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El horror y el silencio que sigue a la destrucción yihadista del museo de Mosul

El mundo reacciona con horror al asalto al museo que guardaba los ejemplos más importantes de escultura y relieves de las capitales asirias de hace 3.000 años

El horror y el silencio que sigue a la destrucción yihadista del museo de Mosul abc

jesús garcía calero / Mikel ayestarán

Desde el Metropolitan Museum de Nueva York se alzó ayer la voz conra el horror de la destrucción yihadista en Mosul . Su director, Thomas P. Campbell, declaró que «condenamos con la mayor dureza estos actos de catastrófica destrucción de uno de los más importantes museos de Oriente Medio. La colección del Museo de Mosul explica completamente la civilización que floreció en la región con esculturas excepcionales de las ciudades reales de Nimrud, Nínive y Hatra, en el norte de Irak. La sinrazón de este ataque al gran arte, a la historia y al conocimiento humano constituye un trágico asalto no solo al Museo de Mosul, sino a nuestro compromiso universal de utilizar el arte para unir a las gentes y para promover el entendimiento entre los pueblos. Esta brutalidad sin sentido debe parar, antes de que todos aquellos vestigios del mundo antiguo sean borrados».

Son palabras contra la destrucción, contra el fanatismo inconoclasta; un llamado contra la sinrazón que ha destrozado las obras únicas surgidas del estudio de los yacimientos y los museos de Mosul, donde los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) han destruido una de las mayores colecciones de esculturas y tablillas dle imperio asirio. Son obras que proceden de los mismos yacimientos de los que salieron otras como la «la caza del león», un friso del palacio de Asurbanipal que se conserva y puede admirarse en el British Museum.

Sobrevivió a tres guerras

El Museo de Mosul sobrevivió a las tres guerras del Golfo (la de Irán-Irak en los 80, la de Kuwait en los 90 y la de Irak en 2003) y a la gran inestabilidad en la zona durante la última década. Llevaba unos años de restauración y estaba en 2014 ya casi listo para volver a abrir y mostrar al mundo sus grandes colecciones, que reúnen las joyas de las capitales asirias , sobre todo Nínive. Pero no ha podido ser. Mosul se ha convertido en el Bamiyán particular de Irak. Como el mundo pudo contemplar ayer en un vídeo terrible, el grupo yihadista Estado Islámico siguió el manual empleado por los talibanes en 2001 cuando decidieron dinamitar los Budas gigantes y arrasar el museo de Kabul y difundieron un vídeo haciendo algo similar con el patrimonio de Mosul, que es de la humanidad.

A las limpiezas sectaria y religiosa, hay que sumar la limpieza cultural aplicada por el grupo en toda la zona del autodenominado califato entre Siria e Irak. En los cinco minutos de grabación los milicianos armados con mazas, picos y taladros acaban con miles de años de historia y se vanaglorian de ello recurriendo a su particular visión de las enseñanzas del Profeta que «nos ordenó acabar con estatuas y reliquias y sus seguidores hicieron lo mismo cuando conquistaron países», anuncia un hombre de larga barba ante las cámara antes de empezar con la orgía de destrucción.

Legendarias colecciones

El museo contenía hasta hoy legendarias colecciones, sobre todo leones y toros alados monumentales de los grandes palacios de Nínive, como el «sin igual» del rey Senaccherib. Y relieves y estatuas de las excavaciones llevadas a cabo en el último medio siglo, muchos de ellos piezas únicas de las capitales asirias que recuerdan los bajorrelieves de la caza del león del Museo Británico. Hoy todos esos objetos cuidadosamente salvados del olvido se encuentran destrozados, reducidos a pedazos, trizados y desperdigados por el afán destructivo del Estado Islámico.

Sin máscaras y con toda la calma del mundo, los yihadistas desembalan obras de arte, fijan la cámara en los pequeños carteles explicativos para dejar claro el valor histórico de las piezas y arremeten con toda la saña imaginable contra obras que algunos expertos han datado del siglo VII y VIII antes de Cristo. La arqueóloga iraquí Lamia al-Galiani declaró a Reuters que «el daño es incalculable, pero no sólo al patrimonio iraquí, sino al patrimonio de toda la humanidad. Es increíble, no quiero seguir siendo iraquí».

