Ángeles González-Sinde: «Nunca recibí presiones para que el “Guernica” volviese al Prado»
La guionista y ex ministra de Cultura se estrena como presidenta del Patronato del Museo Reina Sofía
Ángeles González-Sinde, el jueves en el Reina Sofía
No le ha hado por la pastelería ni por coleccionar papel higiénico durante el confinamiento. Ha estado escribiendo cuentos animados, avanzando una novela que tiene entre manos... Y ha sido nombrada presidenta del Patronato del Museo Reina Sofía . Como vicepresidenta, otra exministra, ... Betriz Corredor. Ángeles González-Sinde (Madrid, 1965) , que dio nombre a una polémica ley de propiedad intelectual, recibe a ABC en su flamante despacho.
— Sustituye en el cargo a perfiles muy distintos como Guillermo de la Dehesa y Ricardo Martí Fluxá. ¿Será una presidenta del Patronato más ejecutiva o representativa?
—La presidencia debe ser, a mi juicio, ejecutiva, en la medida en que apoye y ayude al museo en un momento en que van a cambiar cosas. No a va ser fácil para nadie acceder a los recursos. Vamos a necesitar quizá más que antes aún el apoyo de la Fundación y el Comité Internacional y los Amigos del Museo, así como de las empresas que colaboran con el Reina Sofía. El museo tiene un equipo extraordinario, que es el que debe llevar el liderazgo. Guillermo de la Dehesa y Plácido Arango han sido dos modelos de presidentes de museos que, durante el tiempo que estuvieron en el Reina Sofía y el Prado, apoyaron y ayudaron mucho a ese crecimiento, pero siempre siguiendo los criterios de los expertos. Me encantaría poder parecerme a ellos. No sé si tengo esa capacidad. Son perfiles muy distintos al mío. Pero, en la medida en que pueda, hay que implicarse y comprometerse.
— ¿Qué retos se plantea? Todo el mundo parece coincidir en que es el momento de que actúe la sociedad civil, pese a que ningún Gobierno (tampoco usted cuando fue ministra) llegó a aprobar la tan ansiada ley de Mecenazgo.
—En ese sentido este museo está en muy buena situación. Con mi antecesor, Ricardo Martí Fluxá, se aproximó más a los Amigos del Museo, con Pilar Lladó a la cabeza. Y, por supuesto, está la Fundación y el Comité Internacional. Hacen una tarea muy importante para enriquecer la colección y apoyando al museo. No es solo importante por los recursos. Cada uno de los miembros es un altavoz del museo en su ámbito social y profesional. Están repartidos por toda América. En los momentos en que no hay tantos recursos disponibles, porque hay que repartir lo que haya en cubrir muchas otras prioridades sociales, están otros apoyos de estructura, personal...
— ¿Qué le sobra y qué le falta a este museo?
—Yo echo de menos que el arte contemporáneo nos deje a todos de imponer tanto. Sentimos a veces que no es para todo el mundo, solo para entendidos. Hay que perderle el miedo al museo y que sea un lugar acogedor para las familias y todo tipo de personas. Creo que para este museo es muy importante que no sea visto solo como un edificio físico, sino que sea una plataforma repartida por todo el territorio y que tiene vínculos con otros museos de Europa, de Iberoamérica, el Mediterráneo, la mirada puesta hacia el Sur... A nivel de pensamiento, querer parecerse a lo que uno es. No querer ser el MoMA, porque no estás en Nueva York, no perteneces a esa sociedad.
— Manuel Borja-Villel ya lleva doce años al frente del museo. Siendo ministra de Cultura tenía buena sintonía con él. Goza de su total confianza, ¿no?
—Sí, yo siempre tuve buena relación con él, con Miguel Zugaza, con los distintos directores y directoras de museos... En mi etapa empezamos a llevar a cabo lo que había creado César Antonio Molina, que eran los concursos de buenas prácticas, y que dio unos resultados buenísimos.
— El programa expositivo de Borja-Villel es muy discutido. Le acusan de ser demasiado personalista: artistas periféricos, minoritarios, poco conocidos, alejados del canon; huye de los blockbusters... ¿A usted qué le parece?
—Es una línea que yo apoyo, por supuesto. El museo concebido como una ciudad dentro de la ciudad, como un organismo vivo que tiene que atender a las demandas del presente, como un instrumento útil de pensamiento, de acompañamiento. Pero te arriesgas a que no todo el mundo lo entienda. En cuanto a los espacios en el Retiro [los Palacios de Cristal y de Velázquez], quizá falta poder atraer y vincular a los cientos de personas que entran en ellos.
