David Hockney, en su Parnaso
El artista británico viajó a Normandía para pintar la primavera y allí sigue. Un libro relata su pasión por este lugar: «Me ha dado un nuevo soplo de vida»
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Iniciar sesiónDice David Hockney que es « un angelino británico que vive en Francia ». De su puritano Bradford natal se marchó a Los Ángeles, una vibrante ciudad donde vivió días de excesos y donde pintó sus deslumbrantes y cotizadísimas piscinas. Pero, aunque siempre ... ha sido un urbanita empedernido (eso sí, es alérgico a Nueva York), ha querido pasar su vejez de forma más bohemia, en otros paraísos más tranquilos. Primero se retiró a la campiña británica en Yorkshire ; después, a la Normandía francesa , donde dice haber encontrado su Parnaso: «Me ha dado un nuevo soplo de vida».
A sus 84 años, allí se siente revitalizado . No coge el bastón, da largos paseos por los senderos, admirando los árboles («son fascinantes»), el crepúsculo, la lluvia... «¡Aquí está todo! La primavera aquí es preciosa. Llega pronto. Es espectacular. Me siento eufórico. Uno debe pintar lo que ama . Yo pinto lo que amo, siempre lo he hecho». Lo hace tanto en un lienzo instalado en su caballete como dibujando en su inseparable iPad :«Puedo captar la luz muy rápido. Es el medio más veloz que he encontrado nunca». Sus obras pintadas en Normandía cuelgan, hasta el 14 de febrero de 2022, en el Museo de l’Orangerie de París.
Lo que tienen de especial estos paisajes es que Hockney «los ha hecho suyos. Los conoce íntima, profunda y minuciosamente. El lugar no posee un interés intrínseco, está en la persona que lo observa», advierte el crítico Martin Gayford , buen amigo del artista, que publica ‘No se puede detener la primavera. David Hockney en Normandía’ (Siruela). No es una biografía, más bien un diario que reúne correspondencia (vía e-mails) y conversaciones (en persona o a través de FaceTime) entre ambos. Ya publicaron al alimón hace unos años ‘Una historia de las imágenes’.
El 20 de marzo de 2020 llegaba, fiel a su cita anual, la primavera. Salvo que esta vez no pudimos salir a recibirla: estábamos confinados en casa . La pandemia le pilló a David Hockney, como les suele ocurrir a los genios, trabajando. Para él, trabajar es un placer. Había abandonado su amado Yorkshire por Normandía. El pintor británico compartió con sus amigos algunas obras inéditas, como unos preciosos narcisos amarillos, a los que acompañaba esta frase: «Recuerda que no pueden cancelar la primavera» . Tenía entonces 83 años y hasta allí se había marchado con su perro Ruby y sus dos inseparables asistentes, J-P (Jean-Pierre Gonçalves de Lima) y Jonathan Wilkinson.
Hockney puso rumbo a Normandía en otoño de 2018. Pensó que sería un buen lugar para pintar la llegada de la primavera. Encontró por sorpresa una centenaria casa de campo: La Grande Cour . La compró sin pensarlo dos veces, la renovó, construyó un estudio y se instaló allí en marzo de 2019. «Tengo casi 83 años y me moriré. La causa de la muerte es el nacimiento. Las únicas cosas reales en la vida son la comida y el amor, en ese orden . Realmente, creo que la fuente del arte es el amor. Amo la vida», confesaba. Le gusta disfrutar de ella. No se priva de los pequeños placeres: bebe cerveza, tiene buen saque (no le hace ascos a los callos normandos) y fuma como un carretero.
Al igual que Monet halló su paraíso en Giverny (construyó un espléndido jardín con un estanque de nenúfares y un puente japonés solo para poder pintarlos) y Van Gogh en Arlés (en l a Casa Amarilla se midió con Gauguin y consigo mismo), Hockney halló su Giverny, su Casa Amarilla, en Normandía. «Hemos encontrado una Francia mucho más amable con los fumadores que la desconsiderada Inglaterra. La vieja Inglaterra aburrida de siempre », se lamenta Hockney. Habla con Gayford en el libro de lo humano y lo divino: de sus achaques, de sus visitas a los museos, de sus adorados Picasso y Van Gogh y hasta de un matemático, cura, ingeniero y científico ruso que publicó un ensayo sobre la perspectiva invertida y fue fusilado por Stalin. Advierte Gayford una conexión del trabajo de Hockney en Normandía con obras de Rembrandt, Van Gogh, Bruegel...: «Su entusiasmo es imperioso, se deja llevar por arrebatos de entusiasmo ». Cuando empieza a pintar en el estudio se siente como un joven de 30. Así ha ocurrido en los estudios por los que ha pasado en sus seis décadas de carrera: París, Bridlington, Montcalm Avenue, Yorkshire, Normandía...
« ¡No me gusta ser famoso! », espeta David Hockney. Pero es una celebridad, una ‘prima donna’. «No ha dejado de ser el foco de atención en 60 años», comenta Martin Gayford, quien relata el día que el pintor se quedó atrapado en un ascensor en un hotel de Ámsterdam en febrero de 2019. Lo que fue una simple anécdota dio la vuelta al mundo. Tuvieron que rescatarlo los bomberos. Hockney, que posa sonriente en una foto con sus ‘salvadores’ cachas, agradeció irónicamente a su publicista haber estropeado el ascensor. En 2018 su ‘Retrato de artista (Piscina con dos figuras)’ se vendió por 90,3 millones de dólares, el precio más alto pagado por una obra de un artista vivo . Incluso su atuendo marca tendencia: exclusivos jerseys de punto, gafas amarillas, una gorra... No le gustan los vaqueros.
Ha sabido sacar provecho de su sordera (lleva audífonos desde 1979). Conforme iba perdiendo el oído era capaz de ver el espacio con mayor claridad. Escucha a Beethoven y a Wagner . Acaba de leer ‘Wagnerismo’, de Alex Ross. Le ha encantado. Solía hacer recorridos wagnerianos por las montañas de Santa Mónica a bordo de un Mercedes rojo descapotable con doce altavoces. Lee mucho: Flaubert, Proust... Se acuesta pronto, sobre las 21.30. Duerme con la ventana abierta porque fuma en el dormitorio. Admira los trabajos postreros de Tiziano, Bellini, Monet y Picasso. El octogenario Hockney «ha conseguido hallar cada vez más en cada vez menos. Nos da una lección no solo acerca de cómo mirar, también de cómo vivir», dice Gayford. David Hockney no piensa volver a Estados Unidos en una temporada:«Me voy a quedar aquí otro año, y otra primavera, otro verano, otro otoño... La próxima primavera podría centrarme en el cerezo... »
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