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«Si el mercado del arte en España supone uno, el de Londres es dos mil»

Pilar Ordovás mantiene desde hace cuatro años galería en Mayfair y ofrece una exposición de Lucian Freud

«Si el mercado del arte en España supone uno, el de Londres es dos mil» mike bruce

LUIS VENTOSO

Savile Row, en el prohibitivo barrio londinense de Mayfair (adjetivo redundante, pues en realidad todo el centro de Londres es prohibitivo), guarda fama por ser la calle del perfecto corte inglés en sastrería masculina. Allí estaban también las oficinas de Apple, compañía con la que The Beatles demostraron que es más fácil ser músico que empresario. Y allí ha logrado abrirse su hueco Ordovás, galería de arte propiedad de una marchante española.

Pilar Ordovás , madrileña de 43 años, es una gran triunfadora en el competitivo mercado londinense. Tras catorce años en Christie’s, donde recorrió con éxito el escalafón de abajo a arriba, logró abrir su propia galería, un local moderno, de líneas austeras elegantes y con portero fornido y atildado haciendo guardia junto a la puerta. Habla con gran seguridad y tiene facciones agradables, rematadas hoy por carmín intenso en los labios anchos y sonrientes. Ordovás mantiene hasta el 1 de agosto la muestra «Girl», una exposición de cuatro pequeños retratos que hizo Lucian Freud de su segunda mujer, Caroline Blackwood, por cuyas venas corría sangre azul -su padre era marqués- y cervecera (su madre pertenecía a la familia de la Guinness, el sagrado brebaje irlandés).

Catorce hijos de seis madres

Blackwood conoció a Freud a los 18 y estuvo casada con él de 1953 a 1957. El pintor solo se casó dos veces y Caroline fue su segunda y última prueba, pero tuvo 14 hijos de seis madres diferentes. Tal vez porque no tenía problemas económicos, ella fue la única del carrusel que plantó al artista, harta de su afición a las apuestas de caballos, la priva y la vida disipada en el Soho, con parrandas constantes con el también pintor Francis Bacon. Pero nadie duda de que Freud, nieto del padre del psicoanálisis, nacido en Berlín y llegado a Londres con once años, podía ser también un tipo encantador, apasionante, además de un formidable creador. Pilar Ordovás, que llegó a tener un buen trato con él, lo atestigua.

-Supongo que le habrá costado muchísimo abrirse su propio hueco aquí en Londres.

-Cuesta como cuesta todo. Llevo 20 años haciendo esto. Estuve 14 en Christie’s, donde era la directora del departamento de Arte Contemporáneo, y hace cuatro años abrí mi propia galería. No pasa de la noche a la mañana. Hace falta muchísimo esfuerzo y una trayectoria de 20 años.

-¿Cuál es su mayor habilidad? ¿Ser una gran relaciones públicas?

-No. Tener el conocimiento sobre las obras de arte. Por muy relaciones públicas que seas, si no tienes conocimientos no puedes abrir una galería. Si no sabes lo que haces, no perduras.

-¿Cómo conoció a Lucian Freud?

-Cuando estaba trabajando en Christie’s. Su obra me apasionó siempre. De prácticas ayudé a catalogar un retrato suyo y pensaba: «Quiero saber todo sobre este artista». A raíz de eso, siendo aún muy junior, catalogaba cada obra suya que llegaba a subasta. Al pasar el tiempo me convertí un poco en la experta en Freud. Un día salió a la luz una obra suya, «Fábrica en el norte de Londres», de 1972, que él no la había vuelto a ver desde que la había pintado. Le envié mi nota del catálogo y me llamó para que le enseñase la obra. Yo estaba encantada de poder conocer a mi gran héroe. Pero el día que vino no me avisaron. Así que le mandé una carta y al final comenzó una relación que se convirtió en una amistad.

-Conociendo su leyenda, le tiraría los tejos…

-No necesariamente. Quizá al principio, pero, aunque le encantaban las mujeres, también le gustaba mucho la gente con la que podía hablar sobre arte. Tenía amistades muy diversas y era gran amigo de sus amigos, de aristócratas a gente muy sencilla. Ver su estudio y su trabajo fue un privilegio. Los chismes no me interesan.

-¿Qué interés específico presentan los cuadros que muestra aquí?

-Son de un período de Freud muy interesante, porque está pasando más tiempo con Francis Bacon y se produce una gran transformación. Le critican que su obra es lineal, muy plana, que utiliza mucho el dibujo, que no hace nada nuevo. Esa crítica lo lleva a dejar de dibujar. Ve a Bacon, que lanza pintura y, a partir de 1954, en mitad de su relación con Caroline Blackwood, decide que no se va a sentar más para pintar y cambia sus pinceles por unos más gruesos. Su pintura fluye de forma más instintiva. Esa transición se puede percibir aquí.

-¿Qué diferencia hay entre el mercado del arte de Madrid y el de Londres?

-No hay que comparar Madrid y Londres. Este es el mercado europeo del arte y, desgraciadamente, Madrid está a años luz.

-Usted se refiere al dinero que se mueve. Pero a lo mejor ahora mismo hay más creatividad en España que aquí, más originalidad, más hambre de ofrecer otras cosas…

-Ya. Pero, ¿en qué se traduce esa creatividad? Si en España hay esa creatividad, que espero exista y sea real, que yo no lo sé, porque no me dedico a trabajar con los jovencitos salidos de Bellas Artes, en la siguiente fase toca abrir las puertas. Y ahí por desgracia no hay comparación entre el mercado del arte de España y el de Londres. Si el de España es un uno, el de Londres sería un dos mil, por decir cifras absurdas. Por Dios, no se puede ni hacer la comparación…

-¿La crisis bajó los precios?

-En 2008 y 2009, con Lehman Brothers, hubo una parada en el mercado público, la gente, si vendía, lo hacía en privado. Pero aquello se superó y hoy el mercado del arte aquí está más fuerte que nunca. Los precios se seguirán sosteniendo mientras sigan saliendo obras de la calidad de las que están ofreciéndose.

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