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Las contradicciones de Ulises Carrión, una por una en el Reina Sofía

El museo estrena la primera retrospectiva del autor mexicano, un hombre que transitó en los márgenes del arte y que vivió una relación de amor-odio con su país

Una de las fotografías que forman parte de la retrospectiva «Querido lector. No lea» EFE

JORGE S. CASILLAS

El día que enterraron a Ulises Carrión (México, 1941 - Holanda, 1989), un grupo de mariachis interpretó música popular mexicana junto al ataúd. Aquella fue su última contradicción, una de las muchas incoherencias que le acompañaron durante su carrera. Ya había renegado de su país en alguna ocasión, pero eso tampoco le impedía cocinar comida mexicana ni escuchar música típica de su Veracruz natal. Como autor, sus contradicciones giraron en torno al uso de la palabra, porque antes de jugar con las artes visuales pretendió ser escritor.

Hay gente que habita en los márgenes del mercado porque no tiene el suficiente talento o porque simplemente no le queda más remedio. Sin embargo, cuentan que Ulises Carrión fue un autor «decididamente underground», que transitó alejado de los cauces tradicionales porque era su manera de entender la libertad. En un despacho de su famosa librería «Other books and so» colgaba un cartel en el que ponía: «Art saves lives» (El arte salva vidas).

Su obra, expuesta den la planta tercera del Reina Sofía hasta el 10 de octubre, tampoco siguió una trayectoria lineal. Él comenzó como escritor de cuentos y obras de teatro, pero a los 31 años eligió dedicarse a otro tipo de arte mucho más ecléctico y particular.

La retrospectiva planteada por el Reina Sofía —la primera que se hace de Carrión—, denota una relación ambigua entre el autor y la literatura. A lo largo de sus 350 piezas, la exposición «Querido lector. No lea» es desde el mismo título una provocación. Quizá por deformación profesional, el autor experimentó con las letras. Pero es verdad que sus obras no están hechas para ser leídas. Son en su mayoría un juego, y están llenas de trampas para la vista.

«Montar una exposición es como trabajar de cocinero en un restaurante», dijo ayer Guy Schraenen , comisario de la muestra y amigo personal del autor. «Cuando están todos los platos en la mesa nadie aprecia lo complicado que ha sido preparar esa comida».

Diferencia entre «chisme» y calumnia

Una de las piezas centrales de la exposición es el vídeo «A book», un corto de casi ocho minutos en el que unas manos arrancan hojas de un libro sin prisa pero sin pausa. Mientras, otras manos hacen lo posible por recuperar esas pelotas de papel, estirarlas y ordenarlas de nuevo. «¿Cómo se expone una obra que se escapa a los formatos y que no tiene una trayectoria lineal?», se preguntaba ayer Manuel Borja-Villel , director del Reina Sofía. «Ulises Carrión era un anarquista en el sentido en que él generaba sus propias prácticas. De hecho, él forma parte de esa serie de artistas que en los años 60 cuestionó las prácticas artísticas tradicionales».

Hay otro proyecto especialmente llamativo titulado «Gossip, scandal and good manners» a través del cual quiso enseñar cómo circula un rumor o un chisme entre la gente. Para ello diseñó una serie de diagramas en los que mediante flechas y recuadros diferencian el cotilleo y el «chisme», de otras formas de expresión más o menos honradas. «A diferencia del rumor, el escándalo y la calumnia, el chisme sí implica cierto placer», escribió. «Sólo el chisme puede referirse también a nuestros seres queridos. Y es por esto que el chisme puede volverse arte».

Obras tan peculiares, tan al borde de lo «normal» hablan casi más del autor que de su técnica. «Aunque ahora veamos esta exposición como algo común hay que entender el contexto, porque todas estas obras se desarrollaron entre los años 1972 y el 1988», explicó Guy Schraenen. «En aquel entonces, promover el arte de forma libre era una batalla día a día. Ulises y todo su entorno fueron independientes de cualquier apoyo financiero o institucional y creo que esta es la muestra de que un artista puede ser libre más allá de las presiones del mercado».

Al final, Ulises Carrión hizo arte para conocerse a sí mismo más que para recibir la aceptación de los demás. Esta fue una tesis que ya planteó por escrito: «¿Por qué un artista reclama respuestas de otros, en lugar de procurarse respuestas múltiples a sí mismo?».

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