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Berenice Abbott y la invención de la modernidad

La Fundación Mapfre de Barcelona reúne en «Retratos de la modernidad» más de doscientas instantáneas de la fotógrafa estadounidense

Detalle de una fotografía tomada por Abbott en 1932, durante la construcción del Rockefeller Center Getty Images/Berenice Abbott
David Morán

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En la primera década del siglo XX, aterrizar en Nueva York recién llegada de una pequeña población de Ohio debía ser lo más parecido a pisar territorio lunar, pero Berenice Abbott (1898-1991) sólo tuvo que dejarse caer por el bullicioso Greenwich Village y tropezar con, pongamos, Marcel Duchamp, Djuna Barnes, Clara Tice y la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven para sentirse como en casa. «Ya era moderna antes de conocer la modernidad», destaca Estrella de Diego, comisaria de la gran retrospectiva que la Fundación Mapfre de Barcelona dedica a la fotógrafa estadounidense hasta el próximo 19 de mayo.

Y es que Abbott, aventajada discípula de Man Ray y avezada cronista de las transformaciones urbanas de Nueva York, encarnó a la perfección la modernidad del cambio de siglo y el triunfo de una generación de fotógrafas que ejercieron con denuedo su libertad. «La fotografía era un modo de subvertir aquello que se suponía que las mujeres no podían hacer; les permitía algo tan banal hoy en día como salir de casa», señala de Diego, quien ha seguido los pasos de Abbott por el París de los surrealistas y el Nueva York de los rascacielos recién edificados para armar una exposición que, bajo el título de «Retratos de la modernidad», reúne cerca de doscientas fotografías, todas ellas copias de época realizadas por la fotógrafa o bajo su supervisión.

«West Street, 1932» Getty Images/Berenice Abbott

La obra de Abbott, de hecho, está íntimamente ligada al relato cronológico de una biografía que empezó a escribirse en el Village neoyorquino, cuando comenzó a frecuentar el círculo artístico de Man Ray, Marcel Duchamp y Janet Flanner, entre otros, e hizo de la fotografía su forma de vida. «No era una mujer rica, sino que sus recursos eran más bien limitados, por lo que siempre se ganó la vida con su obra», señala de Diego. Así, Abbott empezó haciendo retratos de sus nuevos amigos y acabó viajando a París para conocer «esa otra parte de la vanguardia andrógina y de mujeres liberadas».

De aquel primer movimiento transatlántico surge el apartado inaugural de la exposición, consagrado a los retratos que realizó entre 1920 y 1930 de James Joyce, Peggy Guggenheim, Buddy Gilmore, Janet Flanner, Jean Cocteau, Leadbelly o Edward Hopper, entre muchos otros. «De Man Ray aprende a hacer esos retratos modernos despejados», explica de Diego. Destaca en este sentido una doble instantánea, de frente y de perfil, de Eugène Atget, a quien Abbott quiso redescubrir en Estados Unidos después de adquirir su archivo. De ahí que la la exposición incluya también una pequeña sala dedicada al fotógrafo francés, inspiración directa de Abbott a la hora de retratatr ciudades y capturar el espíritu de las grandes urbes.

El grueso de la muestra, de hecho, se centra en uno de los proyectos más conocidos de Abbott: su serie documental sobre la ciudad de Nueva York en los años treinta. Un trabajo involuntariamente artístico -«le interesaba mucho lo documental y de ningún modo quería ser artística», destaca de Diego- con el que la cámara de la fotógrafa viajó de las alturas de los rascacielos y la imponente ingeniería de los puentes al día a a día de barrios como Harlem o el Bowery.

«Autorretrato, distorsión, ca. 1930» © Getty Images/Berenice Abbott

«La suya fue una mirada muy curiosa», certifica la comisaría a propósito de una serie de marcados contrastes en la que se suceden azoteas, esquinas del Lower East Side, barberías, panaderías, carromatos lecheros, vagabundos, parados, e incluso rascacielos rascacielos en pleno proceso de construcción, como ocurre con la serie dedicada al Rockefeller Center. Es el Nueva York de los contrastes, claros y oscuros y plazas bulliciosas;tiendas variadas y atestadas de plan; antiguedades, requesón en Little Italy, cuerdas, objetos de metal», puede leerse en uno de los paneles de la sala.

Con todo, y pese a la importancia de la Gran Manzana en su corpus artístico, Abbott se entregó a partir de la década de los cincuenta a una disciplina muy diferente: la fotografía científica. Experimentos y fenómenos físicos que fotografió por encargo del Massachusetts Institute of Technology (MIT) para ilustrar libros de texto y con los que se cierra una exposición con la que la estadounidense traza las líneas maestras de la modernidad.

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