El milagro de «El Coyote», un best seller de los años 50

Casa del Lector expone la vida de José Mallorquí, autor de la serie de novelas que inició en la lectura a millones de españoles

Ejemplar de la novela «El Coyote», que costaba 4 pesetas ABC

JORGE S. CASILLAS

Hubo un momento a mediados de los 50 en que nos apeteció leer. Surgió de forma casi espontánea, gracias a la educación obligatoria. Hartos de recitar los ríos de izquierda a derecha y los Reyes de arriba a abajo, a los españoles le apetecía coger ... un libro sin prisas. Eran lectores con un paladar de trapo en su mayoría, pero adictos a las aventuras bien contadas. Así fue el nacimiento la «literatura popular», una industria en la que «El Coyote» vendió más que nadie.

Anuncio que alertaba de los peligros para la salud de compartir novelas ABC

El autor de este Robin Hood con antifaz fue José Mallorquí (Barcelona, 1913-1972) , un autor cuya vida expone Casa del Lector hasta el próximo 24 de julio. El calambre que encendió la imaginación de Mallorquí se lo dio Leonor, su mujer. Ella venía de ver «La marca del zorro» en el cine y le dijo que por qué no escribía sobre un hombre honrado y comprometido que impartiera justicia por el Lejano Oeste. La idea le gustó y los lectores le dieron la razón: entre los años 1953 y 1960 se vendieron unos dos millones de ejemplares . Las andanzas de César de Echagüe, que así se llamaba el personaje, cautivaron al país.

Los libros de «El Coyote» se vendían en los quioscos como cromos de Panini . Se agotaban a menudo y pasaban de mano en mano entre aquellos que preferían ahorrarse las cuatro pesetas que costaba cada ejemplar. A la distribuidora no le pareció bien tanta generosidad entre lectores, y publicó varios anuncios alertando de los riesgos para la salud del intercambio de libros : «Lector amigo: El contagio no es un ahorro», decía el anuncio. «¿Comería usted en el plato usado por un enfermo? Sin embargo, el plato puede lavarse. El libro usado no se puede lavar. Piense un momento en los males que pueden acarrearle la lectura de novelas que hayan pasado por varias manos». Solo les faltó poner: «Compartir puede matar».

El precio de la fama

Imagen de un quisco de la época, con los anuncios de «El Coyote» ABC

Pese a todo, se vendieron más ejemplares de «El Coyote» que del Fiat 600, y la historia de César de Echagüe fue llevada al cine en 1955 . Aquellos fueron los mejores años de José Mallorquí, un hombre que tenía obsesión por recordarlo todo, por apretar el puño y el disparador de su cámara como si la vida se le fuera entre los dedos. Hacía fotos mientras se afeitaba, fotos de la televisión encendida... Hoy se habría puesto las botas en Instagram.

Su éxito y su fama llegaron a tal extremo que un alto cargo de la Guardia Civil de tráfico le regaló el carné de conducir sin pasar ningún examen. La vida le sonreía y a mediados de los 60 tenía tres coches a su nombre: un Citroen, un Seat y un MG comprados en 1965, 66 y 67 respectivamente. Pero el reconocimiento tuvo una gran contrapartida: el exceso de trabajo . Después de «El Coyote» escribió novelas románticas que salían cada una o dos semanas. Había demanda, pero los autores de literatura popular como él vivían al borde de la explotación.

José Mallorquí, en 1995, trabajando con un periquito sobre la cabeza ABC

José Mallorquí escribió guiones de radio tan exitosos que en cuestión de días ya tenía ofertas para convertirlos en novela, como ocurrió con «Dos hombres buenos». El destino le arrebató a su mujer más pronto de lo deseable y él contrajo una enfermedad que le impedía escribir con normalidad. Perdió la ilusión y se suicidó en 1972, con 59 años . Dejó dos hijos, tres novelas a medio empezar y una nota de despedida: «No puedo más. Me mato. En el cajón de mi mesa hay cheques firmados». Firmó: «Papá». Y escribió debajo: «Perdón».

«Era un hombre extremadamente desordenado -escribió su hijo César en noviembre de 2007-, pero también era un coleccionista que mantenía en perfecto orden sus múltiples y diversas colecciones. Era radicalmente abstemio, pero siempre tenía en casa cajas enteras de las más diversas bebidas alcohólicas. Era un hombre de ideas conservadoras , y sin embargo había un componente profundamente anarquista en su actitud vital».

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