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Lee Miller, de la bañera de Hitler a embajadora del surrealismo británico en la Fundación Miró

La obra de la fotógrafa dialoga con Dalí, Ray, Ernst, Penrose y Moore en Barcelona

Una visitante fotografía algunas de las instantáneas de Lee Miller Efe
David Morán

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Acababa de salir del campo de concentración de Dachau con las botas embarradas y el horror nazi pegado a la piel, así que arrancarse toda aquella suciedad en la bañera del mismísimo Führer sólo podía entenderse como un acto de justicia poética. Dicho y hecho, el 30 de abril de 1945, el mismo día que Adolf Hitler se pegaba un tiro en la cabeza en su búnker de Berlín, Lee Miller (1907-1977) se colaba en el piso muniqués del dictador alemán y se fotografíaba en su bañera.

«Es una imagen icónica y muy subversiva, una imagen terriblemente surrealista», subraya la comisaría Eleanor Clayton sobre una de sus instantáneas más conocidas y una de las doscientas obras con las que la Fundación Miró de Barcelona presenta hasta el 20 de enero a Miller, artista y musa de la vanguardia europea, como gran embajadora del surrealismo británico.

«Nude Bent Forward [Desnudo inclinado hacia adelante]», París, 1930 Lee Miller

«A través de su mirada, se reconstruye uno de los momentos menos conocidos del surrealismo», destaca el director de la Fundación Miró, Marko Daniel, para quien Miller fue, al mismo tiempo, una artista singular de biografía memorable, y una pieza fundamental en la «articulación de una de las escenas artísticas más vibrantes del siglo pasado».

De ahí que « Lee Miller y el surrealismo en Gran Bretaña» ofrezca una gran panorámica en la que las fotografías, collages e instalaciones de Miller se entrelazan con obras de Dalí, Picasso, Man Ray, Roland Penrose, Max Ernst, Leonora Carrington, Yves Tanguy, Paul Nash, Giorgio de Chirico, Joan Miró, Henry Moore, entre otros destacados surrealistas. A muchos de ellos los retrató, a otros los cautivó ( Penrose, el gran impulsor del surrealismo inglés, fue su marido ) y con todos ellos se codeó en The Barcelona, restaurante londinense en el que los surrealistas ingleses se reunían una vez al mes.

Un diálogo artístico en el que Miller lleva ahora la voz cantante mientras se reivindica como, todo al mismo tiempo, modelo, amante y pupila de Man Ray, musa de Picasso y Penrose, reportera de guerra para «Vogue» y pionera a la hora de conectar arte, moda y periodismo –y eso por no hablar de su faceta de chef surrealista–. «Tenía una mirada específica, una manera singular de encuadrar el mundo», destaca Clayton, para quien la manera de observar de Miller bien podría resumirse en un bodegón de 1930 protagonizado por un pecho femenino cercenado.

«Cuando estaba en París ganaba dinero trabajando como fotógrafa de operaciones quirúrgicas en La Sorbona, y decidió utilizar los restos de una mastectomía para mostrar cómo los cuerpos femeninos estaban siendo cercenados por los fotógrafos de la época», explica la comisaria.

Con la fotografía de guerra, añade Clayton, Miller llevó el surrealismo a una nueva dimensión reforzando la incongruencia y alterando paisajes desérticos y estatuas fragmentadas. «Vio cosas tan terroríficas y traumáticas que volver a la vida normal no le resultó nada fácil», zanja Clayton.

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