Barceló toma París con un doble homenaje al arte del toreo y a Ramon Llull
El artista español abre sendas exposiciones en el Museo Picasso y la Biblioteca Nacional de Francia
JUAN PEDRO QUIÑONERO
Miquel Barceló inaugura hoy dos exposiciones paralelas y complementarias, en el Museo Picasso y en la Biblioteca Nacional de Francia (BNF), consagradas a sí mismo, el gran arte de la tauromaquia y a Ramon Llull ... (Palma de Mallorca, 1232-Túnez, 1316), el patriarca de la literatura catalana, a quien rinde un homenaje entre místico, esotérico y efímero.
La obra más importante del homenaje a Llull es una obra efímera : un dibujo trazado con los dedos del artista sobre una película de arcilla que ha recubierto unos vidrios murales, de 190 metros de largo y 6 metros de alto . A juicio de Barceló, «es un bestiario íntimo y fantástico , que debe “animarse” según los ritmos de la luz de cada día». Obra efímera, solo durará el tiempo que dure la exposición ( del 22 de marzo al 28 de agosto ), en la avenida «Julien Cain» del complejo de la BNF, en la frontera de la capital con su periferia este, en unos terrenos en curso de compleja y variopinta urbanización, desde hace años. Barceló ha llamado esa obra efímera «Gran vidrio de tierra», «Vidrio de las Maravillas» , en homenaje a una de las obras más célebres de Ramon Llull.
El resto de la exposición de la BNF es una «prolongación» de esa obra efímera: obras en arcilla, papel y bronce , de temas entre mediterráneos y «castizos». Los homenajes a Llull, la artesanía popular mallorquina, los vasos mediterráneos, alternan con una celebración íntima de algunas suertes del arte del tore o, como el grabado «Banderillas». La litografía más o menos clásica se enriquece con orginalidades propias de Barceló, encantado siempre con juegos y experiencias personales que no siempre tienen prolongación posterior. Fiel a su tradición íntima, Barceló rinde homenaje a Ramon Llull con un «Gran Vidrio de tierra», cuyo título evoca otro «Gran Vidrio», el de Marcel Duchamp , con el que tiene diferencias esenciales. Barceló ha hecho una obra voluntariamente efímera. El «Gran Vidrio» de Duchamp es una obra de madurez definitiva: realizada en la intimidad más absoluta, perdurable reflexión filosófica de largo aliento sobre el misterio de la creación.
«Sol y sombra»
«Sol y sombra» es el título de la exposición que se inaugura hoy, al mismo tiempo, en el Museo Picasso , en paralelo a otra exposición consagrada a la escultura del genio malagueño. Las comparaciones son odiosas. Las tentaciones e inspiraciones africanas de Picasso y Barceló son perdurables en muy distinta medida. El grueso esencial de «Sol y sombra» está consagrado a variaciones más o menos conocidas de Barceló sobre el arte del toreo, completadas con un «retrato» de Copito de Nieve , el legendario gorila albino nacido fallecido en Barcelona en 2003. No sin cierto sentido el humor, muy suyo, Barceló establece un paralelismo de distinta naturaleza entre su obra personal, la vida de Copito de Nieve, el arte del toreo y la figura de Ramon Llull.
Barceló comenta su fascinación íntima por Copito de Nieve: «He pintado varias veces a ese gorila albino, que vivió en el zoo de Barcelona. Me parecía que su jaula se parecía mucho a mi propio taller. En el interior de su jaula, como en mi taller y en los talleres de muchos pintores, había objetos y cosas que habían cambiado de sentido, cobrando sentidos muy distintos al sentido original. Y, cómo decirlo, ver a un pintor se parece un poco como ver a un mono en un zoo».
Tras esa misteriosa comparación entre la vida del artista y la vida de un gorila enjaulado, la exposición del Museo Picasso entra de lleno en su tema central: la visión que tiene Barceló del arte del toreo. Visión indisociable de su propio arte. Violette Andres, que ha comisariado la exposición del Museo Picasso con Cécile Pocheau, comenta de este modo ese paralelismo: «Barceló llega a comparar su taller, su estudio, con una suerte de plaza de toros… El artista se instala en esa “arena” que es el sitio donde él “torea” en la intimidad, creando. Su “toreo” es una suerte de trabajo íntimo. La creación del torero y la creación del artista plástico se confunden en algunas grandes obras presentes en esta exposición, donde queda bien claro que el artista compara su taller con una plaza de toros».
Otra especialista en Barceló y en Picasso, Marie-Laure Bernadac, comenta un cierto paralelismo y una diferencia esencial: «Para Picasso, cuando aborda el tema taurino, se trata, con frecuencia, esencialmente, de representar una suerte de “combate” entre el toro y el caballo del picador , la oposición masculino/ femenino, el erotismo y la muerte . Barceló, por el contrario, se interesa por el espacio circular de la arena. Ese espacio taurino, esencial, siempre está dividido entre el sol y la sombra . En su arte, Barceló pasa constantemente del blanco al negro, del sol a la sombra».
Fascinación por la Fiesta
En «Sol y sombra» quizá no haya grandes novedades. Pero están presentes varias obras famosas, quizá indispensables para comprender la fascinación de Barceló por el arte del toreo. «La suerte de matar» (1990), «Taller con seis toros» (1994), «En las tablas» (1990), «Paseíllo con toro» (2005), entre otras piezas, son obras de referencia obligada, que culminan con una visión entre «humorística» y «subversiva». Barceló explica así el «paralelismo» y esas «pasarelas» entre su arte personal y el arte del toreo: «En alguna obra, por ejemplo, un cuadro puede representar a varios cuadros de tema taurino, la tauromaquia . En ese momento, el taller se transforma en una suerte de arena de plaza de toros. Amontonando y amontonado obras en el taller, el centro del taller se transforma en una suerte de arena de plaza de toros. De alguna manera, las obras amontonadas alrededor son una suerte de “público” que contempla el centro de la plaza/taller ”. Me gusta mucho la imagen del taller con un gran vacío central: también yo trabajo tirado por el suelo, con frecuencia».
En «Sol y sombra» también se presentan papeles, esculturas, cerámicas , etc., pero el arte del toreo domina de manera imperiosa una exposición que se cierra con un autorretrato de Barceló instalado frente a una cerámica llamada «Ramón Llull», a la manera de un espejo cóncavo.
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