— Pero en los museos modernos y contemporáneos de las grandes capitales de Europa y América suele haber siempre exposiciones de grandes nombres, con tirón mediático .
—Sí, Manolo ha tomado un camino muy arriesgado, incluso económicamente. Siempre es mucho más rentable tener estos blockbusters. Él piensa que tiene que tomar riesgos que otro tipo de museos no toman. Lo público sirve para eso. No puede hacer competencia a lo comercial. Esos riesgos significan traer otras miradas, demostrar que vivimos en una sociedad múltiple, donde hay muchas maneras distintas de ver la realidad y el arte. Hay de todo y para todos. A lo largo del año hay artistas muy diversos. Lo que sí creo, y ojalá en los nuevos presupuestos haya una mirada comprensiva por parte de Hacienda hacia las necesidades de la cultura, es que sería bueno dar un impulso a Tabacalera, con esa idea de vincular una parte a este museo y tener un espacio que existe en otras ciudades y nosotros no tenemos: un Grand Palais...
— ¿Es partidaria de que Tabacalera sea una sede más del Reina Sofía?
—Desconozco cómo es administrativamente la idea que tienen, pero lo que importa es que se aproveche mejor Tabacalera. No sé si vinculado, coordinado... Es un proyecto que se paralizó en este espacio decadente. Necesitaría más recursos para acondicionarse y aprovecharse por completo.
— Albert Boadella decía que el Reina Sofía es un tanatorio;para Félix de Azúa es una plataforma de Podemos... ¿Cómo rebatiría esas críticas?
—Un país que depende tan enormemente del turismo condiciona por supuesto todas las actividades, incluidos los museos. Hemos intentado desarrollar mucho el turismo cultural. Queremos visitantes en lugar de turistas. Y eso tiene un precio: los museos tienen que acomodarse a ello. Ahora es el momento de que los ciudadanos locales nos reapropiemos de nuestros museos. Y no solo de los grandes museos de Madrid y Barcelona, sino de los de cada provincia. Es un país que tiene mucho patrimonio.
— ¿Hay algún artista que le gustaría ver expuesto en el Reina Sofía?
—No creo que una deba excederse como presidenta del Patronato en sus responsabilidades. Los gustos personales los dejas en casa. Hay que mirar por los intereses colectivos.
— Hace unos días saltó la noticia de que los conservadores del Guggenheim de Nueva York acusan al museo de «permitir el racismo». Ya ocurrió algo parecido en otros museos, acusados de machistas por el #MeToo. ¿No hemos enloquecido un poco?
—Los museos tienen que ser reflejo de la sociedad. Cada vez que ocurre un asunto social que preocupa, a todos nos hace revisar nuestras creencias y actitudes. A veces los museos se comportan como individuos y eso es positivo. Otra cosa es el oportunismo. Lo interesante es que un museo sea un organismo vivo, útil.
— ¿Cree que nuestros museos son racistas y machistas?
—En cuanto recogen testimonios de épocas pasadas, por supuesto que contienen eso. Lo importante es que se ponga en contexto. En general, la gente del mundo del arte está mucho más a la vanguardia del pensamiento que otros sectores, porque es su materia prima. Y eso a veces les hace incurrir en polémicas. Por supuesto todo es revisable. En los museos no solo se custodian y almacenan obras de arte, también se hace investigación.
— Siendo ministra de Cultura apoyó que el «Guernica» se quedase en el Reina Sofía y no fuese al Salón de Reinos del Prado, como pedía obsesivamente Miguel Zugaza. ¿Tuvo presiones por parte del Gobierno o del Prado para que el «Guernica» saliese del Reina Sofía?
—No, la prueba es que no fue.
— Bueno, pero eso no implica que no hubiera presiones.
—No, no, no. Nunca recibí presiones para que el «Guernica» volviese al Prado. Para nada. Se respetó. El presidente Zapatero se interesó por el asunto, me preguntó, le estuve explicando y ahí quedó la cosa.
— Es que el proyecto de crear un Museo de la Paz en el Salón de Reinos, con el «Guernica», «Las lanzas» y «Los fusilamientos del 3 de mayo» lo asumió el propio Zapatero, a partir de una idea de Jorge Semprún.
—Semprún cuenta en sus memorias que la idea fue de Paco Calvo Serraller.
