en la que las obras ya son plenamente devocionales, pintadas para avivar el sentido religioso del espectador. Comenta Javier Portús que en estos años emerge en la pintura de Ribera el cuerpo masculino desnudo como campo de dolor y santidad, que ya no abandonaría nunca en su prolífica y fecunda carrera. Espléndida, la «Lamentación sobre el cuerpo de Cristo muerto», de la National Gallery de Londres. De la serie de la Colegiata de Osuna se exhiben dos obras. Destaca especialmente el espectacular «Calvario», obra maestra absoluta de Ribera. Desde el Prado se anima a los visitantes a visitar, después de recorrer la muestra, las salas de este artista en la colección permanente para comparar el joven y el maduro Ribera. En mayo esta exposición tan viva e interesante tendrá continuidad con un curso donde los grandes especialistas en Ribera seguirán discutiendo sobre nuevas atribuciones. Seguro que su catálogo seguirá ampliándose.

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