Alberto García-Alix: «No uso cámara digital, ya estoy mayor»
Exhibe, a partir del miércoles, en el Jardín Botánico sus 'Fantasías en el Prado', un metaverso de algunas obras maestras del museo
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Iniciar sesiónTras esa fachada de tío duro (chupa de cuero, botas y un cuerpo cosido a cicatrices y tatuajes) se esconde un alma sensible, capaz de conmoverse admirando el 'Cristo muerto sostenido por un ángel', de Antonello de Messina , en el Prado ... . «Nunca me había fijado en esa obra. Me causó una gran impresión, una conmoción espiritual, mística. Hay un momento en que pierdes el aliento al mirarlo. Dices: ¡Madre mía!», cuenta Alberto García-Alix a ABC. Algo parecido le ocurre frente al 'Descendimiento', de Van der Weyden . Son dos de las obras del museo que el célebre fotógrafo ha escogido para su último proyecto, 'Fantasías en el Prado' , con el que este miércoles se inaugura en el vecino Jardín Botánico la XXV edición de PhotoEspaña .
«Imagino que debía ser la primera vez que veía representaciones de desnudos femeninos»
El origen de estas fantasías (se exhiben unas 35 imágenes) se remonta a un encargo que hace unos años hizo la Fundación Amigos del Museo del Prado a doce fotógrafos contemporáneos. Pero el gusanillo, su amor por el Prado, le viene de tiempo atrás, cuando siendo niño lo visitaba con el colegio y, sobre todo, con su madre y sus hermanos. «Mi madre, que había estudiado Filosofía y Letras, en la rama de Historia del Arte, quería que sus hijos conocieran el museo. La pobre tenía que cargar con sus cinco hijos. Yo lo veía como un gran templo. Recuerdo un caserón, con los suelos de madera. Y la sala de 'Las Meninas' con un espejo. «Imagino que debía ser la primera vez que veía representaciones de desnudos femeninos», dice.
«Es mucho prueba-error, error-prueba. Había días en que no salía nada. Pero cuanto más iba avanzando más quería»
¿El Prado es, para usted, la mejor escuela de fotografía y, en especial, del retrato? «Sí lo creo, a mi manera. Me he reafirmado mucho con este trabajo, viendo la dimensión del retrato, que siempre me ha interesado. Antonio Moro me parece un retratista excepcional». ¿El Prado es un museo fotogénico? «No sé, no le puedo poner adjetivos. Ya solo decir el Museo del Prado ... ¡Vaya pedazo de museo!». Durante los últimos tres años lo ha visitado, en 2021 con mayor asiduidad. Vagaba a solas, acompañado tan solo de una vieja cámara y un trípode, por las salas del Prado. Le dieron permiso para hacerlo desde que cerraban al público hasta las once y media de la noche. «Ha sido un trabajo conceptual complejo. Es mucho prueba-error, error-prueba . Había días en que no salía nada. Pero cuanto más iba avanzando más quería». Para llevar a cabo estas fantasías («son una reinterpretación, un metaverso », advierte), hizo dobles exposiciones. «Usé una cámara antigua que me permite quitar el chasis, embragar y volver a montar el chasis para volver a poner otra foto sobre la misma película», explica. ¿Ha usado una cámara digital? « No uso cámara digital, ya estoy mayor . No voy a cambiar. Pero todas las cámaras son buenas para soñar. Utilizo la película; la puedo tocar, la puedo oler, la puedo manipular».
Explica que, al principio, «quería trabajar solo sobre el Imperio español. Estaba leyendo las cartas de Felipe II a sus hijas. Cuando me encontré en el Prado frente a esos cuadros, conocía ciertas intimidades de los personajes. Fue el punto de partida, me fasciné con la búsqueda. Pero no todos los cuadros servían para lo que quería hacer». En el caso de obras de Goya, Velázquez o El Greco , no quiso mezclarlas con las de otros artistas. Así, sobreimprimió un retrato de Felipe IV en 'Las Meninas' y le dio un paisaje al 'Perro semihundido' de Goya. «Este artista es el primer reportero visual. En los 'Desastres de la Guerra' retrata la guerra como lo haría hoy un fotógrafo. Tiene ese aliento».
«Manipular los símbolos siempre está muy bien, es muy estimulante. Es como si hubiera pasado un talibán por el museo»
Una de las imágenes más poderosas es un autorretrato para el que escogió 'El Cid', de Rosa Bonheur , que representa la cabeza de un león. «A ver si lo consigo, pensé. No todos los cuadros sirven, vas como a golpes de inspiración». A las estatuas, dice, «he buscado ponerles carne». Se ha atrevido a fotografiar una mancha de pintura blanca y montarla sobre la cara de la mismísima 'Gioconda' . Un sacrilegio a un icono por el que lo hubieran guillotinado en la Francia revolucionaria. «Manipular los símbolos siempre está muy bien, es muy estimulante. Es como si hubiera pasado un talibán por el museo», ríe García-Alix. Confiesa que Rubens no le seducía, «pero desde que he hecho este trabajo me fascina». Escogió su 'Danza de personajes mitológicos y aldeanos': «Conseguí ponerle más erotismo del que tiene el cuadro. Hasta que no revelo, no sé lo que va a salir. Intuyo, pero la intuición siempre es algo aleatorio».
«Lo más interesante, lo que más me ha fascinado de este trabajo ha sido la comunión íntima con las obras . Es un privilegio haber podido hacer este trabajo, que ha tenido muchas limitaciones, pero ha sido para mí muy enriquecedor», concluye García-Alix.
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