Antonio López: autorretrato de un bebé de 84 años
La Fundación Bancaja de Valencia repasa siete décadas de trabajo en una ambiciosa retrospectiva, con un centenar de obras
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Iniciar sesiónEl artista y la vejez. Un tema que se ha abordado en numerosos ensayos: hay quienes creen que los creadores octogenarios, aunque cuentan con más sabiduría y experiencia , ya no tienen la fuerza poética de antaño. Pero la Historia del ... Arte está llena de ilustres excepciones, que contradicen la regla: el último Rembrandt, el último Goya, el último Picasso... son deslumbrantes, tanto o más que en su juventud. Gerhard Richter acaba de anunciar que se jubila. Algo de lo que no quieren ni oír hablar artistas como David Hockney (a sus 83 años, el 15 de octubre inaugura en la galería Lelong de París la exposición «Mi Normandía») o Antonio López , que, un año mayor que el británico, inauguraba ayer una de las mayores retrospectivas de su carrera. La mayor, tras la que le dedicó el Reina Sofía en 1993, con 170 obras. «Yo no anuncio nada. Haré lo que pueda y, cuando no pueda, lo dejaré y ya está . De momento, no está en mi mente la jubilación», puntualiza el artista manchego.
Producida por la Fundación Bancaja en su sede de Valencia (Plaza de Tetuán, 23), la muestra ofrece, hasta el 24 de enero de 2021 , un recorrido exhaustivo por el trabajo de Antonio López (Tomelloso, 1936) , desde la década de los 50 (cuelga una obra que hizo, a los 17 años, en 1953) hasta la actualidad. Hay incluso piezas inacabadas. Un centenar de préstamos , incluidas algunas de sus obras maestras, procedentes de una treintena de colecciones públicas y privadas, que repasan casi siete décadas de carrera de un artista único. Están presentes todas las disciplinas que ha desarrollado (pintura, escultura y dibujo) y todos sus temas centrales : la figura humana (sobre todo, su familia), la ciudad (inolvidables, sus vistas de la Gran Vía madrileña), interiores, bodegones, estudios de flores y frutales, como los membrilleros, pero sobre todo el tiempo. El tiempo suspendido, la fugacidad del tiempo, que tan bien supo atrapar Víctor Erice en «El sol del membrillo».
Y, claro, Mari. Siempre Mari. Su compañera de vida, la también pintora María Moreno, fallecida el pasado mes de febrero. Aunque ya habían expuesto juntos en varias colectivas, es esta la primera vez que lo hacen a solas. Un merecido homenaje. Sus obras ocupan dos salas de la exposición. Sentado en una de ellas, atiende la llamada de ABC. «Mejor acompañado, imposible», dice, rodeado por las obras de Mari. Una se siente como una intrusa que interrumpe un momento íntimo, mágico. ¿Cómo es trabajar a los 84 años? «Yo lo llevo muy bien, tengo buena salud, energía e ilusión. Estoy haciendo cosas ahora, no mejores que las anteriores, pero que corresponden a mis 84 años». ¿Y qué corresponde a esa edad? «Es una mirada de un hombre... Es difícil de describir. En su última etapa en Francia, Goya es distinto. Se nota todo el transcurso de su juventud, su madurez, sus últimos años... El artista es el mismo, pero su mirada, sus años... cambian su trabajo».
Explica Antonio López que él sigue con los mismos temas de siempre. «Pero hay una diferencia», puntualiza. «Hay artistas viejos muy buenos que se ablandan, se quedan vacíos, se adocenan , se hacen rutinarios... Chagall , por ejemplo. Su mejor obra no está en sus últimos trabajos. Hay obras espléndidas hechas desde ese balcón maravilloso de la juventud . La vejez te da otra forma de mirar. Baroja tiene un libro de memorias, “Desde la última vuelta del camino”, en el que ves cosas que no veías en el camino inicial. En la muestra hay una obra que hice en Tomelloso en 1953, cuando estaba estudiando Bellas Artes. Tenía 17 años. Tiene un brío que no puedes tener a los 60 o 70 años. Lo bueno de esta exposición es que permite ver toda la trayectoria de mi trabajo».