— Llevándose el «Guernica» se hubiera herido de muerte al Reina Sofía...
—Y, además, para crear algo que tiene solo un impacto momentáneo. Como idea es bonita, está bien unir esos tres momentos de la Historia de la Pintura, tiene algo de espectacular, pero hay que pensar en la continuidad y el sentido de las colecciones y los relatos de los museos. El «Guernica» es el eje del discurso histórico que tiene pensado el director. Y todo está en las salas, el propio trayecto de los visitantes está vinculado a ese paso por las vanguardias, los movimientos sociales, la República, la Guerra Civil, la posguerra... En el 21 tendremos las salas nuevas con el exilio. Es algo muy pertinente hoy en día: migraciones económicas, fuga de talentos...
— El «Guernica» es un icono que nadie se atreve a restaurar. Borja-Villel dijo que sí, pero no parece que el proyecto siga adelante. ¿Usted es partidaria de su restauración?
—Lo he estado mirando esta mañana y me ha sorprendido lo bien que lo he visto.
— Pero está muy delicado, ha viajado y sufrido mucho.
—Así es. Si tuviera yo que decidir si se restaura o no, sólo lo haría apoyada por informes contrastados.
— No la veo por la labor...
—No es mi ámbito. Yo solo soy una guionista.
— Hace unos días se dio luz verde a una nueva ampliación del museo con la sala A0. ¿La ve necesaria? ¿Le gusta la de Nouvel? La ejecución fue desastrosa.
—El edificio Nouvel plásticamente está muy bien y convive muy bien con el edificio de Sabatini. Es verdad que luego... Se dice que los arquitectos necesitan instrucciones más precisas sobre el uso que se va a dar a los espacios. A lo mejor en aquel momento no se tenía muy claro cuál iba a ser el programa y el uso que se le iba a dar. En cuanto a espacios es muy espectacular. El año que viene quiere incorporar el director un discurso sobre arquitectura, que le falta a este museo. Aún no he visitado los espacios de la nueva ampliación.
— Ha estado en los dos lados: fue ministra de Cultura y ahora es presidenta del Patronato de un museo. El Reina Sofía tiene un presupuesto de 40,5 millones de euros y cuenta con una aportación estatal de 26,7 millones. ¿Es suficiente, debería crecer?
—Hay dos temas que me preocupan. Uno, que se puedan actualizar y modernizar las estructuras internas de la organización del museo. Y, sobre todo, me parece que los museos, no sólo éste, deben tener un buen presupuesto para adquisición de obras. Los museos son un ecosistema. Alrededor de un museo hay todo un sector. Los museos tienen que poder tener más obras. A veces nos quejamos de que no cumplen la paridad, o no hablan del discurso de minorías, pero se necesitan recursos. Y este museo está en una muy buena posición por la Fundación y el Comité Internacional, que hacen que tenga un apoyo muy grande de depósitos, préstamos, donaciones... En ese sentido es excepcional. No sé si hay otro museo en España que tenga ese apoyo y esos embajadores diseminados por todo el mundo. Y los Amigos del Museo son como unos ángeles guardianes. Pero es necesario un presupuesto más amplio para compras. Desde el punto de vista del Estado, siempre es una inversión que vale la pena.
— ¿Es partidaria de abrir sucursales, franquicias del Reina Sofía? ¿Y de cobrar por llevar fuera de España obras de la colección para exposiciones temporales?Es el caso reciente de unos Dalís que viajaron a Moscú.
—Pues es un tema sobre el que tendría que pensar más, saber más, y conocer el parecer del equipo. Creo que hay casos en los que tener franquicias, como el Pompidou en Málaga, o el Guggenheim en Bilbao, han sido de mucha utilidad y muy dinamizador. Pero creo que es el momento de intensificar el trabajo en redes y colaborar con otras instituciones.
— Cambiando de museo, ¿mantiene todo lo dicho estos días sobre Carmen Thyssen y su colección?
—Lo dije como ciudadana de a pie. Es mucho más fácil opinar a título personal. Y lo expresé claramente en una entrevista en Efe.
[En esa entrevista hablaba del chantaje constante de la baronesa, decía que su comportamiento no es ejemplar... «Si no considera que le interesa compartir su colección, que se la lleve y un gasto menos. No le debemos nada, si echáramos las cuentas a lo mejor sale que ella nos debe a nosotros», dijo Sinde, que se despachó a gusto con Tita]
— ¿Se reafirma en todo lo que dijo?
