Juan José Aquerreta obtiene el premio Nacional de Artes Plásticas
En reconocimiento a su trayectoria artística (que se prolonga durante casi medio siglo), el Nacional de Artes Plásticas, que concede el Ministerio de Cultura, ha recaído este año en Juan José Aquerreta. Pintor y escultor neofigurativo y metafísico, compagina la creación con sus clases en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona. El año pasado recibió este galardón el llorado y recordado Juan Muñoz.
Como cada tarde, de cinco a nueve, Juan José Aquerreta se reunía ayer con sus setenta alumnos en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona. Pero no era un día más: el «profe» había ganado el premio Nacional de Artes Plásticas, dotado con 5 ... millones de pesetas. «No se lo voy a contar a mis alumnos», dice. ¿Por qué? «Puede que pinten peor». «Bueno, se lo diré al final de clase», rectifica. Este navarro de 55 años es un conversador reservado, tal vez porque todo lo que tiene que decir lo expresa con su obra. No es de extrañar su sorpresa al conocer la noticia, pues, aunque lleva ya unos años con la galería Marlborough y tiene obra en el CGAC y el Bellas Artes de Bilbao, entre otros museos, su nombre no es uno de los más habituales en el circuito. En ediciones anteriores ha primado galardonar a artistas más renombrados, al menos a nivel internacional.
JUAN MUÑOZ, EN EL RECUERDO
Dedica Aquerreta el premio a su madre, a quien debe su temprano amor por la pintura. Empezó a coger los pinceles a los 14 años. También tiene un recuerdo para Antonio López, su maestro en la Escuela de Bellas Artes, «a quien le debo el amor a la profesión, a la naturaleza, al cuerpo, a las cosas... así como el sentido de la honestidad intelectual del artista». Y tiene hermosas palabras para su antecesor en el premio, el recientemente desaparecido Juan Muñoz: «Siento una admiración enorme por su trabajo; fue una desgracia enorme su pérdida». El jurado del premio estuvo compuesto por Joaquín Puig de la Bellacasa, Miguel Zugaza, Francisco Calvo Serraller, Javier Barón, Juan Manuel Bonet y Enrique de Andrés Ruiz.
Algunos han rebautizado a Juan José Aquerreta como «el Morandi navarro». ¿Se siente identificado con tal definición? «Es para mí un pariente demasiado próximo. Compartimos los mismos amores por las mismas cosas, como la pasión por la pintura primitiva italiana». Le encanta trabajar al natural y pintar con sus alumnos. Entre sus preferencias, las figuras y retratos («me interesan por la proyección afectiva con los demás»), los bodegones y paisajes (siempre de Navarra)... También ha realizado esculturas. Una de las últimas, un «Cristo resucitado» (1999), que le encargó un sacerdote jesuita. Aunque huye de encasillamientos («no me gusta que me metan en ningún recipiente; el sentido de la libertad es lo más grande»), confiesa que es figurativo (no hiperrealista), aunque se aproxima a la abstracción: «Estoy a medio camino entre la figuración y la abstracción, pero mi obra está relacionada esencialmente con la pintura metafísica». En este sentido, se acerca a otro premio Nacional de Artes Plásticas: el canario Cristino de Vera.
Aquerreta (Pamplona, 1946) es un habitual en las últimas ediciones de ARCO con su actual galería, Marlborough, donde tiene previsto exponer el próximo mes de marzo. No le preocupa lo más mínimo el éxito ni exponer algún día en el Reina Sofía: «Mi meta es seguir trabajando en paz y vivir con tranquilidad. Lo demás me parece peligroso». Comenta que los hechos del 11-S no han trastocado su ritmo de trabajo: «Desgraciadamente, aquí estamos vacunados, porque tenemos un problema parecido; es algo demasiado cotidiano».
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