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Zuloaga y Falla, una intensa y fructífera amistad

Mantuvieron una activa correspondencia entre 1913 y 1939 e hicieron proyectos comunes. Se admiraban mutuamente. Una exposición en Madrid cuenta la historia de estos dos genios y amigos cuyas vidas se cruzaron en París

Zuloaga y Falla, una intensa y fructífera amistad ABC

NATIVIDAD PULIDO

No parecían predestinados a encontrarse. Uno, pintor , nació en 1870 en Éibar (Guipúzcoa) . El otro, músico , lo hizo seis años después a muchos kilómetros de distancia: en Cádiz , concretamente. Pero el destino quiso unirlos aún más lejos: en París . Hasta allí se marcha Ignacio Zuloaga en 1889, y se instala en el bohemio y bullicioso Montmartre . Manuel de Falla llegaría años más tarde, hacia 1907. Buscaba el reconocimiento que no obtenía en España. Pese a haber ganado un concurso de la Academia de Bellas Artes con la ópera «La vida breve» , no lograba estrenarla. Aquel encuentro fue, como en «Casablanca», el comienzo de una hermosa amistad . Una intensa y fructífera amistad que nos cuenta, con todo lujo de detalles, anécdotas, objetos y obras de arte, una exposición en el espacio CentroCentro Cibeles del Ayuntamiento de Madrid .

Mantuvieron una activa correspondencia (más de 200 cartas) entre 1913 y 1939

Zuloaga y Falla mantuvieron una activa correspondencia : más de 200 cartas que dan buena fe de la relación personal y profesional entre ambos artistas desde 1913 hasta 1939 . Estas misivas son el hilo conductor de la muestra. En la primera de ellas, fechada el 11 de marzo de 1913 , Falla le pide a Zuloaga poder fotografiar el vestuario y algunos de los cuadros de gitanas que tiene el pintor en París para los figurines y la escenografía de «La vida breve», que finalmente se estrenó en Niza aquel año. Zuloaga le envía trajes, mantones, un chaleco, una chaqueta y zajones . La muestra, organizada en colaboración con Acción Cultural Española y la Fundación Banco Santander, se abre con la paleta y los pinceles de Zuloaga y las gafas y la batuta de Falla .

Reúne abundante material de ambos artistas, cedidos por museos (Reina Sofía, MNAC, Bellas Artes de Bilbao y Teatro de Almagro), el Cervantes de París y sus herederos, involucrados de lleno en este proyecto. Es el caso de María Rosa, nieta de Zuloaga ; y Maribel, sobrina nieta de Falla , quienes han colaborado estrechamente con los comisarios, Pablo Melendo y José Vallejo . Cien años después, las familias mantienen la amistad y conservan con mimo los legados de sus antepasados, desde el Museo Ignacio Zuloaga-Castillo de Pedraza y el Archivo Manuel de Falla.

Pasión por Goya

En ese primer apartado dedicado a «La vida breve» suenan los compases de esta ópera y cuelgan en las paredes mantones y grandes lienzos de Zuloaga: bailarinas, gitanas y sus particulares Majas vestida y desnuda:«Lolita» y «Desnudo del clavel rojo». Cada sección de la muestra recrea un encuentro o un proyecto en común entre el pintor y el músico. Así, Zuloaga, que admira profundamente a Goya , compró su casa natal en Fuendetodos para evitar su derrumbe y crear un museo dedicado al pintor. Además, puso en marcha y financió unas escuelas infantiles , que se inauguraron en 1917. Cuentan que acudió Manuel de Falla con una soprano rusa con la que estaba de gira. Aga Lahowska se animó a cantar unas jotas desde el balcón consistorial. El siguiente encuentro se produce en 1919-1921: quisieron hacer un proyecto conjunto sobre «La gloria de Don Ramiro» , del escritor argentino Enrique Larreta . No llegó a buen puerto. Zuloaga visitó a Falla en Granada para aconsejarle en la decoración de su casa.

En abril de 1922 Zuloaga le escribe una carta a Falla ofreciéndose a exponer obras suyas en Granada para apoyar a los artistas locales. Algunas, como «El cardenal» , cuelgan en la exposición. Ese mismo año colaboran en otro proyecto: la celebración de un concurso de Cante Jondo en Granada para crear una escuela que recuperase este arte. Un vasco como Zuloaga se suma entusiasmado y hasta ofrece un premio de mil pesetas «a la mejor siguiriya gitana que se cante» . Cuentan que los intelectuales granadinos le nombraron «su Papa» .

«El retablo de Maese Pedro»

Pero fue «El retablo de Maese Pedro» , en 1928, el gran proyecto en común de Falla y Zuloaga . Este realizó la escenografía con unas preciosas marionetas –en colaboración con su cuñado– y unos geniales cabezudos , que se reencuentran en esta muestra por vez primera desde 1928. En 1932 tuvo lugar el último encuentro . Fue en la inauguración del Museo de San Telmo de San Sebastián : Zuloaga expone sus obras y Falla dirige a la Orquesta de Granada y el Orfeón Donostiarra. Falla pasa unos días en la finca de Zuloaga en Zumaya , donde le hace el mítico retrato que ilustraba el antiguo billete de cien pesetas , cedido por el Museo Zuloaga-Castillo de Pedraza. La nieta de Zuloaga recuerda que su madre le contó la visita del músico a Zumaya:«Llegó a casa con su maletita. Era muy enjuto y austero , tenía miedo a los microbios . Paseaba por la mañana por el jardín para inspirarse».

La muestra se cierra con dos regalos que se hicieron mutuamente. En 1929 Zuloaga le regala a Falla un dibujo de Sancho , con esta dedicatoria:«Al gran Falla, con amistad y admiración». Un año después, el músico le da al pintor el manuscrito de «El retablo de Maese Pedro» , que le dedicó en persona en 1932: «Para Ignacio Zuloaga, estos borradores del Retablo con toda mi profunda amistad y mi viva admiración». La última carta está fechada el 26 de septiembre de 1939. La envía Falla. Se despide de su amigo, porque se marcha a Buenos Aires, « con tanto cariño como amiración su devotísimo Manuel de Falla ». Zuloaga murió en 1945; Falla, un año después.

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