—Bueno, pues sí. Este museo tiene muchos otros modelos de colaboración. Pero ya está, ese tema está zanjado.
— ¿No cree que sería una locura pagar 7 millones al año por el alquiler de la colección Carmen Thyssen, y encima cada vez con menos obras maestras?
—Yo no tengo ni idea de lo que se está barajando, ni de precios, ni nada. El año pasado había un contexto y ahora hay otro. Lo que sí sé es que es bueno que todos los museos tengan recursos. Unos sí y otros no, no parece justo.
— Veo que no quiere echar más leña al fuego sobre la colección Thyssen.
—No, porque ahora no soy una ciudadana particular y el museo me merece todo el respeto, como el equipo que trabaja allí. Son decisiones que ya no me atañen ni me competen. Ahora soy presidenta del Patronato del Reina Sofía y mi preocupación y mi obligación es atender a las necesidades de este museo.
— Los artistas plásticos fueron muy duros con el actual ministro de Cultura en un comunicado. Le acusaban de falta de sensibilidad y de respeto, de desconocimiento del sector, se sentían discriminados frente a otros sectores culturales... ¿Cuando fue ministra tenía tan mala relación con ellos?
—Yo confío mucho en que este ministro, pese a las dificultades que ha tenido al principio. Ha desembarcado en el sector en un momento en que ha entrado una pandemia que ha precarizado aún más un sector de por sí muy frágil, muy vulnerable. Pero yo veo en él una capacidad de respuesta, de escucha... Me da la sensación de que lo va encaminando, aunque al principio a lo mejor no se entendieran bien sus primeras reacciones, luego ha sabido rectificar.
— Todos vaticinan que la pandemia va a cambiar el modelo museístico. Menos grandes exposiciones, más educación e investigación, mirar más a las propias colecciones... Algo bueno que sacar de todo esto.
—Hay que atraer a los que piensan que los museos no son para ellos. Quizá el sistema tan complejo de préstamos de obras para grandes exposiciones internacionales pase por un momento de crisis y encontremos otras maneras de colaborar en red entre los museos.
— Hablemos un poco de cine. La gala de los Goya estará dirigida y presentada por Antonio Banderas y María Casado. ¿Una decisión acertada?
—Me parece que tener a Antonio Banderas es un lujo asiático. Es un tipo con mucha cabeza, con mucho carisma. Está muy bien. Será un despliegue.
— ¿Es partidaria de que las películas que se estrenen en plataformas de streaming opten a los Goya?
—Parece un camino inevitable, ¿no? El cine se transforma. No sé, tendría que ver las cifras, qué implica eso, cómo es la distribución. Pero a las salas hay que apoyarlas también. La pandemia y la digitalización han hecho que valoremos más estar juntos.
— Todo el sector del cine se ha visto afectado gravemente por el coronavirus. Pero ustedes, los guionistas, se las van a ver y desear para crear escenas sin contacto físico...
—Hasta enero, llevaba tres o cuatro años con una serie diaria, que escribes a toda velocidad (primero, «Amar es para siempre» y luego «Mercado central») y sé por mis compañeros que durante el confinamento han estado reescribiendo situaciones para que no haya besos, abrazos...
— ¿Imagina sus guiones sin besos y abrazos?
—Todo lo que son desafíos de este tipo me divierten mucho.
— ¿En qué anda metida ahora?
—En una serie sobre la vida de Miguel Bosé (aún no está confirmada en qué plataforma se verá). Somos guionistas Boris Izaguirre, Isabel Vázquez y yo. Aún no tienen director.
— ¿Le ha dado por la pastelería, por acumular papel higénico o es de las afortunadas que han recibido la visita de las musas durante la cuarentena?
—Me ha dado por hacer unas peliculitas, unos cuentos animados que yo escribo, ilustran y hacen la música unos amigos. Los llamo confinacuentos. Esa ha sido mi pasión en el confinamiento. Aparte, estoy escribiendo una novela. Los guionistas estamos habituados a trabajar en casa, pero ha sido duro, desconcertante, angustioso. Lo pasé en Madrid con mi hija pequeña. La mayor, que vive en Londres, pudo venir el 31 de mayo.
— ¿Repetiría como ministra?
—No, no repetiría. Fue una experiencia muy positiva. Es un privilegio formar parte de un Gobierno y conocer tu país desde dentro. Pero es una responsabilidad tan enorme que asumirla dos veces en la vida no es para mí.