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Françoise Gilot, la única mujer que huyó de Picasso

Fue la única que se atrevió a abandonar al pintor malagueño, la única que logró sobrevivir a él. Madre de sus hijos Claude y Paloma, también es pintora. A sus 96 años, ve la luz una edición facsímil de sus cuadernos de dibujos de Venecia, La India y Senegal

Pablo Picasso con Françoise Gilot en 1950 ABC

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Un ya anciano Matisse lo vio claro cuando la conoció: tenía una cabeza muy interesante y quería retratarla con el pelo de color verde, como si fuera la hoja de una planta. Le dio una brillante idea a Picasso: sería la mujer flor, como Dora Maar fue la mujer que llora en sus obras de la etapa del « Guernica ». La pintora francesa Françoise Gilot (1921) irrumpió en la vida del artista en mayo de 1943, en una Francia ocupada por los alemanes. Ella tenía 21 años, Picasso pasaba ya de los 60.

El encuentro se produjo en el restaurante «Le Catalan» en la Rue des Grands-Augustins de París. Ella estaba cenando con una amiga y el actor Alain Cuny . Él hacía lo propio con la vizcondesa de Noailles, Dora Maar (por entonces su amante) y unos amigos. La bella Françoise no tardó en llamar la atención de Picasso, que para las mujeres tenía un radar finísimo. Se acercó a su mesa con un frutero lleno de cerezas. Así de original era él. La invitó a su estudio. Una nueva presa estaba ya atrapada irremediablemente en su tela de araña.

Diez años de amor y tormento

Fue el comienzo de una atormentada historia de amor (con Picasso todas lo eran), que duró diez años, hasta 1953, fruto de la cual nacieron dos hijos (Claude y Paloma) y que ella contó en primera persona en «Vida con Picasso» (1964). Un libro que despertó a la bestia. Y es que el genio no sale muy bien parado que digamos en el retrato que Françoise hace de él. Fue la única mujer que se atrevió a abandonar a Picasso. Y eso es decir mucho. «Eres demasiado complicada para mí», le decía Pablo. E inteligente, le faltó decir.

Detalle de uno de los dibujos de Françoise Gilot de la India ABC

La nueva musa y amante de Picasso iba para abogada, pero acabó siendo una prometedora pintora. Formó parte de la Nueva Escuela de París. Su trabajo, a caballo entre la figuración y la abstracción, siempre se inspira en la vida. Picasso le aconsejaba: «Posees grandes dotes para el dibujo, pero debes trabajar duro todos los días». Charlaban de arte, de filosofía... « Aprendí mucho a su lado », comenta Gilot en sus suculentas memorias.

La editorial Taschen publica una edición facsímil de los tres cuadernos de dibujos de Françoise Gilot: Venecia (1974), La India (1979) y Senegal (1981). Venecia es una ciudad a la que siempre se ha sentido muy unida: siendo niña solía ir con sus padres. Este cuaderno, realizado en el verano del 74, es una oda a la Serenísima, tan hermosa como irreal (sus góndolas y palacios, su carnaval), a su historia y su mito, pero también un homenaje a los grandes maestros venecianos, a los que tanto admira: Bellini, Carpaccio, Giorgione, Veronés, Tiziano y Tintoretto. El segundo cuaderno está dedicado a La India, adonde viajó a finales de 1979. Paradójicamente, hace dibujos en blanco y negro de un país en el que el color estalla por todos sus rincones. Esboza apuntes mientras callejea por las calles o en sus accidentados viajes de una ciudad a otra. Retrata los puestos de los mercados, las vacas... pero sus protagonistas son las mujeres indias y sus impecables saris, que le fascinan:«La tela es como un capullo y en esta metamorfosis latente yace la magia de la línea curva», advierte Gilot.

Dos matrimonios

En 1981 viaja a Senegal acompañada por su segundo esposo, el doctor Jonas Salk , creador de la vacuna contra la polio, para una campaña de vacunación. Falleció en 1995. Antes estuvo casada con el pintor Luc Simon, con quien tuvo una hija, Aurelia, y de quien se separaría. Con Picasso nunca llegó a casarse. Es este cuaderno africano el más pictórico y colorista de los tres, con acuarelas de gran intensidad. Se centra en sus gentes («muy elegantes») y su forma de vida. El país le recordaba mucho a Francia. «Dibujo para olvidar», confiesa Françoise Gilot, que, a sus 96 años, vive en Nueva York. Dicen que ningún Picasso cuelga en las paredes de su casa.

En agosto de 1948 Robert Capa inmortalizó en una playa de Golfe-Juan una estampa que se ha convertido en un icono: Picasso protege del sol con una gran sombrilla a una espléndida Françoise Gilot, que parece una moderna Cleopatra. Sus diez años de vida con Picasso fueron muy intensos. «En teoría no teníamos nada en común, en la práctica sí. Le entregué mi vida; le amé intensamente», confiesa Gilot en sus memorias. Hubo una fuerte atracción mutua, necesitaban estar juntos, pese a sus temperamentos opuestos. Lo recuerda como un hombre inteligente, agudo, de extraordinaria dulzura, pero, cual Dr. Jekyll y Mr. Hyde , tenía una cara oculta mucho menos amable. Se mostraba egoísta, cruel, despiadado, violento, con ataques de cólera, tirano, sádico, capaz de humillar a su hijo Paulo, a su chófer, Marcel; a su secretario, Jaume Sabartés. Solía poner a prueba a sus amigos... y a sus mujeres. Estando Françoise embarazada, se oponía a que fuera al ginecólogo. La trataba su médico de cabecera, que para colmo era psiquiatra: Jacques Lacan .

Françoise Gilot en 2015 ABC

Según Gilot, Picasso era «el más solitario de los hombres» , pese a ser halagado y adulado por un ejército de parásitos que merodeaban a su alrededor en el estudio. Y también machista. Cuenta en «Vida con Picasso» que, para éste, solo había dos clases de mujeres: «las diosas y las que son como felpudos». Ella no quería ser ni lo uno ni lo otro.

Las mujeres de Barba Azul

Para Françoise Gilot, Picasso «padecía una especie de complejo de Barba Azul»: deseaba cortar las cabezas de todas las mujeres y exhibirlas en su museo privado. «No las cortaba del todo. Sus vidas pendían de un hilo que Picasso sostenía desde el otro extremo», advierte. No soportaba la idea de que disfrutasen de una vida propia e independiente. Las mujeres de Picasso no soportaron vivir sin él y acabaron sus vidas de manera trágica. Todas, excepto Françoise Gilot, que logró sobrevivir a Picasso.

Su primera esposa, Olga Khokhlova , fue infeliz y desgraciada. Cuenta Gilot que amenazaba a Picasso, le asediaba con cartas, le perseguía. Padeció un cáncer y murió casi paralizada. La rubia y atlética Marie-Thérèse Walter , con quien tuvo una hija, Maya, fue, según Gilot, «la mujer que le inspiró plásticamente mejor que ninguna». Pero acabó sus días ahorcándose. Dora Maar , siempre atormentada, enloqueció. Y Jacqueline Roque , su última esposa, no superó su muerte y se pegó un tiro. «Ninguna mujer abandona a un hombre como yo», decía Picasso. Françoise Gilot lo hizo. Se marchó con sus hijos. Nunca se lo perdonó.

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