¿Y entre aquella pintura del 53 y sus obras más recientes, inacabadas, se reconoce? «Sí, me reconozco totalmente », dice tajante el artista. Si fuera un crítico de arte, ¿qué diría del trabajo de Antonio López? (Ríe) «Yo puedo decir lo que diría yo». ¿Pero es muy severo consigo mismo? «Hay cosas mías que me gustan menos, pero están bien. Siempre es frustrante lo que estás consiguiendo, nunca igualas lo que estás mirando».
Curiosamente, también tiene 84 años, como Antonio López, Tomás Llorens, comisario de la exposición junto con su hijo Boye. Ambos han contado con la colaboración del propio artista y su hija María. Antonio y Tomás nacieron en 1936. Son niños de la guerra y, como advierte Llorens, « somos duros de pelar ». Fue él quien también proyectó la exposición del Reina Sofía en el 93, aunque se celebró ya con María Corral al frente del museo. «Le estoy muy agradecido», dice el artista. Tomás Llorens siempre ha seguido el trabajo de Antonio López: «Le aprecio mucho. Es un pintor absolutamente singular y moderno, absolutamente excepcional ». Como anécdota, su mujer coincidió con él en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.
«Antonio pertenece a una generación de artistas excepcional, junto con Chillida, Tàpies, Saura o Millares, que trabajaron desde España. Antonio López sufrió el prejuicio, porque decían que el realismo no es moderno. Es una estupidez . Ahí están Hopper, Bacon, Giacometti... Y la gran novela es realista: Vargas Llosa, García Márquez, Delibes, Marsé, Martín Santos... Esa cara de la modernidad que pasó desapercibida está volviendo. ¿Qué artistas del siglo XX baten récords? Picasso, Matisse, Hopper, Bacon, Giacometti y Antonio López, que está más cerca poéticamente de Lucio Muñoz que de los hermanos López Hernández. Antonio López no es un pintor realista, sino un pintor moderno que da testimonio de su realidad, como hicieron Van Eyck y Baudelaire », añade Llorens. Sobre los pintores que trabajan ya en su última etapa, dice que normalmente «son más sabios y técnicamente mejores. Pero pocos conservan su fuerza poética al final de su vida. Los hay que sí, como Goya y Antonio López».
¿Por qué esa necesidad de autorretratarse a los 84 años como un bebé de seis meses ? Es una escultura que está en la muestra, una de las obras inacabadas que ven la luz. «Esa fotografía la he visto en mi casa toda la vida -cuenta Antonio López-. Hay muy pocas fotos de mi niñez. Autorretratarme a partir de esa imagen se ha estado cociendo y ha emergido hacia fuera, de forma natural, al cabo de tanto tiempo, hace cuatro o cinco años. La hice en arcilla, y ahora la estoy trabajando en escayola. Me ha gustado siempre mucho el tema de los niños. Yo tenía seis meses, aún no había empezado la Guerra Civil». ¿Es de tamaño natural? «Es del tamaño que supongo que tendría yo entonces. Yo soy pequeño, pues supongo que sería un niño pequeño. pero es un niño muy atento para la edad que tiene. Me reconozco totalmente, sé que esos ojos son míos , pero no tengo ningún recuerdo de él». ¿De quién son las manos que le están sujetando? «No sé. Podría ser mi madre o una prima mayor. Pero falta por incorporar la figura de la mujer que me sujeta. Va a ser un grupo, en el que una nieta mía, Aurora, que tiene 20 años, me sujetará por detrás». Lo empezó, explica, «en la Facultad de Bellas Artes, en la clase de modelado de un profesor amigo mío. Después se vació a escayola y me lo llevé a casa, al estudio. Y allí he seguido trabajando. A partir de aquella foto y de las fotos que he hecho de otros niños. Estoy tratando de recomponer la figura completa. Es muy complicado».
