El arte ibero con el que Picasso alumbró ‘Las señoritas de Aviñón’ y abrió el camino al cubismo
El Centro Botín de Santander rastrea, por primera vez en una exposición, el impacto del iberismo primitivo en el imaginario del artista

«Se ha dicho que ‘Las señoritas de Aviñón’ fue el primer cuadro que llevó la marca del cubismo , y así es. También se dice que estaba influenciada por el arte negro, pero eso no es cierto. ¿Recuerda el asunto en ... el que me vi involucrado cuando Apollinaire robó una estatuilla del Louvre...? Eran estatuillas iberas . Pues bien, si mira las orejas de ‘Las señoritas de Aviñón’, reconocerá las de esas mismas estatuillas». Picasso confiesa que fue el arte ibero , y no el africano, el que con su poder atávico le condujo a una experimentación que marcó un punto de inflexión en su carrera, llevándole al nacimiento de la modernidad con ‘Las señoritas de Aviñón’ y a la creación del cubismo (lenguaje con el que puso el arte patas arriba). Fue el historiador del arte James Johnson Sweeney el primero que analizó esa conexión entre el arte ibero y las obras precubistas de Picasso: en 1941 publicó en ‘The Art Bulletin’ el artículo «Picasso y la escultura ibera». Pero, sorprendentemente, nunca se había abordado este asunto en una exposición .

Lo ha hecho por vez primera el Centro Botín de Santander , que explora esta conexión en una espléndida muestra (de las mejores que pueden verse hoy en Europa, por la calidad de las piezas y el elegante montaje expositivo firmado por Jasmin Oezcebi, que potencia la experiencia sensorial). Producida en colaboración con el Museo Picasso de París y con el apoyo de la familia del artista, podrá visitarse desde mañana hasta el 12 de septiembre. Ha sido comisariada por Cécile Godefroy y con Roberto Ontañón como comisario asociado. Además, ha contado con un comité científico, integrado por los mayores expertos internacionales en arte ibero, con Pierre Rouillard al frente.

En el edificio creado por Renzo Piano en la bahía santanderina Picasso y el arte ibero se miden en más de dos centenares de piezas , procedentes de 22 colecciones públicas y privadas . Destacan las 41 piezas cedidas por el Museo Arqueológico Nacional, o las 14 del Louvre, además de préstamos de los Museos Picasso de París y Málaga, la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso, el Pompidou, el Reina Sofía, el Thyssen... Un exultante Laurent Le Bon , presidente del Museo Picasso de París, confesaba estar en shock tras visitar la exposición: «¡Tiene tanta envergadura, intensidad y magia ! No es frecuente ver exposiciones de esta calidad. A veces se han hecho conexiones parciales de Picasso, pero esta es muy profunda. Atraviesa toda su obra y en todos los medios. En realidad, son tres exposiciones en una : una exposición de arte ibero, otra de Picasso y una tercera aborda la sinergia entre ambos» .

Aunque nació y pasó parte de su infancia en Málaga , ciudad construida sobre un asentamiento fenicio, el primer contacto de Picasso con el mundo ibero no fue a través de sus ancestros: lo descubrió en las salas del Louvre en 1906 . Fue para él como una epifanía : vuelve a sus raíces andaluzas y abraza un primitivismo 'bárbaro', con rasgos mágicos, realizado por una civilización hallada en la fachada oriental de la Península Ibérica entre los siglos VI y II a.C. Por entonces, estaba en el museo francés la ‘Dama de Elche’ (descubierta en 1897), la obra más famosa del arte ibero. En la exposición hay una copia de yeso, préstamo del Louvre. En 1941 llegó al Prado, gracias a un intercambio de obras entre España y Francia, firmado por Franco y Petain. Pero al joven Picasso más que la entronizada dama con rodetes (no le hizo mucho caso, porque estaba muy influenciada por el clasicismo), le interesaron las cabezas votivas del santuario del Cerro de los Santos (Albacete) , de rostros alargados, ojos muy marcados y grandes orejas, así como los relieves de Osuna (Sevilla) . Por entonces, vivía en el bohemio Montmartre, tenía su estudio en el Bateau-Lavoir, su musa y amante era Fernande Olivier , con quien viajaría en 1906 a Gósol. Su paleta aún seguía teñida de rosa.

Igual que Cézanne, Gauguin y el románico catalán , el primitivismo ibero se cuela en la producción de Picasso, antes de descubrir en el Museo Etnográfico del Trocadero de París el arte africano y de Oceanía. El arte ibero está presente en los retratos de Fernande y en su célebre ‘Autorretrato’, pintado en 1906 en París . Junto al cuadro, en el que ya se está gestando su nuevo lenguaje plástico, cuelgan tres hojas con estudios para autorretratos. Hasta 16 cuadernos de bocetos y varias docenas de dibujos preparatorios para ‘ Las señoritas de Aviñón ’ (algunos, en la muestra) esboza frenéticamente Picasso desde el otoño de 1906 hasta la primavera de 1907. Su lenguaje plástico ha cambiado por completo: se aleja de lo académico y vuelve la mirada a lo primitivo. Los rasgos de los rostros se simplifican hasta parecer máscaras, las figuras son hieráticas, hay una economía de formas y colores ...

