La dimensión ética del artista
Antes que nada, Antoni Tàpies ha sido una presencia constante en el arte de la segunda mitad de siglo XX en España
MANUEL BORJA-VILLEL
Antes que nada, Antoni Tàpies ha sido una presencia constante en el arte de la segunda mitad de siglo XX en España. Sin él, sin su figura, no es entendible el arte actual. Su obra es muy compleja y rica en un país donde el ... artista parecía que con el simple hecho de pintar ya cumplía su función. Pero no, Tàpies ha tenido una actividad muy amplia, no solo como artista, sino también como coleccionista, y como escritor; ha escrito bastantes libros y ha mantenido en todo momento una vocación social y política muy amplia. No debemos olvidar que una de las grandes fundaciones catalanas lleva su nombre.
Por otro lado, no tenemos tantos artistas que en el siglo XX hayan sido capaces de generar un lenguaje propio, a través, fundamentalmente en su caso, de las pinturas matéricas. No todos los artistas han sido capaces de ello, pero esto no quiere decir que Tàpies se haya quedado nunca anclado en un tipo de obra determinada. No quiere decir, desde luego, que haya caído en un formalismo, en una receta, sino que este tipo de lenguaje propio lo fue desarrollando después, enriqueciéndolo; así, las materias de los años 50 se convertirán en objetos durante las dos décadas posteriores y luego vendrán los barnices... Esta es la decisiva consistencia que tiene su obra, una coherencia que se va desplegando en multitud de formas y registros . Es otra riqueza, muy singular.
Hay un tercer punto fundamental, consecuencia de los otros dos. Se trata de la dimensión ética de Tàpies. Su gran deseo, su sueño, fue que las obras tuvieran propiedades terapeúticas, curativas: que alguien se sintiera mejor contemplándolas. Eso invoca la magia, aunque no en el sentido que lo haría Joseph Beuys, que surge del chamán capaz de cambiar el mundo desde fuera a través de las formas, sino que Tàpies es vehículo de la magia más humilde, casi la del mago de feria, la del que hace un simple juego de manos y todos sabemos que se trata de una ficción, de una construcción, pero nos dejamos llevar, nos dejamos engañar de algún modo. Así se crea una relación, una comunidad de afectos, entre el artista y el espectador, que tiene que ver con la comunidad invisible de Blanchot.
Tàpies va a ser también una figura muy difícil de llenar, no solo porque es un artista irrepetible, o porque nos deja su obra y su legado y sus escritos. Además, deja un gran vacío, su presencia en el arte español posterior es tan grande que ni siquiera podríamos entenderlo bien sin él. Su influencia en las décadas de los 50 a los 70 se agranda por su posicionamiento ético y político , llegando a confrontaciones tan llamativas como la que tuvo con los conceptuales de los 70.
Era también un artista muy culto para el que el texto es muy importante siempre —la parte escrita en sus obras es fundamental—. De ahí la colaboración con muchos poetas, como Valente, Ullán, Brossa, y tantos otros. Para él hay una relación intrínseca entre el texto y la pintura.
Por último, Tàpies, como otros, Picasso o Miró, tiene lo que se ha llamado un estilo tardío. Llega un momento en que algunos artistas están liberados de corsé del lenguaje e incluso del corsé de lo físico de algún modo, y son capaces de hacer una obra más allá de toda atadura. Como el último Tiziano, o el último De Kooning...
En esos años, como ellos, Tàpies replanteará algunos aspectos de su primera obra, que tiene algo de antiestético y en los que profundiza liberado ya de las convenciones del lenguaje. No es que escape del lenguaje, pero rompe las convenciones de su propio estilo. Eso es algo muy característico de estos artistas.
Así que posee, claro, una espiritualidad, pero basada en lo material. Siempre citaba a la Santa Teresa de «Dios está en los pucheros», y se sintió cerca de San Juan de la Cruz. La cruz, por cierto, que era la T de Tàpies, porque decía que uno acaba pintándose a sí mismo. Pero sí, es un artista espiritual basado en la materia, de ahí su afinidad con Valente. Como él, era tal vez un místico agnóstico.
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