No es este autorretrato escultórico la única obra en proceso presente en la exposición. También inacabadas , la escultura en madera «María de pie», o pinturas como «Madrid sur» o «Ventana de noche. Poniente». «Un día cogí un papel y empecé a anotar todas las pinturas que tengo comenzadas. Pasan de cien . Hay cosas en Sevilla, en Bilbao, en Tomelloso, en Madrid... No lo he visto todo junto. Es tal la cantidad de trabajo que me queda por hacer... Pero tengo mucha energía». Ese Madrid sur que comenzó a pintar en 2015 está hoy confinado. ¿Cómo lo pintaría? «No soy un pintor que trabaje sobre las cosas inmediatas, no lo he hecho nunca. Todo lo que está ocurriendo ahora, que no sabemos cómo va a continuar, naturalmente quedará reflejado en el trabajo de todos, no solo en el mio; en el rostro de todos y en nuestro comportamiento». ¿Pintaría la Gran Vía igual que antes? Hoy se ve triste, gris, solitaria... «Cuando pinté por primera vez la Gran Vía, en el año 64 o 65, la convertí en algo fantasmal. Eliminé las figuras, las nubes, los coches... Todo lo que se movía. No para conseguir algo específico, sino porque son cosas que no permanecen quietas. Al día siguiente no estarán igual, ni siquiera cinco minutos después. Yo pinto lo permanente. Bastante tenía con lo que estaba quieto. Ya me resultaba bastante complicado».
Antonio López es el último superviviente del grupo realista de Madrid . Ya se marcharon Mari, los hermanos López Hernández, Isabel Quintanilla, Amalia Avia, Esperanza Parada... Pero él sigue defendiendo ese realismo a capa y espada: «Ha habido un realismo en el siglo XX, en mi generación, y sigue habiéndolo en los jóvenes, verdaderamente extraordinario: Edward Hopper, Andrew Wyeth ... Ese realismo está unido a la literatura, al cine, a la vida... No sólo lo que hemos hecho nosotros, Paco y Julio López Hernández, Mari o yo, sino en toda Europa se ha hecho una figuración verdaderamente extraordinaria. Por libre y por valiente . Otra cosa es lo que diga el guión que se ha hecho, un poco artificialmente, de lo que debe ser la pintura. Es muy forzado y muy interesado».
Comenta Tomás Llorens que las referencias de Antonio López al comienzo de su carrera fueron el surrealismo, la pintura metafísica, el realismo mágico , pero ya en los años 70 «profundiza en algo más esencial. Estudia la obra de Velázquez , que le ayuda a introducir el tiempo en la pintura». La sencillez y emoción de una flores que se marchitan o un membrillo que se pudre. Son unas modernas Vanitas. «El surrealismo me ayudó al comienzo de su carrera, pero he ido alejándome de él -comenta el artista-. El arte es mágico, es magia . Aunque esté apoyado en el mundo objetivo, tiene un vuelo subjetivo enorme. No solo en mi trabajo, sino en todo lo que se ha hecho en el arte a lo largo de la Historia. Velázquez y El Bosco están siempre juntos . En “Christina’s World”, de Andrew Wyeth, está el mundo de los sueños en esa mujer que trepa por una ladera y va hacia una casa. Hay un mundo psicológico que va más allá de lo que el ojo ve. Porque la cabeza está pensando y el corazón sintiendo».
Su tío, Antonio López Torres , su gran maestro, siempre está presente de un modo u otro en sus exposiciones. En este caso, en un dibujo que le hizo en su habitación. «Es un documento de ese Tomelloso de los años 60 y 70 que ya ha desaparecido. Voy de vez en cuando y es un lugar del que estoy enamorado. Pero ha cambiado la gente, las calles... Todo eso ha desaparecido, como en "El Gatopardo", de Lampedusa . Todo el cambio ha ido muy rápido». Hoy, por culpa de la pandemia, el mundo que conocíamos apenas hace seis veces se desmorona, como en el relato de Lampedusa. «No sé si se desmorona, o solo cambia. Pero algo tenía que cambiar y el virus lo está adelantando -dice Antonio López-. La sociedad no podía continuar apresándolo todo, aplastando la naturaleza con esa prepotencia con la que el hombre ha actuado en estos últimos años. No podía seguir así. Nos han dado un tirón de orejas».
¿En qué medida ha afectado a su trabajo esta pandemia ? «Yo no he cambiado nada, he seguido trabajando como siempre. En general, el trabajo de los pintores es muy individual y solitario. Yo, como pintor que tiene mucha necesidad de relacionarse con el mundo exterior, lo he notado más que otros. He tenido que abandonar de momento algunas pinturas. Habrá tenido que ser tremendo para la gente del teatro, del espectáculo. Esa gente sí que lo ha sufrido en sus carnes. Los pintores, muy poco».
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