Aunque suele acotarse el iberismo de Picasso entre 1906 y 1908, no se limitó a esos tres años. Volvió a interesarse en la década de los 30 y estuvo presente hasta sus últimos años: c abezas y rostros, toros, guerreros, acróbatas... Abren la exposición una gran dama oferente del Cerro de los Santos, del siglo V a.C. (Museo Arqueológico Nacional), hallada en 1870, junto con su correspondiente picassiano en una escultura monumental de 1933 en la que retrata a la exuberante Marie-Thérèse Walter . En 1930 Picasso adquirió el castillo de Boisgeloup , en Normandía. Cuenta Carmen Giménez que, según le relató una de las herederas, el original en yeso de ‘La dama oferente’ fue destruido por Jacqueline Roque, última esposa del artista, y por Paulo, su primogénito. Se hicieron dos bronces a partir del yeso. Uno vela la tumba de Picasso en el castillo de Vauvenargues; el otro custodia en el Reina Sofía el ‘Guernica’ , junto al que ya estuvo en el pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de París de 1937.

Asimismo, dos figuras alargan sus cuellos para besarse en un sillar en piedra caliza de Osuna, del siglo I a.C., que estuvo en el Louvre entre 1904 y 1941 y hoy se halla en el Museo Arqueológico Nacional. El 25 de agosto de 1929 pinta Picasso en Dinard ‘El beso’ . Guarda similitudes con el relieve ibero. Al igual que los acróbatas picassianos remiten a las figuras de guerreros hallados en excavaciones en la localidad sevillana. En los santuarios iberos se descubren cientos de cabezas de hombres y mujeres , presentes en los retratos de Gósol , en las cerámicas de Vallauris ... Poco después de adquirir las dos cabezas robadas del Louvre, Picasso experimentó por primera vez con la escultura en piedra: hizo una diminuta cabeza, ‘Máscara’ , de una colección particular, que se exhibe en la exposición. Al parecer, no quedó satisfecho con el resultado. Regresó a la talla en madera y no volvió a la piedra hasta finales de la década de 1930.

En el repertorio iconográfico del mundo ibero, el bestiario, real e imaginario , ocupa un lugar destacado: toros, leones, ciervos, caballos, lobos, grifos, esfinges, sirenas... El toro , animal más representado en la escultura en piedra (espléndidos, los robustos toros iberos de Porcuna y Osuna , esculpidos en piedra caliza), es una constante en la vida y la obra de Picasso. Gran aficionado a las corridas de toros , escoge al minotauro como su alter ego por la gran carga erótica y sexual que posee. Hay numerosos ejemplos de ambos en la muestra. Como los once grabados que hizo entre 1945 y 1946, en los que va sintetizando la figura del toro hasta llegar a la mínima expresión. En 1942, en plena II Guerra Mundial, había escasez de materiales. Picasso se las ingenia para montar una cabeza de toro con un sillín y un manillar de una bicicleta , que encontró en una carretera cuando regresaba del funeral de Julio González. Está en las salas del Centro Botín. Al igual que 'Anatomía femenina', una puerta pintada el 13 de junio de 1946 en la que representa a Françoise Gilot, la mujer flor , con la que tuvo dos hijos: Claude y Paloma. Fue un encargo de un multimillonario matrimonio argentino (Marcelo y Hortensia Anchorena). Pero Picasso, incómodo por las relaciones de la pareja con los nazis, nunca les entregó la obra. Las piezas de Picasso expuestas en el Centro Botín están realizadas en infinidad de materiales: óleo, dibujo, grabado, terracota, arcilla, madera, bronce, chapa...

Mención aparte merece la sección dedicada a los exvotos (minúsculas figurillas en fila, encerradas en vitrinas, semejan un ejército en bronce ), que se hallaban en los santuarios iberos en bronce, piedra o terracota y hoy resultan rabiosamente modernos . Picasso tenía una buena colección de casi un centenar de piezas. Se muestran en la exposición 9 de los 11 que atesora el Museo Picasso de París y los 16 de la colección Almine y Bernard Ruiz-Picasso. En una fotografía tomada en 1957 por René Burri en La Californie , su mansión en Cannes, aparece una estatuilla de un toro. Muy curioso, el exvoto de una oreja , de los siglos II-I a.C, del santuario de las Atayuelas (Jaén). Estas figurillas de sacerdotes, jinetes, guerreros, damas y animales eran muy apreciados por los coleccionistas a principios del siglo XX.
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