Las imágenes interiores del museo se completan con algunos planos en la zona exterior en la que el objetivo de los milicianos son dos enormes toros alados de la época asiria a los que parten las cabezas a mazazos. El mismo yihadista del comienzo del vídeo vuelve a situarse ante la cámara para anunciar que «estas reliquias fueron ídolos que fueron adorados en siglos pasados», motivo suficiente para acabar con ellas.

El vídeo del museo sale a la luz apenas 24 horas después de que circularan por las redes las imágenes de las pilas de libros y manuscritos de las bibliotecas de la ciudad ardiendo . Un destrozo que afectó a 112.709 manuscritos y libros perdidos, muchos de ellos registrados en la lista de protección de antigüedades de la Unesco, según el balance de un responsable de las bibliotecas de la ciudad obtenido por el responsable de Internacional de Al Rai, Elijah Magnier.

Mosul es la segunda ciudad más grande de Irak y el bastión yihadista en el lado iraquí del califato. El grupo acelera su labor de destrucción antes de que se produzca el asalto por parte de la alianza que lidera Estados Unidos, los kurdos y las milicias chiíes leales a Bagdad, que anunciaron su intención de recuperar el lugar.

El manual de la destrucción

Hasta entonces el EI aplica hasta las últimas consecuencias el manual titulado «Destrucción de santuarios y estatuas en Nínive» que se pudo leer en las redes en verano, poco después de la caída de Mosul, en el que se adjuntaban fotografías de excavadoras derribando templos suníes y sufíes y santuarios chiíes saltando por los aires a base de cargas explosivas.

Desde que entraron en Mosul, en junio, los yihadistas se han basado en el decimotercer artículo del citado manual que declara que los «falsos ídolos» que están «contra el Islam» deben ser destruidos. Su aplicación ha servido también para derribar desde la efigie de un poeta local a la tumba de un historiador de la zona especialmente venerado por sus vecinos.

La tragedia ya se mascaba hace cuatro meses cuando funcionarios de la Unesco alertaron de lo que venía. Impotente, la comunidad internacional asiste hoy al cumplimiento de los peores presagios. Mosul, aparte de sus museos, está rodeada por 1.791 yacimientos arqueológicos que fueron tomados y asegurados inmediatamente por los yihadistas para varios fines, desde la propaganda del terror hasta la venta ilícita. Frente a la ciudad actual, cruzando el río Tigris, se encuentran los restos de Nínive, la gran capital asiria de Asurbanipal, cuyas murallas han dinamitado, y los grandes reyes que cita la Biblia. Pero hay otras tres capitales asirias de hace tres mil años en las inmediaciones, como Nimrud. Y nada agrada más a estos combatientes que borrar de un plumazo la historia bíblica de Irak.

Miles de piezas de incalculable valor han sido objeto de la más insensata destrucción, aunque algunas han sido seleccionadas para su venta. El pasado lunes fueron detectadas en Londres más de un centenar de piezas saqueadas en territorio yihadista, sobre todo en Siria: monedas, cerámica y delicados trabajos de cristal. A su regreso a Europa, los combatientes han sabido tejer una red ilícita de compraventa, a la que algunos coleccionistas han accedido, tal vez con conocimiento de que están financiando las actividades de los yihadistas.

Según declaró el pasado noviembre Qais Hussein Rashid, director del Museo Nacional de Irak, «la llegada de un grupo de terroristas a las instalaciones del Museo de Mosul supuso un shock brutal, llegaron sin previo aviso, y no dio tiempo de tomar medidas preventivas». Es decir que no se ha podido salvar lo más importante, algo que sí ocurrió en Bagdad tras la invasión norteamericana, o también en Kabul, tras la toma de la capital por los talibán.

Desde noviembre pasado, con el museo tomado por los yihadistas, solamente faltaba la orden de destruir ese patrimonio, algo que acaba de ocurrir. Muy cerca, en los yacimientos que el EI no dudará en convertir en escenario de guerra, quedan todos los objetos de hace tres mil años que aún no han aparecido, que nos pondrían en contacto con los tiempos del Antiguo Testamento. Todas esas piezas están en manos de quien quiere trocearlas, enturbiar su procedencia y ponerlas a la venta. Y que alienta y pone tasas a los expoliadores.

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