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Picasso en el Prado, como Pablo por su casa

El malagueño se mide en la galería central de la pinacoteca con los grandes maestros a través de diez cuadros, cedidos por el Kunstmuseum de Basilea

Picasso en el Prado, como Pablo por su casa AFP

NATIVIDAD PULIDO

Recuerda Miguel Zugaza, director del Prado , que este museo «fue una de las principales cunas artísticas de Picasso . Recorrió de niño con su padre esa galería repleta de obras de los maestros del pasado, los estudió ya como alumno de San Fernando antes de instalarse en Francia y colaboró en su salvaguarda aceptando la simbólica dirección del museo durante los años de la guerra. Como “Los dos hermanos”, Picasso vuelve a caminar por el Prado, con una naturalidad pasmosa, como Pablo por su casa». Son solo diez cuadros (ocho se ven por primera vez en España), pero conforman una antología esencial de Picasso. Abarca sesenta años de su prolífica carrera (de 1906 a 1967) y están representadas sus principales etapas.

Picasso regresa por tercera vez al Prado (ya lo hizo en sendas exposiciones en 2004 y 2006), el museo del que fue nombrado director en 1936 mediante un decreto firmado por Azaña. Aceptó el cargo, pero nunca lo ejerció, pues jamás volvería a España. Ahora lo hace, y con todos los honores. Recibido como un jefe de Estado en la pinacoteca, cuelga en su galería central, espacio reservado solo para los más grandes de la Historia del Arte. Y él es uno de ellos. Allí se mide con maestros como Tiziano, Tintoretto, Veronés, El Greco, Goya o Velázquez en unos juegos de espejos y miradas cruzadas muy interesantes.

Una historia de amor

La historia de Basilea con Pablo Picasso , de quien atesora una de las mejores colecciones del mundo –más de 300 obras–, es una historia de admiración mutua, de amor correspondido. En 1947 llegaron al Kuntsmuseum dos obras maestras de Picasso, depositadas por los herederos del coleccionista Rudolf Staechelin, que en 1931 creó una fundación familiar. Según sus estatutos, las obras no se podían enajenar a menos que uno de sus descendientes sufriera problemas económicos. Pero en 1967, un año crucial en la fiebre picassiana de Basilea , se produjo el accidente de uno de los aviones de Globe Air AG, la compañía de vuelos chárter propiedad de Peter Staechelin, hijo del coleccionista.

La empresa se declaró en concurso de acreedores. Ello provocó que Peter Staechelin pusiera a la venta dos Picassos: «Los dos hermanos», pintado en verano de 1906 en Gósol, de su codiciado periodo rosa; y «Arlequín sentado» (1923), uno de los cuatro retratos que hizo al pintor Jacinto Salvadó vestido de arlequín. Forma parte de su periodo neoclásico. Hubo por ambos cuadros una jugosa oferta, pero los propietarios prefirieron ofrecerlos en primer lugar al Cantón de Basilea por 8,4 millones de francos suizos. El Gobierno concedió un crédito extraordinario de 6 millones, aunque convocó un referéndum previo: los basilienses debían decir si estaban de acuerdo o no con la concesión del crédito. El resultado fue: 54% a favor (32.118 ciudadanos) y 46% en contra (27.190).

«All you need is Pablo»

Pero seguían faltando 2,4 millones para que los dos Picassos no salieran de la ciudad. Se consiguieron gracias a una suscripción pública, un pionero crowdfunding cultural, hoy tan en boga. Los ciudadanos se movilizaron bajo el lema «All you need is Pablo» (Todo lo que necesitas es Pablo). Desde su casa de Mougins, un octogenario Picasso siguió con mucho interés los hechos y, conmovido por la movilización ciudadana para «salvar» sus obras, llamó al entonces director del museo, Franz Meyer, para que acudiera a su casa. Le entregó cuatro obras como regalo a la ciudad de Basilea: «Hombre, mujer y niño» (1906), «Venus y amor» y «La pareja», pintadas el 9 y el 10 de junio de 1967, respectivamente; y un boceto a pastel de «Las señoritas de Aviñón» (1907).

Las tres primeras, junto a «Los dos hermanos» y «Arlequín sentado», cuelgan en el Prado. La lista de préstamos se completa con «Panes y frutero con fruta sobre una mesa» (1908-9), obra clave de la fase protocubista; «Mujer con sombrero sentada en un sillón» (1941-42), retrato a la manera renacentista de Dora Maar ; «Muchachas a la orilla del Sena, según Courbet» (1950): «Mujer con guitarra» (1911-14) y «El aficionado» (1912). Estas dos últimas, obras cubistas donadas por Raoul La Roche.

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