Jasper Johns se desdobla en su mayor retrospectiva
Nueva York y Filadelfia acogen una gran exposición del artista vivo más importante de Estados Unidos
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Iniciar sesiónLa duplicidad y la repetición son esenciales en la obra de Jasper Johns (Augusta, Georgia, 1930) y dos de los más importantes museos de EE.UU. – el Whitney de Nueva York y el Museo de Arte de Filadelfia – se han apoyado ... en ellas para organizar la mayor retrospectiva hasta la fecha de este icono del arte del siglo XX. La obra de Johns –extensa en seis décadas de trabajo, compleja por sus muchas evoluciones– se desdobla en dos ciudades demasiado alejadas –unos 160 kilómetros– como para visitar las dos exposiciones el mismo día y demasiado cercanas como para no caer en la tentación de viajar a la otra para conocer la otra media naranja de la gran exposición de este otoño en EE.UU.
Ese viaje ya lo hizo en 1957 el propio Johns, en compañía del también artista –y entonces su pareja sentimental– Robert Rauschenberg . Johns acababa de hacerse un hueco en la escena neoyorquina tras aparecer en una de las primeras muestras de la galería del influyente Leo Castelli . En una visita al estudio de Rauschenberg –que también apareció en la exposición–, Castelli vio unos cuadros de Johns que recreaban la bandera de EE.UU. Era un contrapunto radical al arte de moda de la época, el expresionismo abstracto de Jackson Pollock o Willem de Kooning , una bofetada a la idea del arte como mundo interior, al brochazo inspirado. Las pinturas de banderas –se convertirían pronto en un símbolo del arte del siglo XX– expandían los terrenos artísticos, cuestionaba la relación entre objeto y arte, abría una puerta, sin saberlo, al arte ‘pop’ de los sesenta.
Banderas
El crítico de ‘Art News’ definió a Johns como ‘Neo-Dadá’, en referencia al dadaísmo de, sobre todo, Marcel Duchamp . Y el Museo de Filadelfia tenía la mayor colección en el mundo del artista francés, así que los dos jóvenes artistas fueron a inspeccionar en persona su relación con Duchamp. Ese viaje fue el germen de una amistad entre los tres, fue muy influyente en el trabajo de Johns y ahora es una de las conexiones entre ambas exposiciones. La de Filadelfia se abre con la primera bandera de EE.UU. pintada por Johns , que apareció en la muestra de Castelli y cuya historia es decisiva en la carrera del artista. En 1954 –el mismo año en que el Museo de Arte de Filadelfia instalaba su nueva colección de Duchamp–, Johns tuvo una revelación. «Un día, se puso a destrozar todas sus obras, de forma metódica», recordó la artista Rose Rosenthal, que vivía en el mismo edificio que Johns y Rauschenberg. «Esas obras estaban hechas con el espíritu de querer ser un artista, no de ser un artista», explicó después Johns. «Quería encontrar lo que yo hacía distinto a otros, lo que yo era que otros no eran».
La revelación se completó ese mismo año. «Una noche soñé que pintaba una gran bandera estadounidense. A la mañana siguiente me desperté, salí y me fui a comprar los materiales para hacerlo». La bandera es una muestra de la dualidad de Johns. Puede ser un objeto o una pintura, un símbolo o una obra de arte. Se puede interpretar como una alusión patriótica y antipatriótica. El artista la reprodujo de muchas maneras en los años siguientes: duplicada sobre sí misma, superpuesta en tres capas de manera escultórica, en otros colores… Otras obras de esa época tenían el mismo componente, alejado de la abstracción dominante, una puerta abierta al arte conceptual que dominó el final del siglo XX y lo que llevamos de este: las series de dianas , el uso de números y, todavía más célebres , los mapas de EE.UU.
Más de 550 obras
Son imágenes que, a pesar de las vueltas que ha dado la carrera artística de Johns, han seguido apareciendo en su obra, mezcladas con otras nuevas. En palabras de Hollad Cotter, crítico de ‘The New York Times’: «Como los recuerdos y las emociones, siempre vuelven, con diferente peso y significado, en diferentes momentos y contextos, siempre iguales, nunca iguales».
La muestra tiene el tamaño de la figura de Johns, sin duda el artista vivo más importante de EE.UU. y también el más influyente: desde Andy Warhol a Kerry James Marshall, y buena parte de los que están entre ambos. Son más 550 obras de arte repartidas en los dos museos , que juegan con la duplicidad y los espejos conceptuales de Johns para presentar las obras: tanto en el Whitney como en el Museo de Arte de Filadelfia las exposiciones se organizan en diez salas; los dos museos recrean una de las muestras que Castelli organizó de Johns; y ambos dedican una galería a una de las etapas del artista fuera de Nueva York: el Whitney, a su huida a una zona playera de Carolina del Sur, Edisto Beach, tras su ruptura con Rauschenberg (buena parte de lo que creó allí se perdió en un incendio); Filadelfia se centra en su paso por Japón, donde ya estuvo cuando pasó por el ejército en los 50.
«No son mis ideas»
Johns no ha dejado de crear. Algunas de sus obras más recientes están en la retrospectiva. Vive y trabaja en Sharon, un pueblo de Connecticut en el que vive olvidado del mundo. Reservado, reacio siempre a explicar su trabaj o, no se ha implicado en la retrospectiva, que fue ideada para el año pasado –con motivo de su 90 cumpleaños– pero se retrasó por la pandemia. «Esas no son mis ideas», dijo a Deborah Solomon, una periodista que prepara su biografía. «La exposición no ha sido mi idea».
La idea es, sobre todo, de los comisarios Scott Rothkopf y Carlos Basualdo, respectivamente del Whitney y del Museo de Arte de Filadelfia, dos instituciones muy vinculadas con la obra de Johns. Ambos han tenido que coordinarse para la organización, un proceso contradictorio, que ha tardado cinco años en fraguarse, con ideas enfrentadas muchas veces, complejas siempre. Como el propio protagonista de la retrospectiva.
«Jasper Johns es una montaña» , aseguró Basualdo, argentino y poeta antes que comisario, en la presentación en Nueva York de la muestra. «Pero no es una montaña estable; es una montaña imaginaria y cada vez que vas es diferente. Scott y yo nos dispusimos a ser escaladores, explorar este paisaje siempre cambiante», añadió. «¿Llegamos a la cumbre? No lo sé. Pero sin duda sentimos la brisa, sin duda vimos la luz».
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